Gabriel
Registrado: 11 Ago 2005 Mensajes: 542
|
Publicado: Mar Abr 13, 2010 2:58 pm Asunto: "El judio ortodoxo en la discusión" |
|
|
ESTRATAGEMA FINAL
Cuando se advierte que el adversario es superior y se tienen las de perder, se procede ofensiva, grosera y ultrajantemente; es decir, se pasa del objeto de la discusión (puesto que ahí se ha perdido la partida) a la persona del adversario, a la que se ataca de cualquier manera. Puede denominarse a este procedimiento argumentum ad personam, distinguiéndolo así del argumentum ad hominem, que consiste en alejarse del objeto de la discusión atacando alguna cosa secundaria que ha dicho o admitido el adversario. Ad personam, en cambio, se procede abandonando por completo el objeto en discusión y atacando a la persona del adversario; así, uno se torna insolente y burlón, ofensivo y grosero. Se trata de pasar de la apelación de la fuerza del espíritu a la tuerza del cuerpo, o a
la bestialidad. Esta regla es muy popular; como todo el mundo está capacitado para ponerla en práctica, se utiliza muy a menudo. Querrá ahora saberse cual será la contrarregla valedera para la otra parte, pues si también sigue por el mismo camino, la cusa acabará en pelea, o duelo, o en un proceso por injurias.
Se equivocaría irremediablemente quien pensara que bastará sólo con que, a su vez no se proceda personalmente contra el contrario. Es un hecho comprobado que, si con toda tranquilidad, se le demuestra que no tiene razón y que juzga y piensa falsamente -algo que acontece en toda victoria dialéctica- se le irritará más que con una expresión grosera y ofensiva, ¿Por qué? Porque como dice Hobbes (de Cive, c, i), Omnis animi voluptas, omnisque alacritas in eo sita est, quod quis babeat, quibuscum conferens se, possit magnifice sentire de seipso [Toda alegría del ánimo y todo contento residen en que haya alguien con quien, al compararse, uno pueda tener un alto sentimiento de sí mismo]. Y es que nada importa más a los hombres que la satisfacción de su vanidad, siendo la herida más dolorosa aquélla que la afecta. (De esto provienen dichos como "antes la honra que la vida", etc.).
Tal satisfacción de la vanidad surge, por lo general, de la comparación de uno mismo con los demás bajo cualquier aspecto, pero principalmente en lo que concierne a la inteligencia. Esto se comprueba effective [de hecho] y con gran intensidad en la discusión. De ahí la rabia del vencido aunque no tenga razón, y de ahí el que recurra extrema ratio [como último medio], a esta estratagema final. A eso no se puede responder simplemente con gentileza por nuestra parte. Mucha sangre fría, sin embargo, puede servir de gran ayuda si en cuanto se advierte que el oponente nos ataca ad personam, le respondemos tranquilamente que eso no tiene que ver con el asunto y proseguimos a continuación con las demostraciones para probar su error, sin hacer caso alguno de la ofensa, -más o menos como Temístocles a Euribíades: [¡pégame pero escúchame!, Plutarco, Temístocles 11, 20]. Pero esto no se le da bien a cualquiera. La única contrarregla segura es, por tanto, aquélla que ya Aristóteles indica en el último capítulo de los Tópicos l. VIII. (164h-8,16)]: no discutir con el primero que salga al paso, sino sólo con aquéllos a quienes conocemos y de los cuales sabemos que poseen la inteligencia suficiente corvo para no comportarse absurdamente, y que se avergonzarían si así lo hiciesen; que discuten con razones y no con demostraciones de fuerza, y que atienden a razones y son consecuentes con ellas; y en definitiva, con quienes sean capaces de valorar la verdad, de escuchar con agrado los buenos argumentos incluso de labios del adversario y que posean la suficiente ecuanimidad como para admitir que no tienen razón cuando la otra parte la tiene. De esto se deduce que de entre cien apenas si hay uno con el que merezca la pena discutir. A los demás se les deja que digan lo que quieran, pues desipere est juris gentium [todo el mundo tiene derecho a desbarrar], piénsese además, en lo que dice Voltaire: La paix vaut encore mieux que la vérité [se valora más la paz que la verdad]; y un dicho árabe: "Los frutos de la paz penden del árbol del silencio". A menudo la discusión - ya que se trata de una "colisión de cabezas"- es de mucha utilidad para ambas partes, pues sirve para la rectificación de las propias ideas y, además, para proporcionar nuevos puntos de vista, si bien, ambos contrincantes deben estar igualados en cuanto a cultura e inteligencia. si a uno de ellos le falta la primera, no entenderá todo, no estará au niveau [a la misma altura). Si le falta la segunda, el rencor que sentirá por ello le instigará a actuar deslealmente, con astucia o grosería.
Entre la discusión en colloquio privato sive familiari [coloquio privado o familiar] y la disputatio solemnis publica, pro gradu, etc. [discusión solemne y pública, de categoría] no hay una diferencia esencial. sólo que en esta última se requiere que el respondens siempre deba obtener la razón contra el opponens y, por eso, que, en caso necesario, el praeses le socorra; -y también que en esta última se argumenta más formalmente, se complace en vestir sus argumentos con rigurosidad silogística.
|
|
barujtie
Registrado: 15 Dic 2010 Mensajes: 25
|
Publicado: Mie Dic 15, 2010 7:24 pm Asunto: Re: "El judio ortodoxo en la discusión" |
|
|
Gabriel, cómo estas? No se con qué judío ortodoxo has hablado. Yo lo soy y no pretendo atacarte sino debatir, si es posible. No para convencerte -lo cual sería imposible dado que estás prevenido y no sos ignorante-, sino para entender tus razones.
Tal vez hablaste con muchos judíos ortodoxos que, ante la falta de evidencias acerca de lo que aseguran, optaron erróneamente por atacarte.
Si seguimos esta lógica, podría yo afirmar que TODOS los judíos laicos son obtusos y contradictorios, porque cada vez que pretendo hablar de pruebas de la Torá, responden lo mismo ("no quiero", "no me interesa", "no me hinches"). Pero cuando se trata de opinar sobre judaísmo, ahí si les interesa dejar en claro sus posiciones.
De todos modos, ver las cosas desde esta perspectiva es un error. Todos los judíos ortodoxos no somos iguales ni todos los judíos laicos lo son. Provengo de una familia laica y mis amigos de toda la vida son laicos (no es lo mismo que decir 'no tengo nada contra los judíos; tengo un amigo judío').
La cuestión problemática es la generalización. "Los ortodoxos son...", "los laicos son...".
Si queremos rebatir las pruebas del judaísmo, no es lógico hacerlo desde la filosofía griega, ya que el pensamiento judío parte de premisas diferentes y, por ende, al colocarlas a la par, la conclusión sería una falacia, en términos del pensamiento racional.
El texto que publicaste es aplicable para cualquier individuo, no sólo para "religiosos". Toda persona que se queda sin argumentos reacciona mal; lo vemos en cualquier ámbito de la vida.
La cuestión es, me parece, abordar el judaísmo y sus razones desde el mismo judaísmo, no tocando de oído, trayendo fuentes externas o generalizando. Ver si desde sus mismas fuentes (La Torá, el Talmud, etc.), en su lógica interna, hay contradicciones. Si estás dispuesto, empezamos. Sino, tenés todo el derecho a generalizar y quedarte con un concepto. No creo que fuera lo que los filósofos griegos o los contractualistas hacían. Saludos!
|
|