La Voz Judía


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Física y Fe Ciega
Por Rabino Avi Shafran

Un ensayo reciente perteneciente a un científico galardonado, presenta una destacable y significativa revelación que ilustra el pensamiento científico actual respecto a la naturaleza del universo.
El mencionado profesor, quien paradójicamente se llama Alan P. Lightman (en castellano: “hombre que ilumina”), quien es uno de los mayores contribuyentes al conocimiento de los procesos de astrofísica, ha titulado su trabajo publicado recientemente en la revista Harper’s Magazine, “El Universo Accidental: la crisis de fé en la Ciencia”.
Al revisar la historia de la física teórica, él subraya cómo “hasta hace pocos años los físicos acordaban en considerar que el universo entero…estaría basado en unas pocas verdades matemáticas y en principios de simetría. Nosotros estábamos acercándonos a una visión respecto a nuestro universo donde todo podía predecirse y ser calculado y comprendido”.
Un colega del Profesor Lightman, Alan Guth, se refería al tema en estos términos: “Retrotrayéndonos a los años 1970 y los 1980, había una sensación de que éramos tan inteligentes que podíamos imaginarnos casi todo”. Con esto se refería a las fuerzas fundamentales de la naturaleza. Según recuerda el Profesor Lightman, el Profesor Guth repetía esa frase con una “sonrisa muy amarga”.
El motivo de esa sonrisa tan amarga se debía a aquello que “había perturbado a algunos científicos durante décadas”, a saber, los cálculos cuidadosos que era necesario realizar para demostrar que si algún detalle fallaba en los parámetros fundamentales de nuestro universo que los hiciera alejar un milímetro de lo que ellos son, la vida podría no existir.
Si la fuerza nuclear (que liga a protones y neutrones en un núcleo atómico) fuera unos pocos puntos porcentuales más vigorosa, todos los átomos de hidrógeno se hubieran fusionado con otros átomos de hidrógeno para formar helio. Sin hidrógeno no hay agua; y presumiblemente, sin agua no hay vida. De igual modo, si el monto de algo llamado “energía oscura” de nuestro universo (de la cual se cree que alimenta la observable expansión del universo) fuera apenas levemente diferente de lo que es en la actualidad, “la materia nunca hubiera podido fusionarse” y formar átomos compuestos.
“La capacidad de las fuerzas básicas y de otros parámetros determinados de nuestro universo parecen estar en una fina armonía”, explica el Profesor Lightman, “con la finalidad de permitir que la vida exista”.
Para evitar llegar a la conclusión -¡que la Ciencia no lo permita!- de que nuestro universo fue en cierto modo intencionalmente creado para la vida, algunos científicos prefirieron basarse en el modelo “multidiverso”, que es la teoría de que existe un cierto número de “universos” paralelos al nuestro, y que ocurre que el nuestro simplemente cuenta con las configuraciones necesarias para formar los elementos que conocemos y que favorecen que exista la vida; y que los humanos sean los que la arruinen completamente.
El Profesor Lightman señala que el enfoque multidiverso subyace a la verdadera aventura de la física en tanto constituye una descripción de la realidad, y resume de esta manera la teoría:
“Partiendo del azaroso paraguas cósmico que contiene miles de millones de universos, sucedió que hayamos podido desarrollar un universo que crea las condiciones para posibilitar la vida”.
El admite, por supuesto, que “no tenemos un modo imaginable de observar esos otros universos y tampoco podemos probar su existencia”.
Tampoco, por supuesto, podemos probar lo contrario. De este modo, la teoría multidiversa releva a sus adherentes de tener que ponderar el hecho de la peculiar e increíble hospitalidad que tiene nuestro cosmos para dar espacio a la vida.
El argumento de que la complejidad y la utilidad de la naturaleza marca un camino hacia un Creador – el “argumento de un proyecto”- tradicionalmente se ha centrado en la tierra y sus criaturas. Y ha sido dejado de lado por muchos, a la vez que refutado por las modernas teorías del desarrollo biológico.
Sin embargo, ahora que nos enfrentamos a la evidencia devenida del propio cosmos respecto a que los verdaderos fundamentos de la física parecen tener un impresionante engranaje con la vida, los científicos han decidido resguardar a la física pura de las cuestiones metafísicas. Al estilo de Sansón, por cierto, ellos lanzan el grito de “¡dejen que mi física perezca junto con los Filisteos!”.
“Si, con el fin de mantener al Creador fuera de nuestros pensamientos es necesario socavar todo lo construido por la física”, ellos declaran, “pues bien, entonces, por Quienquiera que sea, eso debe hacerse! ¡Larga vida a la Multidiversidad!”
Durante muchos siglos no se hizo ninguna distinción entre la “ciencia natural” y la “ciencia moral” –esta última relativa a la teleología (el proyecto de la naturaleza)- , el propósito de la humanidad y la existencia de un Creador. Ambas en conjunto comprenden la “ciencia”, término que proviene del latín “conocimiento”.
Eventualmente, sin embargo, el conocimiento estuvo departamentalizado. “Ciencia” es un término que pasó a significar tan sólo a las ciencias físicas, y la preocupación por otras partes de la verdad fue delegada a reinos artificialmente creados como la “filosofía” o la “teología”.
Ahora bien, al parecer, los verdaderos descubrimientos de la ciencia física han orientado a sus descubridores precisamente en la dirección de una verdad teológica.
Desgraciadamente, tal como George Orwell lo señalara alguna vez, en ocasiones puede haber una lucha formidable para simplemente ver lo que estaba frente a las propias narices.

 

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