La Voz Judía


La Voz Judía
Nuestro punto de vista sobre la Homosexualidad:
Agudat Israel y la terapia “reparativa” para gays

Por Avi Shafran

El gran Rabino de Amsterdam, Aryeh Ralbag, fue suspendido hace algunos meses por firmar un documento donde afirmaba que uno puede ser “curado” de la homosexualidad.
Si bien fue reincorporado después de disculparse ante la comunidad por haber firmado utilizando su título oficial, el episodio nos brinda la oportunidad de considerar exactamente cuál es el punto de vista de la Ortodoxia tradicional sobre la homosexualidad, y si el rabino Ralbag estaba verdaderamente diciendo algo tan escandaloso.
Si la homosexualidad es algo fijo o si puede cambiarse, es una pregunta que sigue estando abierta. Hay gente bien informada, de ambos lados de la cuestión, pero hasta el momento no existe ninguma prueba incontrovertible de que exista un “gen gay”. En cambio no existen argumentos para dudar si la tradición judía religiosa es algo fijo o si puede cambiarse; no al menos para los judíos respetuosos de la Torá.
La Torá prohibe explícitamente el contacto homosexual (ya se trate de una inclinación homosexual o de cualquier otra cosa). Ha habido esfuerzos hercúleos en los últimos años, incluso de parte de algunos que se autodenominan judíos “Ortodoxos”, para reinterpretar la explícita prohibición de la Torá sobre la actividad homosexual masculina diciendo que se trataba de lo que la tradición judía había entendido respecto a la misma durante varios miles de años. Pero finalmente esos milenios son lo que importa a los judíos preocupados por lo que les dice la Torá más que por lo que ellos querrían que la Torá les diga.
La Torá no ordena odiar a los homosexuales ni etiqueta a las personas que se involucran en actos homosexuales considerándolos intrínsecamente malos. Las personas que trasgreden la Torá no pierden su humanidad, o, si se trata de judíos, su pertenencia al pueblo judío. Tampoco dejan de ser dignos de la compasión y el cuidado de los demás. Y aquellos que están inclinados a pecar pero no sucumben a esa inclinación, son dignos de elogio.
Pero no puede negarse de ningún modo que la Torá de un modo indubitable prohibe los actos homosexuales, y con igual claridad, sólo legitima la unión de un hombre y una mujer en matrimonio.
La sociedad moderna de nuestros días que acepta la expresión homosexual no es ni el primero ni el único choque existente entre los valores contemporáneos y los valores tradicionales religiosos judíos. Y la reacción judía de aceptar tales zeitgeists siempre han servido para recordar que nosotros somos los orgullosos descendientes de nuestro antepasado Abraham Ha’Ivri, llamado “el del otro lado” porque “todo el mundo estaba de un solo lado” de una corriente conceptual, en tanto que él estaba “del otro lado”.
El documento firmado por Ralbag –junto con otros rabinos y profesionales de la salud- aconseja “amor y compasión” hacia aquellos que tienen inclinaciones homosexuales, pero también afirma con claridad que la Torá prohibe la actividad homosexual.
Más aún, afirma que las inclinaciones homosexuales pueden ser “modificadas y curadas”, lo cual fue aparentemente lo que motivó que la dirigencia de la comunidad judía de Amsterdam inicialmente suspendiera a Ralbag.
Las principales corrientes profesionales médicas estiman que el apoyo terapéutico dirigido a ayudar a que las personas modifiquen sus orientaciones sexuales, en el mejor de los casos resulta inútil, y en el peor, contraproducente. Han habido informes de conductas abusivas bajo la apariencia de terapias de ese tipo.
Pero otros profesionales de la salud mental insisten en que intervenciones de ese tipo, llevadas a cabo de manera responsable, no sólo son seguras sino también (al menos para los que están altamente motivados) efectivas.
Y también hay un número de inconvenientes de parte de seres humanos que actualmente atestiguan que la terapia los ha ayudado a alcanzar su objetivo de vivir exclusivamente una vida heterosexual. Yo conocí a uno de tales individuos – una persona inteligente, sensible y con coraje- - que habían consultado a terapeutas que habían ayudado a decenas de pacientes a controlar sus tendencias homosexuales, y como resultado, vivía feliz, se sentía realizado y vivía una vida de cumplimiento de la Torá.
Más aún, la procreación en su forma tradicional, no es sólo una Mitzvá, un mandamiento, sino también un alto ideal judío. Es entendible que el desafío de un judío observante de la Torá que tiene atracción por el mismo sexo, aún cuando supere con éxito la tendencia a dejar liberados sus deseos se sienta presionado entre lo que su escarpado mundo interior le dicte y lo que dice la Torá. Y por eso resulta lógico que él busque formas de aliviar esa tensión. Si hay alguna posibilidad de terapia que le posibilite seguir de lleno un verdadero estilo de vida dentro de la Torá, pues entonces es esa terapia la que él debería intentar.
Sin embargo, por desgracia, en lugar de recibir ayuda y apoyo de la comunidad judía más extensa, esos judíos muy a menudo tropiezan con medios y críticos culturales que los desalientan en cuanto a renunciar a su meta de trabajar para mitigar su orientación homosexual.
Esos medios y esos críticos comienzan con la premisa de que cualquier instinto humano es inherentemente legítimo (es humano, después de todo!), y que no existen razones para que alguien busque cambiar una orientación sexual. Pero la premisa de alguien dedicado a la Torá es que el deseo Divino es lo que más importa; y que éste ha sido comunicado a la humanidad.
Un judío leal a la Torá que tenga inclinaciones homosexuales puede optar por vivir una vida célibe. Si esa fuera la única opción, él sería un verdadero judío justo al hacerlo. Pero si existen caminos para explorar que pueden conducirlo al cumplimiento (tanto en el aspecto emocional como en el de las Mitzvot) del matrimonio y de una procreación normal, hacer esa exploración es una chance que vale la pena, al margen del mandato moral.
Nosotros, los judíos tradicionalmente observantes, deseamos que todos los judíos compartan nuestra opinión sobre la misión del judío, que es buscar la observancia del mandato de la Torá tal y como ha sido preservado por quienes transmitieron la tradición judía a lo largo de la historia.
Pero si algunos, incluso la mayoría, de nuestros hermanos judíos no pueden todavía aceptar la totalidad de nuestra herencia judía compartida, nosotros deseamos que ellos al menos muestren respeto hacia la elección de otros judíos de hacerlo. Y también tenemos el buen deseo de comprobar que la actitud de esos judíos hacia las cuestiones de la vida humana, incluida la homosexualidad, provengan, no del prejuicio o de una patología, sino de la profunda convicción judía de que la Torá que nos fue entregada en el Monte Sinaí es eterna y real.

 

La Tribuna Judía 74

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