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Cine / Apuntes críticos de la realidad - Parte II

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Parte II: Miradas sobre la Shoá y el antisemitismo

La shoá, tema siempre e inevitablemente presente en la sociedad israelí, sirve de base para dos documentales completamente opuestos. El primero, Pizza en Auschwitz, de Moshe Zimerman, narra el retorno al pasado de Danny Chanoch, como él mismo afirma, doctorado de Auschwitz, quien sobrevivió a cinco campos de concentración. El viaje de Danny con su familia es un viaje para nada tradicional, alejado de toda corrección política y de cualquier convención sobre el tema. Danny no derrama lágrimas, porque afirma que si llorara, le estaría haciendo un favor a Mengele. Su recorrido por aquel oscuro pasado está cargado de humor y de informalidad, como un modo tan especial como razonable de combatir con las eternas cicatrices que quedan en la memoria de quienes padecieron aquel horror.

En el otro extremo se encuentra Stalags: Holocaust and Pornography in Israel, de Ari Libsker. Si los sobrevivientes, sea cual sea su relato sobre lo vivido, representan el costado más conocido de la Shoá, Libsker se ocupa de iluminar un aspecto solo conocido en su momento dentro de los límites de Israel. La publicación en la década del sesenta de populares libros de bolsillo, novelas gráficas que mostraban a mujeres oficiales de las SS abusando de prisioneros de los campos de concentración. Libsker devela el manto que cubría a los creadores de esta curiosa serie de literatura porno masoquista, que representó un fenómeno de ventas en Israel. En su momento se creía que estas publicaciones eran americanas (simulaban estar escritas en inglés y traducidas al hebreo), sin embargo luego se descubrió que los creadores eran judíos israelíes. En la entrevista a los creadores de este subgénero curiosamente exitoso mientras Israel se erigía como protagonista de la historia mundial al condenar a muerte a Adolph Eichmann, se revela el complejo entramado entre sexo y violencia que llevó a que esta extraña serie de novelas gráficas se convirtiera en un fenómeno pop creado y consumido precisamente en el mismo país que se ocupó de resolver las, en ese momento recientes, heridas abiertas del horror nazi.

Defamation, de Yoav Shamir, es un documental cuya pregunta de base es “qué se entiende por antisemitismo hoy”. Shamir, con el mismo nivel de humor y provocación de Michael Moore, narra en primera persona las distintas líneas que sigue su investigación para tratar de dilucidar el empleo que se hace de este término hoy en día, particularmente en Israel.

De esa manera, Shamir sigue las actividades de Abraham Foxman, director de la Anti-Defamation League, un lobbista influyente, capaz de entrevistarse con los principales líderes del mundo, y cuyas actividades y discurso logran ponerse en tela de juicio durante todo el film. A su vez, Shamir entrevista a Norman Finkelstein, escritor judío, hijo de padres que padecieron el Holocausto, y tildado de antisemita por la Anti-Defamation League a raíz de la publicación de su libro “La industria del Holocausto”, donde describe cómo la Shoá ha servido de base para sostener políticas lindantes con la paranoia social, y para el enriquecimiento de instituciones de dudoso prestigio.

Otros personajes  entrevistados son los catedráticos John Mearsheimer y Stephen Walt, también señalados por la Liga Anti-Difamación, por su libro “The israeli lobby”, que expone las históricas relaciones entre Israel y Estados Unidos. La pata opuesta en la que se apoya Shamir para reflejar el resultado de su investigación, vendría a ser, según el discurso del film, la consecuencia directa de las políticas adoptadas por el gobierno israelí y la citada liga. Shamir filma a una congregación de adolescentes israelíes que visita por primera vez los campos de concentración. Este viaje por un lado los acerca a la mirada del extraño (el que, según su creencia, está siempre dispuesto a discriminarlos por su condición de judíos), y por otro lado, los enfrenta a la presión social que los obliga a conmoverse ante las imágenes del horror nazi.

De esa manera, los adolescentes en cuestión pasan de la incapacidad total de entender las dimensiones de ese horror, a terminar de comprender el significado de aquel viaje al pasado. Defamation posee la virtud de exponer un discurso abierto, que permite suscribir y rechazar por igual algunos y otros aspectos de este, siempre con un humor netamente autocrítico, que regala secuencias brillantemente cómicas, como la entrevista a la población negra que conviven con los judíos en un barrio norteamericano, o la entrevista a la abuela del director, que afirma que los judíos de la diáspora no se van a vivir a Israel porque no quieren abandonar su necesidad de enriquecerse, porque los judíos fuera de Israel siempre van en busca del dinero.

Una vez más, el cine israelí nos sorprende con la lucidez con la que se instala en la cultura y la sociedad israelíes, los problemas principales que aquejan a Israel y al judaísmo en su totalidad. Es de esperar que estos cinco documentales, estas cinco manifestaciones de lucidez, se reproduzcan y den lugar a nuevos trabajos cinematográficos, capaces de mantener viva la llama del planteo, el cuestionamiento y la autocrítica permanente, bases para el crecimiento de una nación que aún se encuentra en proceso de evolución.

Leo Aquiba Senderovsky
 
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