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Aires de Sefarad en Buenos Aires
Arte y Cultura
UNA NOCHE DIFICIL

Por Alberto Benchouam
sefaraires@fibertel.com.ar
Como en la noche anterior, el hombre se despertó a las tres de la mañana. Por más que lo intentara, no podía conciliar nuevamente el sueño, vueltas y vueltas, cambio de posiciones, debía tratar de pensar en positivo, según instrucciones del grupo de autoayuda, pero fue inútil, debió optar por prender el velador y la pálida luz llegó a todos los rincones del lujoso dormitorio. Se levantó para ordenar las sábanas y colchas que cubrían la cama de dos plazas, pero de a poco comprendió que su frágil descanso había terminado.
Al rato de vestirse e intentar leer, necesitó salir de su departamento, se dirigiría a un café o bar, en el centro de la ciudad para pensar hasta que llegara la mañana salvadora. Pero, al sacar el auto del garage, sintió un urgente deseo de ver el río, de recostarse sobre la costanera y fumar un cigarrillo, sometiéndose al frío, la humedad y el misterio que esa hora podía ofrecerle.
Estacionó cerca del aeroparque de la ciudad, los otros lugares no ofrecían seguridad, y cruzó la avenida, apoyándose por fin en la baranda deteriorada por el tiempo. De qué forma solucionar ese problema o hacerle frente? No tenía los elementos, ni una estrategia, ni siquiera sabía si le decían la verdad o una mentira piadosa, en dos días su vida había cambiado, una pesadilla diurna que continuaba ahora en una vigilia colmada de negros pensamientos.
A eso de las cuatro, entró en el bar de la estación aérea, y acomodándose frente a un ventanal que dominaba el río, pidió un café doble. Sin embargo, algo quería salir de su interior, no lo tenía claro, pero comenzó a sentir voces, enanitos que querían abrir sus bocas.
Tapó con la mano una parte del vidrio para observar la noche sin luna. Las palabras le surgieron de golpe.
“Está oscuro mundo” y después “oscurina preta”. Se detuvo muy asombrado ¿Cuánto tiempo hacía que no escuchaba esas expresiones? Quién las decía?
Vio llegar a un ruidoso grupo de pasajeros, afortunadamente bebieron en unos minutos y desaparecieron todos juntos detrás de una puerta de embarque. El hombre esforzaba su cerebro. Dónde, cuándo, o quizás lo leyó, o lo escuchó en una película o video.
Pero no, por fin descubrió a su abuela, corriendo la cortina de la sala, y mirando hacia el patio de la casa de infancia: Todavía está oscuro mundo, pero falta poco para roshaná, ya no está la oscurina preta del mes pasado.
Estaban a fines de agosto, o a principios de setiembre, pues ya encontraba una brisa tibia cuando salía para ir al colegio, la claridad de la mañana llegaba antes y la abuela ya seguramente preparaba los dulces para nuestro año nuevo. Pero, cómo podía salir ese recuerdo después de cuarenta años, o más, y de la nada, de apoyar una mano contra el cristal para mirar el horizonte?
Su mente, ahora, estaba en blanco, pero luego quería entender: Por qué oscuro mundo y no mundo oscuro como se dice corrientemente, seguramente lo primero era más poético, y oscurina preta, tendría que mirar el Diccionario de la Real Academia Española para ver si esa palabra existía, si era un neologismo, una invención de vieja, un recuerdo falso, y preta, por qué juntarla con el galaico-portugués?
Miró el reloj, eran las cinco y media, pidió otro café y empezó a sentir un alivio. Ahora le venían imágenes, rezos, mesas con manjares, bocados escondidos arriba del ropero, pero lo seguían fascinando las dos o tres palabras que un hilo invisible había logrado sacarle de golpe. Era tanta la fuerza del lenguaje?
Y entonces vio unos campos cubiertos de sembrados, y una modesta aldea dónde dominaba una iglesia en la altura, y una casa de piedra, parecía Castilla y a una mujer que salía y poniendo los brazos en jarras gritaba : Vuelve ya del campo, Samuel, que ya está oscuro mundo, hay que guardar los animales.
Y siguió jugando con el pensamiento, y vio una habitación, quizás en Pontevedra o Lemos y a una vieja, descorriendo una cortina de lino y expresando sus temores ante la rápida o insólita oscurina preta.
La angustia del hombre se fue aplacando, sintió la belleza de la diferencia entre oscuridad y oscurina, y percibía que algo venía atrás de eso, algo que avanzaba y le traería más alivio a su angustia.
Se dispuso a regresar al auto, pero se quedó mirando el agua unos minutos más, no podía apartar la vista , le parecía que estaba cerca de una revelación. Pronto llegaría roshaná y por supuesto la primavera empezaba a estar en el aire. Pero, había algo que le fue llegando de a segundos, desde el fondo del río, una línea clara se acercaba y en el horizonte lograba separar el agua del cielo, era el día, el fin de su noche interminable que agudizaba sus dudas y miedos, era el día que, si bien, lo más probable, no traería la solución, siempre llegaba con una cuota de esperanza.
Entonces, el hilo que buscaba en su interior le trajo el refrán escuchado en su infancia, para descargarle en parte ese peso que sentía, en la boca del alma, expresión también oída hacía mucho, mucho... ” La hora más oscura, es para amanecer” recordó, repitiéndolo y paladeándolo, una y otra vez.
Y después fue un chiste de los compañeros de la escuela: Van por el año cinco mil setecientos, porque le suman los intereses y por fin pudo movilizarse, manejar en el alba y llegar a su casa para después de tres días, afeitarse, encender el equipo de música y prepararse un desayuno suculento.
Era cierto, pasaría sólo roshaná, como lo hacía desde hacía varios años, pero sonrió pensando que mientras el mundo fuera mundo, con él o sin él en la mesa, con los intereses, o sólo con el capital, no cabía duda que a la fecha la seguirían festejando.


 

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