IOM
HAATZMAUT
Día
de la Independencia
Por: Moshé
Korin
En
estos días en que festejamos un nuevoaniversario de la independencia
de Israel, nos viene a la memoria del histórico anochecer
del viernes, 14 de mayo de 1948, 5º día del mes de
Íar, cuando el pensamiento de todos los judíos del
mundo se volvió al oscurecido edificio del Museo Municipal
de Tel Aviv, donde se hallaba reunido el primer Consejo del Pueblo
del país judío. Todos aguardaban expectantes las palabras
que vendrían de allí, abriéndose camino como
haces de luz por entre negros nubarrones. Ante la mesa rodeada por
los representantes del pueblo, David Ben Gurión se
levantó de su asiento, y exclamó con voz firme: |
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—"¡
Am Israel jai be-Israel!"
("¡El
pueblo de Israel vive en Israel!")
Y
siguió diciendo Ben Gurión: "En Érezt
Israel nació el pueblo judío, allí se forjó
su estampa espiritual, religiosa y política, allí vivió
una existencia estatal, allí creó valores culturales y humanos
y legó al mundo entero el inmortal Libro de los Libros, el Tanaj."
"Es un derecho natural del pueblo judío, el de ser como
todos los pueblos, dueño de sí mismo en su patria ancestral".
En una de las paredes de la sala, envuelta en opacado resplandor, el Dr.
Herzl, desde su retrato, parecía mirar a los asistentes, iluminado
y seguro de sí, como repitiendo las palabras de su obra redentora,
"Judenstat", "El Estado Judío":
"Creo que ha terminado para mí la vida terrena y que ha
dado comienzo la historia universal, la historia del pueblo judío".
El Estado Judío fue un hecho, el febril ensueño de Herzl se hizo realidad. La fantasía se revistió de
carne y de sangre y cobró vida: una auténtica vida estatal
judía.
Pero así como no existen luces sin sombras, tampoco hay alegría
sin dolor. En la histórica sesión solemne del primer Consejo
Provisional de Gobierno, compuesto de 34 miembros, junto con la proclamación
del Estado Judío, se rindió homenaje a los héroes
que dieron su vida por la restauración nacional: los Macabeos y
los Bar Kojbas que se alzaron en el Gueto de Varsovia y en todos los Guetos;
y los jóvenes y muchachas caídos en Éretz Israel,
en las etapas previas a la concreción de su ideal.
Así fue y sigue siendo el destino histórico del pueblo judío:
"Meavdút
lejerút" ( de la esclavitud a la libertad),
"Meafelá leor gadol" (de las tinieblas a la luz
radiante).
Cuando,
por una parte, ese pueblo había sufrido golpes tan brutales, y
por la otra, decenas de millones de árabes amenazaban aplastarlo,
en ese momento de oscuridad creciente, que parecía el menos apropiado,
brilló la luz clara de la redención, no sólo
para los judíos de Israel, sino para los del mundo todo.
El mismo Ben Gurión lo cuenta: "Nuestros mejores
amigos de entre los pueblos, nos advertían que no proclamáramos
el Estado Judío. Sabían que los países árabes
vecinos enviarían sus ejércitos para aniquilarnos. Por eso
nos aconsejaban: —"Piénsenlo bien, no lo hagan, porque 3 ó
4 semanas después de la invasión árabe no va a quedar
un solo judío con vida. Ellos, nuestros amigos no judíos –sigue relatando Ben Gurión– no podían concebir que un
pueblo sin ejército, sin armas, con las solas fuerzas clandestinas
de autodefensa, armadas con unos pocos fusiles y granadas de mano, lograría
oponerse a las tropas de 7 países árabes, con su armamento
pesado, sus tanques y sus aviones de combate. Estaban convencidos de que
ningún judío saldría vivo de esa confrontación".
Cuando el Estado Judío pasó de los sueños
a una realidad palpitante, reconocida por las grandes potencias, decenas
de miles de "olim" (inmigrantes a Israel) surcaron libremente
los mares desde todos los rincones del planeta, rumbo a la tierra añorada.
Naves judías, luciendo la bandera azul y blanca, anclaron una tras
otra en los puertos de Haifa y de Tel Aviv.
Y en esa histórica noche del 14 de Mayo de 1948, se inició
una nueva era para el pueblo judío, a partir del resurgimiento
de su Estado Nacional. Esa noche, el Rabino Maimon, uno de los
más importantes asesores de Ben Gurión, declaró
solemnemente desde la tribuna, en medio de un contenido silencio: —" Este Sábado, por primera vez en 2000 años, las velas de
la judeidad que habita la Tierra Santa se encenderán en territorio
del Estado de Judío".
La ciudad de Tel Aviv amaneció al día siguiente
envuelta en un mar de banderas. La gente bailaba en las calles,
compartiendo el regocijo. La alegría no tenía límites.
Inmediatamente después, el ejército judío emitió
la orden de que todos los hombres y mujeres en edad militar se incorporaran
a sus filas, para participar en el desfile triunfal de la independencia
y para defender el país de quienes pretendían aniquilarlo.
Una vez vencidos los ejércitos que planeaban arrojarnos al mar,
vinieron años de construcción y de crecimiento, unos más
plácidos y otros más azarosos. En su transcurso no faltaron
las guerras ni los atentados, tal como sucede también en nuestros
días. Pero el país siguió desarrollándose
en todas direcciones.
El tratado de paz firmado hace 22 años (1979) en Camp David entre
Egipto e Israel, y el comienzo del proceso de paz con sus altibajos, a
partir de 13 de Septiembre de 1993, como todos los grandes acontecimientos
de la historia judía, reúne alegrías y tristezas, luces y sombras; y en este caso, pesar por las víctimas
inocentes de asesinos suicidas, de quienes los envían y de los
gobiernos responsables que los estimulan y los enceguecen. Sin embargo,
podemos afirmar que el proceso de paz, igual que "Iom Haatzmaút" (el Día de la Independencia),
hermosea nuestro presente y embellecerá nuestro futuro a través
de las generaciones. Nosotros, por nuestra parte, sólo podemos
augurarnos lo que expresa la vieja frase: "Leshaná haba-á
birushaláim habnuiá" ("El año próximo
en la Jerusalém reconstruida").
¡Amén
y amén!
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