La Voz Judía


La Voz Judía
La declinación de sefarad (II)
Por Rabino Daniel Oppenheimer

Los judíos fueron acusados una y otra vez de atraer de vuelta a los conversos al judaísmo. En noviembre de 1491, Fernando conquistó el reino de Granada, que constituía el último enclave de la España musulmana.  Este evento liberó al rey de su dependencia de la contribución financiera de los judíos para sufragar sus aventuras militares, y habilitó el paso final - la expulsión de los judíos.
Si bien la situación social francamente deteriorada de los judíos ya era un hecho desde mediados del siglo XIII, a partir de la última década del siglo XIV, la suerte de los judíos de España giró diametralmente hacia lo peor, a manos de la turba desenfrenada, y alimentada por sermones de monjes infames.
Aun así, los judíos, como sucede tantas veces, estaban convencidos que de alguna manera lograrían sostenerse en pie en plena tormenta. Sin embargo, en 1377, el gobierno español promulgó una larga serie de leyes anti-judías. A pesar de que estas leyes no fueron aplicadas con todo su rigor, marcaron el tono a seguir por la población, que entendió que desde ahora los judíos ya no estaban protegidos por las autoridades, y contribuyó así al terrible pogrom de 1391.
En 1412, los antisemitas vieron concretado su plan: Los judíos fueron desalojados brutalmente de sus hogares ancestrales, que fueron confiscados y entregados a los cristianos. En muchos sitios se vieron circunscritos a ciertos barrios de las ciudades, y fueron excluidos de las profesiones y de la mayoría de las empresas comerciales.
Estos trágicos sucesos fueron el prólogo y la causa directa de la posterior expulsión, que sucedió un escaso siglo más tarde.

Los traidores y los conversos
Algunos de los conversos traicionaron a sus antiguos hermanos y se convirtieron en rabiosos enemigos de los judíos. Como tantas otras veces, el sentimiento de culpa (en este caso, de haber abandonado a sus allegados) conlleva a la auto-justificación – y al consecuente delirio.
Pablo de Burgos (ex-Shlomó Halevi), anteriormente había sido un muy respetado miembro de su comunidad, y fue ascendido a la posición de arzobispo, convirtiéndose así en miembro del gobierno. A petición del fanático predicador Vicente Ferrer, Pablo elaboró la legislación anti-judía que redujo a los judíos a la pobreza en 1412. Asimismo fue instigador de numerosas polémicas contra los judíos, y a partir de su iniciativa, Benedicto XIII, el así llamado antipapa español, ordenó el debate público en Tortosa, que duró un año y medio (desde febrero 1413, hasta  noviembre 1414) y en la que participó Rav Iosef Albo representando a los hebreos. Al término de este debate aunque el triunfo de Rav Iosef Albo fue palmario y total, el antipapa emitió un decreto restringiendo aun más las libertades de los judíos, incluyendo una disposición que prohibía el estudio del Talmud.
Por otro lado, muchos de los conversos, o “nuevos cristianos” que en secreto se seguían aferrando a su fe judía, se convirtieron en la mayor fuente de problemas, pues la población resentía su riqueza e influencia y los odiaba con pasión.  Como consecuencia, se acusaba a los judíos de complicidad en ayudar y encubrir la duplicidad de estos hermanos “cristianos”.
Gran parte del recelo hacia estos conversos se debía también al hecho irónico que, una vez convertidos al cristiano, se levantaban todas las restricciones anteriores en contra de su ascenso económico y social...!
Poco después del terror que culminó en 1412, algunos de  estos conversos se transformaron en una clase privilegiada. En 1420, ya se habían convertido en los principales banqueros, comerciantes, cortesanos y expertos legales de España. Se casaron en su mayoría con miembros de las familias cristianas aristócratas y poderosas de España y, en algunos casos, incluso con miembros en las casas reales, comenzando a vivir de manera extravagante.
Todo esto produjo un odio celoso entre los cristianos “verdaderos y de pura sangre”. A pesar de los intentos de los conversos por caer en gracia y comprar la simpatía de la inquisición mediante la donación de enormes sumas a la iglesia y sus instituciones, éstas no fueron aceptadas, y, de hecho, fueron resentidos por la nobleza y las masas españolas.
No importaba lo que intentaran, los conversos no podían borrar la “mancha” de su anterior judaísmo. A pesar que estos conversos se separaron por completo de sus raíces judías en menos de dos generaciones, les tomaría siglos ser finalmente absorbidos en la España cristiana. La Inquisición siguió su terror contra ellos en el siglo XVIII y los persiguió también hasta el Nuevo Mundo (América Central y del Sur; en Lima estaba la sede de la “Santa Inquisición”).

El debate de Tortosa
Vicente Ferrer pues fue a Aragón y su programa de odio se adoptó también allí.
Tuvo gran influencia sobre el nuevo rey, Fernando de Antequera. En Aragón residía el anti-papa español, Benedicto XIII, que tenía un médico judío, Iehoshúa Halorki, que lo asistía.  Ferrer logró que Iehoshúa públicamente se convierta al cristianismo. Luego, Ferrer, Benedicto XVI y Halorki se unieron ahora para llevar a cabo un plan para convertir todos los judíos restantes de España.
Se organizó un gran debate que sería presidido por el Papa preside, en el que la fe cristiana saldría triunfante, obligando a los judíos abatidos a aceptar el bautismo.
El gran debate en Tortosa se inició el 07 de febrero 1413. Las reglas eran muy diferentes de los de Barcelona en 1263.
En esta oportunidad – a diferencia del debate del Rambá”n 150 años antes, no había libertad de expresión, y la disputa no se realizaría entre dos partes parejas, ni tenían  un moderador relativamente justo, y no había duda en cuanto al resultado.
El debate se prolongó hasta junio de 1414, y finalizó con el  pronunciamiento de nuevos decretos y prohibiciones en contra de los judíos.
La presión implacable ejercida contra los participantes judíos durante el debate hizo que muchos de ellos a quebrarse y se convertirse en el acto.

Rav Iosef Albo
Una de las estrellas rabínicas del debate fue Rav Iosef Albo, discípulo de Rav Jisdai Crescas. Sirvió como rabino de Daroka, un suburbio de Zaragoza, y después viajó a Castilla. En el debate religioso celebrado en Tortosa, defendió valerosamente el Talmud contra los ataques del apóstata Iehoshúa Halorki.
Rav Iosef era experto en medicina, matemáticas y filosofía, y es famoso por su obra filosófica, Sefer HaIkarim (el libro de los Principios), en el que analiza los principios de la fe. En este texto divide las creencias religiosas en tres categorías:  principios (ikkarim), raíces (shorashim) y ramas (anafim).
Los “principios” son las ideas que son esenciales para cualquier fe, y cuya supresión sería su negación.
Estos son tres: (a) La existencia de D”s, (b) Un revelación Di-vina del Código de Leyes y creencias (Torá min HaShamaim), y (c) recompensa y retribución Di-vina.
Para la Iglesia, el debate en Tortosa sigue siendo un hecho vergonzoso. Para los judíos, una experiencia desmoralizante a pesar que no se rompió su espíritu de los judíos por completo.
Sin embargo, cuando los decretos estaban a punto de ser ejecutados, Benedicto XIII fue depuesto como papa, y el rey de Aragón murió poco después. Temporalmente, el tema de los judíos pasó a segundo plano y la comunidad judía sintió que había sobrevivido de alguna manera lo peor.
Las Ieshivot continuaron floreciendo en España hasta el mismo día de la expulsión. Rav Itzjak Kanpanton (Darkei haGuemará), un gran maestro en España, encabezaba una gran Ieshivá en Zamora y era reconocido como el estudioso líder de la Torá que quedaba en España en el siglo XV. Entre sus alumnos estaban Rav Itzjak de León, y Rav Itzjak Abohab (autor de Menorat haMaor).
Algunos judíos todavía ocupaban cargos de importancia en las cortes de los reyes, y seguían siendo demandados como médicos y académicos. Otros seguían activos en las finanzas y el comercio. Pero a mediados del siglo XV, los judíos españoles ya presentían que el fin estaba muy cerca.
En 1453, la gran ciudad cristiana de Constantinopla cayó ante los turcos musulmanes. La derrota del cristianismo provocó una reacción mesiánica entre muchos judíos españoles, que sentían que sus sufrimientos en realidad constituían el preludio de la redención. Los rabinos trataron de contener el ardor mesiánico, presintiendo correctamente que sólo llevaría a una mayor desilusión y finalmente a más apostasía.
Sin embargo, un elemento positivo de este fervor mesiánico, fue que decenas de familias judías españolas emigraron de España a la tierra de Israel. A ellos se unieron tantas otras familias judías españolas durante las décadas en curso, y que formarían el núcleo de la presencia juhdía en Israel en los próximos tres siglos.

Matrimonio de Fernando e Isabel
En 1469 Isabel, heredera al trono de Castilla, se casó con Fernando, príncipe heredero de la corona de Aragón. Cuando se accedió a la regencia en 1474 y Fernando de Aragón se convirtió en rey en 1479, conjuntamente gobernaban prácticamente el territorio íntegro de lo que es la España moderna (a excepción de los moros de Granada y Navarra).
Juntos, fortalecieron el poder de la monarquía, eliminando adversarios molestos, asistidos por un judío talentoso, rico y erudito Avraham Seneor, una persona astuta pero muy complicada, siempre sirviendo a muchos amos contradictorios al mismo tiempo. Ahora este hombre se convirtió en uno de los principales financistas de los Reyes Católicos.
A finales de 1470, Avraham Seneor fue nombrado el “rabino jefe, juez supremo, y director de impuestos para toda la población judía de Castilla”.
Hasta 1492, trató de mitigar la aplicación de los decretos perversos, protestando abiertamente los excesos de la inquisición, y para contener el celo religioso excesivo respecto a la cuestión judía. Pero finalmente, en 1492, cuando se vio obligado a elegir entre la expulsión y la pobreza o la conversión y el mantenimiento de su poder – también este hombre de ochenta años sucumbió y se convirtió al cristianismo.

La inquisición y los “autos de fe”
En 1478, el Papa Sixto IV, exhortado por influyentes clérigos españoles, emitió un proyecto de ley autorizando a que se reanudara la inquisición en España. La inquisición ya era una institución antigua en la iglesia.
¿Qué era la inquisición?
Originalmente había sido creada para ubicar y castigar a cristianos renegados.  Sin embargo, en España su objetivo principal fue el de erradicar las tendencias judaizantes entre los cristianos y, sobre todo entre los marranos (tal como fueron llamados los judíos encubiertos).
Aquellos que profesaban abiertamente su judaísmo, a pesar de que su posición material se vio muy afectada, no estaban sujetos a la inquisición. Esta perversa institución se ocupaba principalmente de los conversos, y entre éstos, los sospechosos de haber permanecido verdaderamente judíos, o peor aun, la de fomentar que otros conversos vuelvan a la práctica judía. Estos desdichados, regularmente eran objeto de delaciones, detenciones, tortura, juicio, mortificación y  quema en la hoguera en los “autos de fe” (la quema pública de herejes “culpables”) siempre bajo control de la “santa” inquisición.
Fernando e Isabel veían a la inquisición como un brazo de la política estatal, y no como simple un tribunal religioso independiente. Estaban decididos a resolver el problema de los disturbios causados por la presencia de tantos judíos conversos en medio de la España cristiana.
Después de los continuos disturbios contra judíos y conversos que se produjo desde 1474 hasta el final de la década, los monarcas buscaron una mano fuerte para guiar el nuevo poder de la Inquisición en 1482. Así fue que en 1483, Tomás de Torquemada, un fraile dominico, fue nombrado inquisidor general para toda España bajo el dominio de los Reyes Católicos. De inmediato comenzaron las acciones judiciales inquisitoriales en Ciudad Real y Guadalupe, desarraigado a todos los conversos sospechados de prácticas judías.
Los inquisidores eran nombrados por el gobierno, que financiaban esta empresa, al apoderarse de los beneficios obtenidos por la confiscación de las pertenencias de los “conversos” ricos, que eran “descubiertos” practicando su judaísmo.
La Inquisición se convirtió en la ley del país en septiembre de 1480, y en febrero de 1481, se realizaron los primeros “autos de fe”.
El papa protestó y se declaró públicamente los excesos de este tribunal, sospechando que estaba motivado por la codicia y ambición de la reina, más que por su celo religioso. Sin embargo el ritmo de los autos de fe no cesaron, y bajo la dirección de Tomás de Torquemada, alcanzaron nuevos niveles de crueldad.
Finalmente, nadie estaba a salvo. Ni siquiera los sacerdotes, monjes, monjas, y jefes de las órdenes de la iglesia y las instituciones estaban exentos de sospecha, detención y castigo. Muchos prelados e inquisidores de la Iglesia y los propios verdugos, fueron - en última instancia - destruidos por su propio aparato de terror.
Así se mantuvo durante 300 años y fue exportado por los españoles y portugueses a sus colonias en América y Asia.
Los traidores acechaban por todos los rincones, y no se podía confiar en nadie. En 1485, el “Santo Tribunal” llegó a Toledo y su comunidad judía - una de las más poderosas y fuertes en España – y se derrumbó en el humo de los autos de fe. La inquisición siguió actuando en Zaragoza y Teruel durante ese año.
En septiembre, Pedro de Arbués, jefe inquisidor de Zaragoza, fue asesinado mientras estaba arrodillado en sus oraciones en la catedral local por ocho asesinos que lograron escapar. Muchos de los conversos locales, algunos de ellos los principales ciudadanos de Zaragoza, fueron detenidos y ejecutados por su participación - nunca demostrada - en la “conspiración”, acabando con su influencia en la política del reino de Aragón
En 1488, la Inquisición embistió en Barcelona, la capital de la España judía.
En 1490, la Inquisición “demostró” la veracidad de una absurda calumnia de sangre en La Guardia y ejecutaron a varios judíos desventurados por “matar a un niño cristiano por crucifixión” para el uso de su sangre con fines rituales judíos.
El reinado de terror de Torquemada con la complicidad de los Reyes Católicos, se prolongó durante doce años. Llevó a juicio a miles, muchos de los cuales fueron ejecutados, y muchísimos más otros tipos de tormentos. Cerró definitivamente la puerta de esperanza para los judíos españoles, y la iglesia en toda su furia ahora daría el golpe de gracia final.
Los fanáticos religiosos que rodeaban a la reina,, no estaban aún satisfechos con sus logros, sino que deseaban que España se deshiciera de todos los judíos - convertidos o no convertidos.
Los judíos fueron acusados una y otra vez de atraer de vuelta a los conversos al judaísmo. En noviembre de 1491, Fernando conquistó el reino de Granada, que constituía el último enclave de la España musulmana.  Este evento liberó al rey de su dependencia de la contribución financiera de los judíos para sufragar sus aventuras militares, y habilitó el paso final - la expulsión de los judíos.

Abarbanel
El final de la España judía, se refleja en la vida de su último gran líder, Don Itzjak Abarbanel. Su abuelo, Shmuel Abarbanel de Sevilla, un rico comerciante y una importante figura política judía, fue forzado a convertirse públicamente al cristianismo durante los disturbios de 1391. Su hijo Iehudá, padre de Don Itzjak, fue llevado de contrabando fuera de España y criado como un judío en Lisboa, capital de Portugal. Iehudá tuvo gran éxito comercial, financiero y diplomático, y eventualmente se convirtió en el tesorero real de Alfonso, rey de Portugal.
Su hijo, Itzjak, estudió en Lisboa bajo la dirección de Rav Iosef Hayun, y ya era conocido en su juventud por su destreza en la comprensión de la Biblia y el Talmud. También tenía muy buena preparación en latín, griego, filosofía, astronomía y matemáticas, lúcido en las complejidades de las finanzas, la banca y el crédito mercantil. En 1471, cuando murió Iehudá, Itzjak le sucedió como tesorero real de Portugal.
Al mismo tiempo, enseñaba regularmente Torá en la sinagoga principal de Lisboa y se convirtió en el líder efectivo de la judeidad portuguesa. Tenía fuertes contactos en las altas esferas gubernamentales de Portugal, y no dudó en utilizarlos a favor de las necesidades de los judíos.
En 1481, era el más poderoso cortesano en la corte de Alfonso V. Pero, cuando Alfonso murió en 1481, la fortuna de Don Itzjak disminuyó notablemente. El nuevo rey, Joan II, restringió los derechos de los judíos en Portugal y acusó a Abarbanel de conspirar en contra suya. Don Itzjak escapó de Portugal a España en 1483 y fijó su residencia en Castilla, decepcionado por el trato que había recibido en Portugal, después de tantos años de servicio leal y productivo a la corona de ese país.
Con tristeza reconoció que tal vez había cometido un error al servir a un amo terrenal con tanto celo, y se comprometió en adelante a un mayor esfuerzo en los reinos de la Torá y la espiritualidad.
Sin embargo, no se le permitiría seguir persiguiendo su vocación espiritual. En 1484, habiéndole precedido su fama como una extraordinaria figura financiera y diplomática, fue alistado por los Reyes Católicos para ayudar a financiar su guerra contra Granada, el último enclave musulmán en la península ibérica. Abarbanel y Avraham Seneor utilizaron sus grandes talentos para ayudar a que España se convierta en una potencia mundial.

La expulsión
Más allá del valor (en todo sentido) de los judíos, Torquemada, Fernando e Isabel, estaban decididos a deshacerse de los judíos, eliminando así la atracción de los conversos por volver a su fe y, asimismo, robustecer el rol de España como el país principal y más cristiano de Europa.
El 30 de marzo de 1492, se firmó el fatídico edicto. Hasta finales de julio, los judíos debían abandonar (el último grupo se marchó en Tishá beAv) el país, llevando consigo sólo lo que podían cargar con ellos – o convertirse al cristianismo.
Se realizaron enormes esfuerzos por evitarlo, y Don Itzjak Abarbanel ofreció – en vano - enormes pagos a la corona para influir en la pareja real a fin de que desistan de su ejecución.
A fines de julio de 1492, más de 200.000 judíos salieron de España. La escena de su salida y la expulsión, está representada por un sacerdote católico, un testigo presencial del evento:
“Dentro de los términos fijados por el edicto de expulsión, los judíos vendieron y se deshicieron de sus propiedades por centavos, andaban pidiendo a los cristianos que les compren, y no encontraban compradores, hermosas casas y propiedades fueron vendidas por monedas, una casa fue trocada por una mula, y un viñedo permutado por un mantel blanco o sábanas...
“Los judíos ricos pagaban los gastos de la partida de los pobres, practicando la mayor caridad de uno hacia el otro para que, a excepción de unos pocos de los más pobres, no se convirtieran.
“Durante la primera semana de julio, tomaron el trajín de la carretera y dejaron la tierra de su nacimiento, los niños y adultos, ancianos y jóvenes a pie y los caballeros montados en burros y otros animales, y en carretas.
“Y continuaron su viaje, cada uno al puerto al que se debía ir, yendo a lo largo de los caminos y por los campos con gran dolor y desdicha, algunos caían, otros levantándose, algunos morían, otros nacían, por lo que no había cristiano que no sentía lástima por ellos.
“Siempre, a través de donde quiera que pasaban, los judíos eran invitados a ser bautizados. Pocos, a causa de las dificultades, se convirtieron y se permanecieron, pero eran una pequeña minoría.
“Los rabinos fortalecían su coraje e hicieron que las mujeres y los jóvenes tocaran los instrumentos y las panderetas para animar a la gente.
Así se fueron de Castilla y llegaron a los puertos del mar...
Los que iban a embarcar en el puerto de Cádiz, tan pronto como se vislumbraron el mar, se lanzó en gritos, los hombres y mujeres, los ancianos y los niños.
En sus oraciones que rogaron a D”s por Su misericordia en la esperanza de ver Sus  milagros para que les abriera un camino a través del mar”.
Así fue la odisea de los judíos en el extremo de España. Miles de los exiliados, tal vez decenas de miles, murieron en el mar y en tierra, en busca de un nuevo hogar. La población judía de Portugal aumentó cuando numerosos refugiados procedentes de España atravesaron sus fronteras.
Pero Portugal fue un respiro muy temporal. El 5 de diciembre de 1496, el rey Manoel de Portugal procedió a expulsar a los judíos de su reino. En septiembre de 1497, los judíos que aún no habían dejado Portugal fueron sometidos a atrocidades y miles de bautismos forzados, especialmente los niños.
El éxodo de España fue liderado por Don Itzjak Abarbanel. Abarbanel había logrado despachar una parte de su riqueza y la mayor parte de su gran biblioteca de libros raros y manuscritos.
Se estableció en Nápoles, Italia, donde tenía la intención de volver a dedicarse exclusivamente a los escritos y el estudio de la Torá.
Sin embargo, también esta esperanza fue frustrada por el rey de Nápoles, quien lo puso a su servicio. Abarbanel se encontró una vez más en el cargo de tesorero real.
En 1494, los franceses saquearon Nápoles y la casa y biblioteca insustituible de Abarbanel ardieron en llamas. Viajó a Sicilia y luego a Corfú, regresando finalmente a Nápoles. Allí completó su comentario al TaNa”J, así como sus obras sobre Avot, la Hagadá de Pesaj y numerosos tratados filosóficos, muchos de los cuales tratan de temas mesiánicos.
Escribió mucho, con el objeto de fortalecer a los abatidos sefardíes y alentarlos a que permanezcan firmes a su fe en su nuevo exilio. Falleció, finalmente, en Venecia.
Abarbanel permanece como símbolo del judío del exilio, que a menudo sirve a extraños y falsarios amos, siendo poco apreciado, y finalmente destruido por sus beneficiarios.
En marzo de 1498, el último resto de judíos en la península Ibérica fue expulsado de a. España estaba “libre” de judíos.
Había concluido un capítulo glorioso en la historia judía, y la judeidad sefaradí se redujo drásticamente en número. Pero volvería a sobrevivir y prosperar con el tiempo en sus nuevas localidades y podrían otra vez reconstruir sus comunidades.
CONTINUARA…

 

La Tribuna Judía 68

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