Uno de los hitos más importantes que nos unen y constituyen como pueblo es la salida de Egipto y el posterior camino por el desierto hasta Israel, nuestra Tierra Prometida.
Se dice cada año, en Pesaj, que todo judío debe sentirse “como si él mismo saliera de Egipto”, pero ¿qué tal si lo recreáramos, con el mayor realismo posible o, al menos con el realismo geográfico posible?
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