IRENE Invitado
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Publicado: Mar Jul 04, 2006 11:16 pm Asunto: ¿Trabajar para divertirte? |
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Una crónica real que acontece en una de las siempre activas y ruidosas discotecas de Tel Aviv. Una historia personal, sentida, llena de vitalidad. Y experiencias.
“A caballo viejo, pasto verde” dice el adagio. Un primo muy querido, con un excelente sentido del humor, solía hacerme sonreír cada vez que lo decía. Siempre se ha sabido que los hombres, pasada cierta edad, experimentan una fascinación por las mujeres jóvenes, terror de ver que la juventud se les escapa. O como en ciertas sociedades tribales, donde los machos obtienen entre otras cosas valentía al beber sangre de guerreros, para los hombres maduros el tener una relación con una mujer joven es como “beber” un poco de su juventud.
No pensé que viniera a experimentar el significado de ese adagio durante la primera época de mi aliá. Terminé mi ulpán en Jerusalem, sin mayores logros que saber leer y escribir correctamente y comunicarme lo básico. Después de aplicar a la universidad de Tel Aviv a un programa de máster y obtener respuesta negativa decidí igual mudarme a Tel Aviv y empezar a buscar empleo. En Colombia, mi país de origen, trabajaba como asistente de investigación Ad Honorem así como maestra de inglés, empleo con el cual pagaba mi sustento. Así que decidí buscar empleo como maestra (no de inglés ya que en Israel hay muchos nativos dispuestos a enseñar y los institutos los prefieren a ellos), sino de español, mi lengua madre. Obtuve un empleo en un lugar muy agradable pero que únicamente me ofrecía tres horas de trabajo semanal. En vista de que el dinero que ganaba no sería suficiente para pagar mis gastos, decidí lanzarme a todas las ofertas que se me presentaran, en restaurantes, cafés, bares y discotecas.
Te pagan para que diviertas
Vivo con una chica israelí que trabaja en una elegante discoteca cerca de la playa y ella me habló del excelente salario en este lugar. Pagan un básico de 150 shékels por ocho horas de trabajo (de 11:00 pm a 7:00 am) y a este básico se le suman las propinas que se dividen entre todo el staff de meseros y meseras que trabajan por noche. Este es un sitio costoso donde sólo la entrada oscila entre los 70 y 100 shékels, dependiendo la hora de llegada. Un trago de vodka y Red Bull cuesta 45 shékels, y así. Los clientes son personas pudientes que pueden dejar entre 50 y 100 shékels de propina sin ningún problema. En resumidas cuentas, le puede llegar a corresponder la parte de las propinas a cada mesera entre 350 y 550 shékels por noche. Suena como el trabajo ideal. “Te pagan porque te diviertas” me diría mi shutafá cuando me estaba convenciendo de ir a trabajar en la discoteca. No era que me emocionara estar de pie ocho horas escuchando música que no me gusta a altos decibeles, pero en vista de que no me tomaban en ninguno de los restaurantes o cafés a los que me acercaba sino para lavar platos o baños a 18 shékels la hora, decidí darme una oportunidad.
La primera seña de que no era tan agradable como puede parecer fue al alistarme para trabajar. Para estar cómoda opté por unos jeans, unos zapatos deportivos y un top. Algo cómodo para la jornada que me esperaba. Mi compañera de casa me miró y me dijo: “Así NO vas a trabajar”. “¿Por qué no?” pregunté yo, “¿Me veo mal?”. Ese no era el problema. Enseguida trajo ella un top que más parecía un corsé de comienzos del siglo pasado y me dijo: “Ten, ponte esto, y tienes que usar tacones, los jeans están bien”. Me los puse y me miré al espejo. Hacia mucho tiempo no me sentía tan ridícula, pero decidí hacer caso omiso y ponerle buena cara “al trabajo”.
A bailar se dijo
Llegamos al sitio y me preguntaron si había trabajado antes en un bar. Sí, cuando estudiaba en la universidad en Bogotá y aún recuerdo cómo se preparan los cocteles básicos y cómo servir cerveza “del barril”. Pasaron a explicarme donde estaban los vasos, servilletas, y demás. Comenzó la noche. No había mucho hebreo que hablar, la gente pedía los tragos en ingles “Martini”, “Vodka Red Bull”, “Whisky”. Yo decía los precios, me pagaban, todo bien.
Pasada la media noche me llama uno de los “jefes” y me dice que tengo que ir al piso de abajo (donde está la música Hip-Hop). Llegué al sitio y me presentaron al dueño, un señor de unos 50-60 años, arrugado, gordo y elegantemente vestido. Yo le sonrío después de escuchar al oído a mi shutafá “Es el dueño, sé amable”. El señor básicamente me pregunta si estoy interesada en trabajar ahí, y me ofrece otro trabajo para durante el día, en un hotel. Hasta ahí todo iba bien. Luego me pregunta si quiero tomar algo. Opté por una cerveza. Me preguntaba a qué exactamente bajé, ¿estoy contratada? ¿Aún no? Decidí esperar. Al rato vuelve este señor y me pregunta si sé bailar. “Si” le respondí. Entonces me indica que debo bailar sobre la barra en una parte iluminada por reflectores con una barra al medio como en los sitios de strip tease. Yo abrí mis ojos y le dije “Ah, no, yo allá no bailo”. Enseguida viene mi compañera de casa y me dice “Vamos Hanny, es divertido, además tú sabes bailar, todas lo tenemos que hacer, es para animar a la gente”. Decidí tragarme mis prejuicios y subir al “escenario”. Bailamos mi shutafá y yo y la gente, chicos de 20-22 años, nos aplaudían, nos vitoreaban. Al fin terminó la canción y bajamos de ahí. “Bailas muy bien” me dice el dueño. Yo me limpiaba el sudor. Ya tenía otra cerveza servida en la mesa, heladita, tentadora. Decidí tomarla. Con el cansancio y el calor esta segunda cerveza ya empezaba a hacer efecto y me sentía algo mareada. Pasaron otro par de canciones, el dueño se había ido, luego de un rato regresó y me pidió de nuevo que subiera a bailar. “Estoy un poco cansada”, le respondí (era cierto, estaba exhausta, serían ya las 5:00 am), pero el me ofrece más cerveza o lo que yo quiera a lo que le respondí “No, gracias, ya tuve suficiente, no puedo tomar mas”. Entonces me pregunta “¿Quieres fumar algo?”. A mi me dio risa. El señor no sabia como descontrolarme, ya que no me dejaba emborrachar entonces iba a drogarme, “No”, le contesté. “¿Ah, eres una niña buena?”, me pregunto, irónico. “Si”, le respondí haciéndole de igual forma cara de ironía. Pero no se desanimó. Al cabo de un rato, antes de irse me pregunta, sin más: “¿Quieres pasar la noche conmigo?”, “No, gracias”, le respondí, “Llámame si cambias de opinión”, a lo que no respondí nada, y se fue. No me volvieron a llamar. A la semana me enviaron los 150 shékels del básico, sin propinas.
Luego me enteré que este señor tiene dos “novias” fijas, dos chicas etíopes de 20-22 años, y que además cada niña que quiera trabajar ahí, debe pasar por una entrevista de trabajo que incluye pasar la noche con él. Y no sólo con él. Probablemente luego también tenga que estar con los otros “jefes” que trabajan para él. Yo me pregunto, ¿y el día que uno no quiera, que pasa? Fácil, no hay contratos, no hay nada escrito, el pago es en efectivo y ambas partes confían. Ellos en que las niñas se presenten a trabajar, y ellas en que les paguen su salario. El día que “no las necesiten” más, pues simplemente las despiden, y ya. También del “comportamiento” de las meseras dependen las condiciones de trabajo, me enteré después. El dueño y los jefes de piso no permiten que las niñas den su teléfono a clientes, o bailen con ellos. Si tienen novio no es buena idea que vayan a recogerlas. El día que se hacen más propinas son los viernes y sábados, y quienes estén “en mejores términos” con el dueño y sus asistentes, trabajan ese día. Y además les asignan el piso en el que les toque trabajar. El piso de Hip-Hop no da tantas propinas como el piso de Salsa, donde el público es mayor, toma licores y cocteles y deja propinas generosas. En el piso de Hip-Hop se vende cerveza y los chicos pagan sólo con moneditas, que si dejan algo de propina, no supera los 5 shékels.
Así funcionan un buen número de las discotecas de la playa. Cuando voy a una y miro a las niñas lindas detrás de la barra que brindan con los clientes y sonríen me pregunto si son felices en su trabajo. “Te pagan porque te diviertas”. Depende qué es lo que se considera diversión. Porque para mí, divertirme es ser libre de escoger.
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