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EL ATENTADO A LA AMIA, SOLO ERA CUESTION DE TIEMPO

 
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mephisto



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MensajePublicado: Mar Dic 04, 2007 9:47 am    Asunto: EL ATENTADO A LA AMIA, SOLO ERA CUESTION DE TIEMPO Responder citando

Silencio y palabras
Diana Wang
Sobrevivientes de la Shoá en la Argentina
“Perdonáme, perdonáme”, decía la voz de mi madre, desgarrada, por teléfono ese lunes a la mañana. “No sabía que iba a pasar esto. No sé por qué nos odian. Otra vez. No sabía. Perdonáme que te traje a este país. No sabía.” Sin comprender lo que sucedía, esperé hasta que se hubiera calmado y entonces supe: “Destruyeron la AMIA. Otra vez nos quieren matar”.
Inmigrantes en el puerto de Buenos Aires
Por qué la Argentina. Vinimos de Polonia a la Argentina en 1947. No habíamos elegido venir acá, fue el último recurso luego de la imposibilidad de ir a Israel o los Estados Unidos. En la Europa arrasada y caótica de la posguerra emprendimos una búsqueda desesperada de visas. Sólo pudimos conseguir una para Paraguay, palabra que evocaba frutas exóticas e imágenes desconocidas. El barco se detenía en el puerto de Buenos Aires. En Buenos Aires, que hacía pensar en prostíbulos y delincuencia, vivía una amiga de nuestra ciudad. Ante la incertidumbre y la búsqueda sin rumbo, nos quedamos. Ilegales primero, reconocidos un poco más tarde, nos establecimos aquí con la esperanza de comenzar de nuevo. No sabíamos entonces que había una expresa prohibición para el ingreso de judíos. No sabíamos que mientras nuestro ingreso no era permitido, el gobierno de Perón buscaba activamente la entrada de nazis. No sabíamos muchas cosas que después fue imposible no saber. Un punto de inflexión. Para mi familia, una familia de sobrevivientes como tantas otras, la destrucción de la AMIA –47 años después de nuestro ingreso alpaís– fue un punto de inflexión. La vida normal vivida hasta entonces, que implicaba el “olvido” de lo sucedido en la Shoá, se trastocó de cuajo. El pasado volvió con una fuerza incontenible. Las familias de sobrevivientes se comportaron de maneras diversas. Muchas, la gran mayoría, habían guardado un preservador silencio en los cincuenta años posteriores a la Shoá. Silencio incompleto, por supuesto, silencio fragmentado y que derramaba contenidos a menudo inexplicados, pero un silencio que se desbordó en 19943.
Los años de silencio
Es difícil conocer la cantidad de judíos ingresados en la Argentina entre 1945 y 1950. Muchos lo hicieron de manera ilegal, con lo cual no han quedado registros precisos. Sabemos que adoptaron distintas formas para integrarse a la sociedad argentina en relación a la decisión de vivir como judíos en esta nueva vida. Algunos optaron por el ocultamiento de su identidad, como sucedió durante la Inquisición con los judíos españoles y portugueses, mezclándose con el resto de la sociedad (algunos de sus hijos soy hoy los que buscan conocer la historia, rearmar el rompecabezas de su origen y condición). Otros eligieron un camino más suave; sin renegar, evitaron la exhibiciónde su condición judía y la participación en alguna institución comunitaria. Y otros se asumieron plenamente como judíos e intervinieron con distintos niveles en la vida comunitaria.
Diferentes caminos. Estas diferencias pueden ser encontradas en los distintos países que alojaron a los sobrevivientes. Debemos resaltar que los judíos, tanto antes como después de la Shoá, no han sido un grupo monolítico ni homogéneo. No todos los judíos europeos habían intervenido de la misma manera en la vida comunitaria en sus lugares de origen. También hay que tomar en consideración la crisis de fe de muchos sobrevivientes, que no podían responderse la pregunta: “¿Dónde había estado Dios durante la Shoá?”. Esa ausencia de respuesta los condujo a un profundo y doloroso descreimiento. Otros sobrevivientes tomaron la decisión de alejarse de cualquier manifestación judía, con la ilusión de que, si no vivían como judíos, protegerían a sus hijos de los sufrimientos que ellos habían pasado. En todo el mundo, los judíos entablaron juicios comunitarios contra algunos sobrevivientes, debido a acusaciones de colaboración con los nazis. Muchas de estas acusaciones eran falsas, pero la ordalía de los juicios y el tener que probar la inocencia condujo a algunos sobrevivientes a desconfiar de los organismos comunitarios como espacios protectores.
Argentina, tierra de diversidades. Pero hay ciertas particularidades vividas específicamente en la Argentina para comprender las diferencias de integración de los sobrevivientes a la vida judía y su largo silencio. A diferencia de otros países latinoamericanos, la cultura en la Argentina tuvo una clara hegemonía europea. La comunidad judeoargentina ha sido muy numerosa, multifacética y de una gran pluralidad política y cultural. Religiosos y no religiosos, de izquierda y de derecha, sionistas y no sionistas, idishistas y hebraístas, sefaradíes y ashkenazíes, la expresión judía en la Argentina ha cubierto casi todos los aspectos de su vida cultural y profesional. Esto puede corresponder a cualquier gran población cosmopolita, pero hay factores que distinguen a los judíos argentinos de otros: el enorme poder de la Iglesia Católica local, el terror y la represión sufridos en la “Guerra Sucia” (la dictadura militar entre 1976 y 1983) y los dos grandes ataques antijudíos: la destrucción de la Embajada de Israel, en 1992, y la de la AMIA dos años después, el mayor ataque sufrido por la comunidad judía después de la Shoá.
Antisemitismo. Argentina es una sociedad eminentemente católica, y los argentinos católicos han recibido –por décadas– sermones antijudíos en las iglesias y las pequeñas parroquias. Los judíos éramos mirados, aunque no explícitamente, con desconfianza y sospecha. Si bien los ataques antisemitas eran –salvo algunas excepciones– verbales, había posiciones que nos resultaban inalcanzables, lugares a los que no podíamos pertenecer. El argentino común, descendiente de italianos y españoles llegados en la gran ola inmigratoria de fines del siglo XIX igual que muchos judíos, es tolerante y amable; tiene un antisemitismo que llamaría latente, pero que –hecho conciente– no reconoce ni defiende. Los focos antisemitas en la actualidad pueden ser hallados en las fuerzas de seguridad –especialmente, la policía, el ejército, las fuerzas “protectoras” de la sociedad– y en grupúsculos marginales y acotados.
La “Guerra Sucia”. Durante la dictadura militar que sufrió la Argentina entre 1976 y 1983, un altísimo porcentaje de los desaparecidos estaba compuesto por judíos. Según el informe de la CONADEP, Nunca Más4, sobre la cifra estimada de 30.000 desaparecidos, más de un 10% correspondía a judíos,diez veces más que la proporción en relación a la población general. “Fela es frágil, pequeña y canta con nostalgia y melodiosidad las viejas canciones húngaras de su infancia en Budapest. Sobrevivió a Auschwitz, o como ella suele decir ‘siguió viviendo’. Llegó a la Argentina en 1948, se casó, tuvo tres hijos, un varón y dos mujeres. En agosto de 1976 su hija mayor, que estaba por casarse, no volvió una noche de la universidad. Cuando la espera se hizo insoportable, dada la dictadura militar, Fela comenzó a llamar a las amigas. Nadie sabía nada, la hija había salido de su clase como siempre, a la misma hora. No volvió esa noche. Lo que siguió fue lo que tantas madres pasaron: búsquedas en oficinas, en destacamentos, malos tratos, ninguna explicación ni noticia. Fela se unió al primer grupo de lo que después se llamó Madres de Plaza de Mayo. Su propia vida no tenía importancia, no temía los riesgos de su búsqueda: debía encontrar a su hija. Luego de varias semanas milagrosamente lo consiguió. Tuvo la suerte que otras madres no tuvieron. Lo curioso es que Fela no lo quiere contar (éste no es su nombre verdadero porque prometí guardar el secreto de su identidad).’No lo quiero contar’, me dice, ‘porque nunca se sabe qué es lo que puede pasar en el futuro y no quiero poner en peligro su vida ni la de sus hijos’”. Los judíos, como prisioneros, sufrían torturas suplementarias: más humillaciones y crueldades que los demás5. Esto fue para los sobrevivientes una confirmación de lo peligroso de mostrarse judíos, peligro que podía hacerse extensivo a los hijos. Algunos sobrevivientes han tenido, efectivamente, la cruel desdicha de haber tenido hijos en condición de desaparecidos, y siguen sin saber algo de ellos. No hay datos ciertos sobre su número porque –como Fela– muchos no lo han querido contar. Conozco personalmente unos diez casos, así que supongo que habrá algo más que eso.
La ruptura del silencio
Los judíos ganan la calle: AMIA. El atentado y la impunidad posterior que aún persiste han instalado el tema de los judíos en la Argentina como nunca antes había sucedido6. La sede de la AMIA era el corazón de la vida social judía. El golpe ha sido tan profundo que los judíos en pleno nos volcamos a las calles a demostrar nuestra oposición e indignación. Nunca como antes la presencia judía fue tan evidente para los argentinos. Nunca como antes la presencia del sentimiento antijudío fue una realidad tan evidente para los judíos. Nunca como antes muchos argentinos no judíos pudieron expresar su repudio a semejante ataque. La palabra “judío” empezó a ser pronunciada con un tono renovado. Había sido –hasta entonces– una palabra que, pronunciada, afectaba al resto del discurso de un modo muy particular. Se empezó a llamar “judíos” a los judíos, en lugar de los eufemismos habituales: israelitas, hebreos, paisanos, rusos. Comenzamos a salir a la luz, a exponernos en tanto judíos, a ser escuchados en tanto judíos; tal vez por primera vez, a ser conocidos. También nuestras instituciones adquirieron un lugar protagónico en los centros urbanos porque están protegidas por bloques de cemento para impedir otro ataque con un coche-bomba como los sucedidos. De esta manera, nuestros lugares –con la pretensión de ser preservados– están marcados. Una reedición lúgubre de la estrella con la palabra Jüde.
La legitimación de Spielberg. No sólo el atentado a la AMIA, La lista de Schindler tuvo también un peso decisivo en la apertura del dique tras el cual los sobrevivientes vivían protegidos de sus recuerdos. Fue en ella que –por primera vez– se vieron legitimados y pudieron hablar. Así como en otras partes del mundo, el filme de Spielberg legitimó la existencia de los sobrevivientes de la Shoá y les permitió salir del encierro del silencio.
Nuevos oídos. La sociedad, paralelamente, se mostró cada vez más interesada en conocer nuestras experiencias. Fuimos y somos llamados a escuelas y diversas instituciones, judías y no judías. Los sobrevivientes tienen hoy presencia en la sociedad general. Distintos grupos e instituciones que se ocupan de estos temas7 llevan adelante la tarea de difusión y enseñanza en ámbitos judíos y no judíos8.
Hoy, nuevos problemas. La Argentina ha vivido años de recesión económica. Esta profunda crisis ha prácticamente destruido a la clase media, y muchos sobrevivientes enfrentan nuevos desafíos y penurias. La devaluación sorpresiva, el desempleo, el elevado costo de los gastos, en general, y los médicos, en particular, resultan en que un tercio de los sobrevivientes debe recurrir a la asistencia económica. Pueden cubrir sus necesidades básicas gracias a la Fundación Tzedaká, de Buenos Aires, que distribuye el dinero provisto por organizaciones judías locales e internacionales. Por otra parte, los sobrevivientes –como tantos adultos mayores en la Argentina– ven a sus hijos y nietos en un camino de emigración, con lo cual deben vivir –otra vez– el desgarramiento que implica la separación de sus seres queridos. Según estimaciones, cerca de doscientos hijos y nietos de sobrevivientes de la Shoá están entre los 20.000 judíos que se fueron de la Argentina en los últimos dos años.
Las siguientes generaciones. Hoy, los sobrevivientes de la Shoá saben que el destino de la memoria está en nuestras manos, las de sus hijos y nietos, acá o donde sea que la vida nos haya llevado. Igual que en otras latitudes, en la Argentina algunos de sus descendientes asumimos nuestro lugar en la cadena dorada con la esperanza de dejar nuestro mensaje ético y humanista.
Notas
1. Con la invalorable colaboración editorial de Natasha Zaretsky, doctorada en Antropología en la Universidad de Princeton (su tesis está centrada en la memoria y la violencia en la comunidad judía de Buenos Aires), quien –con calidez y paciencia – mejoró mi versión en inglés e hizo algunas sugerencias muy atinadas respecto del texto.
2. Asociación Mutual Israelita Argentina, institución sociocultural central de la comunidad judía. Se ocupa de la red de escuelas, los cementerios, la cultura y las artes, la asistencia social de los necesitados y enfermos, bolsa de trabajo, sostén del asilo de ancianos, biblioteca, vida cultural, representación comunitaria.
3. En El silencio de los aparecidos. Buenos Aires, Acervo Cultural, 1998, describo las diferentes razones –personales, familiares, sociales– de este silencio.
4. Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1984.
5. Villani, Mario. Nazismo y antisemitismo en los campos de concentración de la Argentina. Informe presentado al juez Garzón, en Madrid, España, abril de 1999, y al Ministerio de Justicia de Israel, con la intención de someter a los genocidas a juicio en un tribunal internacional, algo que aún no se ha conseguido.
6. Es imprescindible mencionar que durante los años de la dictadura militar hubo una reacción de algunos miembros de la comunidad judía, liderados por el rabino Marshall Meyer y el periodista Hermann Schiller, quienes crearon el Movimiento Judío por los Derechos Humanos, que tuvo el coraje de exponerse y exponer sus denuncias a pesar del enorme riesgo que ello implicaba en aquellos momentos.
7. Sherit Hapleitá, la Fundación Memoria del Holocausto-Museo de la Shoá, el proyecto de la Survivors of the Shoah Visual History Foundation de Steven Spielberg, la Fundación Raoul Wallenberg, el Centro Simon Wiesenthal, March of the Living, grupo de Niños de la Shoá y su filme testimonial Aquellos niños, dirigido por Bernardo Kononovich, y el grupo de segunda generación de sobrevivientes.
8. El 15 de abril de 2003, el grupo Niños de la Shoá en Argentina ha sido honrado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por su trabajo en la “construcción de una Argentina ética y humanista”, en un acto público en el que cada uno de sus miembros recibió un diploma de agradecimiento de manos de los legisladores. La mayoría de los honrados había entrado ilegalmente al país, dado que la política de inmigración de entonces prohibía el ingreso de judíos. El reconocimiento oficial habla a las claras del cambio en la relación no sólo de los judíos con las esferas oficiales, sino específicamente de los sobrevivientes de la Shoá respecto al sentido de testimoniar su experiencia.
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