La Voz Judía


La Voz Judía
Con el último aliento
Por Rabino Daniel Oppenheimer

El último pasaje de Tehilim (150:6) dice “Todo el alma alabará a D”s…”. y sobre esto, nos dicen los Sabios que el rey David alababa al Todopoderoso fielmente “con cada respiro” que exhalaba.

Puesto que la gran mayoría de los humanos que afortunadamente estamos sanos, no somos conscientes de esta función fisiológica que cumplimos continuamente al inhalar el aire fresco en nuestros pulmones, permitiendo que nuestra sangre se oxigene y que nuestro organismo funcione, nos cuesta identificarnos con esta profunda frase de los Sabios.
Efectivamente, no pensamos en las miles de oportunidades en las que nuestros pulmones aspiran el aire incesantemente durante todo el día y toda la noche, y podríamos llegar hasta abstraernos y olvidarnos de esta maravilla que ocurre involuntariamente durante semanas, meses, años - y en definitiva - ¡toda la vida!

Pero hay personas que lo dan todo en su vida, agradecen, alaban - y dedican cada respiro a la misión que entienden que D”s les encomendó y por la que los mandó a este mundo terrenal.
Una de esas personas excepcionales fue Rav Noson Tzvi Finkel sz”l, Rosh Ieshivat Mir, a quien acabamos de perder hace escasos días.
Aproximadamente un año atrás, tuvimos el privilegio que él visitara Argentina, y para la gran mayoría de las personas que lo han visto en aquella oportunidad, el impacto de notar que quien dirige una de las Ieshivot más grandes del mundo - si no la más grande, con sus 6.500 alumnos - se movía con una inestabilidad y fragilidad con la que jamás se pensaría que podría llevar adelante tal magna responsabilidad.
Pero - como contrapartida - detrás de esa vulnerabilidad física, había una tenacidad y una voluntad férrea, que lo acompañaron desde su juventud y a través de todos los inmensos logros de su corta vida.

Rav Noson Tzvi llevaba el nombre de su famoso bisabuelo Rav Natan Tzvi - el “Saba” de Slabodka (Ajdut # 627). Había nacido y crecido en Chicago, en un hogar observante, pero dentro de una sociedad muy arraigada a las costumbres americanas, con toda la perspectiva de convertirse en un judío promedio más, dentro de tantos otros.
Esto cambió radicalmente cuando visitó Israel a los 15 años (como contaba él, vistiendo su gorra de beisbol), y entró en contacto con su gran tío-abuelo, Rav Leizer Iehuda Finkel sz”l, quien había vuelto a establecer en Ierushalaim la Ieshivá de Mir (nombre del pueblo polaco original) en la cual se desarrolló durante más de un siglo (Ajdut # 694) antes de la II Guerra Mundial.

Rav Leizer Iehuda de inmediato reconoció el potencial y el profundo amor que Rav Noson Tzvi sentía por la Torá y se dedicó a él, organizando que alumnos mayores y experimentados, se dediquen a estudiar personalmente con él y alimentar su alma sedienta de estudio. Más tarde, Rav Leizer Iehuda propició que se case con su nieta, la hija mayor de quien lo secundaría en la dirección de la Ieshivá tras su muerte, Rav Beinush Finkel sz”l.
Rav Noson Tzvi evocaba aquellos momentos de proximidad a Rav Leizer Iehuda, quien le infundió el amor por la Torá que lo caracterizaría el resto de su vida. Recordaba que en cierta oportunidad, “espió” a su tío-abuelo en la mitad de la noche cuando éste se levantó para estudiar y tomó uno por uno los tomos de las Guemarot para darles un beso a cada uno.

El ahínco por el estudio de (quien sería luego) Rav Noson Tzvi jamás amainó en todos los años, y así llegó a vencer todos los obstáculos y sobresalir por sobre sus compañeros. Quienes lo conocieron de cerca, cuentan cómo estudiaba 12 horas por día, y no descansaba siquiera los días viernes, en los que muchos se toman el día para ocuparse de otros quehaceres terrenales, o Shabat, en los que la mayoría de la gente quiere recuperar un poco de sueño.

“¿Qué debe hacer la persona para alcanzar la sabiduría?” - preguntaron los hombres de Alejandría a Rabí Iehoshúa.A lo que respondió: debe dedicar tiempo a aprender mucho y minimizar los negocios. Sin embargo, los alejandrinos insistieron “muchos lo hicieron, pero no lo lograron”. Rabí Iehoshúa agregó entonces, que también se debe rogar al “Dueño” de la sabiduría que se la conceda (Nidá 70:).

Cuando Rav Noson Tzvi estudiaba, no quería interrumpir por cuestiones banales de las que podía prescindir. Por lo tanto, aun cuando su esposa servía bebida para tomar, gustosamente servía de beber a su Javruta (colega de estudio), pero se abstenía él de tomar, por no sentirlo como una necesidad imperiosa.

Rav Jaim Shmuelevitz sz”l, también anterior Rosh Ieshivá de Mir y tío político de Rav Noson Tzvi, solía narrar la famosa historia de Rabí Akiva y su esposa Rajel, quien instó a su marido a ir a estudiar Torá.
Luego de una estadía inicial de 12 años ininterrumpidos, Rabí Akiva volvió a casa en momentos en que un vecino decía a Rajel que su marido la había abandonado en la pobreza (su millonario papá la había desheredado por haberse casado con “un ignorante”).
Ante estas palabras provocativas, Rajel respondió al hombre que si de ella dependiera, Rabí Akiva debía seguir estudiando otros 12 años adicionales.
Al escuchar la convicción de su esposa, Rabí Akiva retornó a la Ieshivá sin siquiera ingresar a su casa, volviendo recién al final de los 24 años escoltado por una gran cantidad de alumnos.

La pregunta obvia es: ¿por qué Rabí Akiva no se tomó siquiera unos minutos para agradecer en aquel momento a su esposa, que permitía con tanto sacrificio y abnegación, que él adelantara sus profundos estudios de Torá?
Y la clásica respuesta de Rav Jaim era: “12 años, más 12 años - pero con una interrupción en el medio - no suman 24 años...
Rav Jaim solía ilustrar esto con un ejemplo: una pava sobre el fuego que se coloca y se quita a cada minuto, jamás hervirá: solamente llegará al hervor si permanece sobre el fuego el tiempo necesario sin ser retirada de la hornalla.
En cierta oportunidad Rav Noson Tzvi necesitaba un par de anteojos nuevo. Pidió al óptico que el marco nuevo sea idéntico al anterior.
¿Por qué? - indagó el óptico.
“Para no desviar la atención de los alumnos en el próximo Shiur” (al ver algo distinto en su semblante) - respondió Rav Noson Tzvi, en la tradicional postura de Mir.
Dedicación exclusiva
Leemos en la Torá que cuando el patriarca Iaacov arribó por primera vez a Jarán - el poblado en el que residía su tío Laván - se acercó a la fuente de agua del pueblo y se encontró con los pastores lugareños que esperaban reunirse todos para poder mover la enorme piedra que tapaba el pozo, del que debían extraer agua para dar de beber al ganado.
Al rato llegó su prima Rajel con el rebaño de Laván, y Iaacov removió esa enorme roca por sí solo, sin ayuda de nadie. Rash”í (Bereshit 29:10) menciona que Iaacov lo hizo “como quien quita el corcho de una botella pues tenía mucha fuerza”, un comentario que requiere entender por qué se lo destaca. Sin embargo, dice Rav Jaim, al analizar las plegarias de Shminí Atzeret, en las que pedimos lluvia abundante para la próxima temporada, se menciona que Iaacov “unificó su corazón” para desplazar la piedra. ¿Qué significa esta críptica expresión?
Explica Rav Jaim: cuando Iaacov se proponía cierta meta, se aplicaba a ella totalmente y sin limitaciones. Así también se había dedicado al estudio de la Torá (según explica el Midrash) durante 14 años sin siquiera permitirse dormir cómodamente sobre una cama.
Así también, en aquel momento no se trató de un milagro sobrenatural, sino del descubrimiento de su energía interna espiritual que le permitió realizar esa hazaña al enfrascarse totalmente en la misión que tenía frente a sí.

Y así también fue la vida de Rav Noson Tzvi: una entrega continua e ilimitada a estudiar, crecer personalmente y sostener la creciente responsabilidad que recaía sobre sus hombros.
Responsabilidad
Pero, aun después de leer lo que ya expusimos, no deja de inquietarnos una pregunta: ¿por qué debía Rav Noson Tzvi contraer semejante compromiso en el que debería juntar millones de dólares anuales para mantener la Ieshivá?

Rav Jaim Shmuelevitz también solía hacer hincapié en sus alocuciones, a la grandeza de quien está a la altura de las circunstancias al asumir la responsabilidad que le cabe y de la que es capaz de asumir. Es más: decía que la grandeza de la persona se mide según la responsabilidad con que respalda sus acciones.
Esto se ve demostrado en la elección por parte de la Torá, de la tribu de Iehudá para que sus descendientes ejerzan la monarquía de la nación. El Talmud trae diferentes opiniones acerca del motivo por el que fue elegido justamente Iehudá.
En varios momentos de su vida asumió la responsabilidad que le atañía (aun cuando en algunas instancias les concernía también a los demás hermanos): salvó al hermano Iosef de la muerte, salió de garante ante su padre y luego ante el Faraón por Biniamín, reconoció su participación en el episodio con Tamar, y, luego, sus descendientes santificaron el Nombre de D”s al ser los primeros en arrojarse saltar al Iam Suf (Mar Rojo) abriendo camino así a que D”s haga el milagro de cortar las aguas (Tosefta Brajot).

Ya antes del fallecimiento de Rav Beinush en 1990, le fue diagnosticada a Rav Noson Tzvi la enfermedad del mal de Parkinson - un trastorno del sistema nervioso central, que causa la pérdida progresiva de la función muscular. Existen diferentes medicamentos que ayudan a controlar los temblores y espasmos sintomáticos de esta enfermedad, pero Rav Noson Tzvi se negaba a tomar estos remedios, por los efectos secundarios, ya que nublan la mente, haciendo que el aprendizaje sea más difícil y también provocan la pérdida de memoria, ambos inaceptables para él.
“¿Y yo: sí puedo?”
Con ese ímpetu y con esa determinación, Rav Noson Tzvi seguía adelante su vida - sin detenerse.
En cierta ocasión llegó a Brachfeld, donde se encuentra una de las “sucursales” de la Ieshivá, para dirigir la palabra a toda la Ieshivá.
Por error, había habido un mal entendido respecto al horario, y los maestros locales habían comenzado a dictar sus clases.
Se dio vuelta de inmediato, para no interrumpir el estudio que ya estaba desarrollando como de rutina.

Rav Aharon Leib Shteinman shlit”a, a quien visitaba frecuentemente antes de viajar al exterior, le preguntó si se sentía con suficiente fuerza para viajar, pero Rav Noson Tzvi respondió que él “podía viajar también sin fuerzas”.

Estaba citado para ver a un donante cuya oficina estaba en un 18º piso, pero el ascensor no estaba funcionando. El pedido de quienes lo acompañaban para disuadirlo, no tuvieron efecto. Luego de 45 minutos, y con mucho esfuerzo, estaba arriba.

Uno de los millonarios a quien le solicitó un aporte considerable, respondió a Rav Noson Tzvi que “no podía” darle esa suma. De inmediato, y con el esfuerzo que eso significaba para él, se puso de pie y preguntó: “¿Y yo: sí puedo…?”
Insoslayable: el cuidado de las Midot
Cuanta un alumno sobre su reciente visita a la Argentina:
“Ya habíamos arreglado con un par de personas que estarían en una fiesta y que podían apoyar al Rav de manera muy generosa, que el Rav iría aquel día domingo por la mañana al hotel en donde se realizaba el evento, para que los entreviste y tengan oportunidad de darle una donación para la Ieshivá. Así, sin tanto esfuerzo, y de manera honorable, podía recaudar para su Ieshivá.
La noche anterior, después de haber ido a visitar a un enfermo, y de haber participado de una reunión multitudinaria en una sinagoga, lo encontré al Rav en el comedor de la casa donde paraba despierto a las 3.30 de la mañana, pensando...
Le pregunté qué estaba pensando en ese momento, ya que era muy tarde para estar solo en el comedor.
A lo que me contestó: ‘...estoy analizando si realmente mañana debo ir al hotel para encontrarme con la gente allí. Seguramente las personas estarían en la mitad de una fiesta, y si bien ellos aceptarían subir a verme, el problema no sería ellos sino: cómo se sentiría el anfitrión...”.
Después de 10 minutos, el Rav decidió no ir, cancelando su estadía en el hotel.
No solamente que no pidió ir al Hotel para poder aprovechar fácilmente la presencia de los potenciales donantes y poder ser el ‘tema’ de la fiesta, sino que canceló su estadía allí, para no hacer sentir mal al prójimo”.

En uno de sus discursos, se puso de pie para hablar ante del público y sus palabras fueron tan solo tres: “veahavta lereajá kamoja” (amarás a tu prójimo como a ti mismo), concluyendo ahí la disertación.

Muchos donantes salían impresionados e impactados por la figura del Rav. Pero en una de esas citas, se encontraba ante él una persona muy adinerada, y después de haber charlado varios minutos, el Rav le pidió una suma muy importante para su Ieshivá.
En ese momento el donante no dijo nada, y se fue malhumorado. (El Rosh Ieshivá, pedía el aporte de manera muy directa, pues opinaba que al ser eso únicamente para el estudio de la Torá y en lo más mínimo un interés propio, era lo que correspondía).

Después de unos días, el Rav se enteró que esta persona se sintió dolida, por cómo el Rav le había hablado, y llamó al cuñado para que escribiera una carta de disculpas. El Rav la leyó detenidamente y luego la firmó para que la envíen: ‘…si tengo que pedir disculpas, más allá de tener razón o no, se debe pedir disculpas de corazón...’.
Amor por cada estudiante
Otra herencia que legó Rav Leizer Iehuda Finkel a Rav Noson Tzvi, fue el afecto especial por cada uno de sus alumnos (salvo que en este caso se elevó exponencialmente) aun cuando no hubiese motivo especial, y aun si no merecía esa muestra de cariño diferenciada.
Contaba uno de ellos: A fines de 1970, el Rav Noson Tzvi solía dar un shiur a los muchachos de la Ieshivá. Cuando uno de sus alumnos de repente se desmayó sin razón aparente, Rav Noson Tzvi insistió en que el muchacho se mude a su casa para recuperarse hasta que los médicos determinen el motivo del desmayo. Más de tres décadas después, este alumno - ahora él mismo maestro en Estados Unidos - aún recuerda cómo Rav Noson Tzvi cuidó de él: “Me acompañó a un médico, y más tarde, cuando fui a otro médico solo y de repente me di cuenta de que no tenía el dinero para pagar por un examen que el doctor quería realizar, llamé a la casa de Rav Noson Tzvi. Él me dijo que esperara en el consultorio del médico, y al rato, estuvo allí con el dinero”.
Los médicos nunca pudieron determinar por qué el muchacho se había desmayado, pero Rav Noson Tzvi mantuvo al alumno en su casa durante una semana hasta que se sintió seguro de que la recuperación fue completa…

Otro alumno narró:
Luego de cinco meses de planificación, compras y preparar las valijas, me encontraba con un grupo de otros alumnos recién llegados frente a la casa del Rosh Ieshivá. Entramos a la casa todos juntos, y comencé a preguntarme si tendría que decir mi “shtickel Toire” (alguna reflexión talmúdica) frente a todo aquel grupo de gente desconocida, algo que no me entusiasmaba demasiado. Pero con el primer vistazo que tuve al observar sentarse al Rav a la cabeza de la mesa, nos calmamos todos.
Rav Noson Tzvi miró a su alrededor con una sonrisa dibujada en su rostro. Se dirigió a cada joven individualmente, preguntándole cuál era su nombre y en qué Ieshivá había estudiado anteriormente. Luego nos dio a cada uno para que llenemos un formulario, lo cual en efecto nos convertía automáticamente en alumnos de Ieshivat Mir Ierushalaim.
“Esperen” - dijo de pronto, cuando nos pusimos de pie para marcharnos - “ustedes son baalei jov (deudores). Cada uno de ustedes me debe un “shtickel Toire”. Vuelvan en un par de semanas para decírmelo”.
Tal como un allegado me explicó luego: “El Rosh Ieshivá tiene dos metas: Torá, y “ben adam lajaveró” (cualidades interpersonales). Efectivamente, él quería oír el ‘shtickel Toire’, pero no por parte de un grupo de chicos cansados que apenas había comenzado a aclimatarse a su ‘nuevo hogar’”.
Torá para todos
Así creció la Ieshivá, con el afán de Rav Noson Tzvi que nadie que quisiera estudiar, quedara excluido. Dijo alguien: “si deseas estudiar, en Mir, no importa quién es Tu padre o de dónde vienes”.
Así se sentó, en una oportunidad, a estudiar con un niño pequeño de siete años, que le envió una nota que quería estudiar Jumash con él.
En una de tantas ocasiones en las que quería dar su Shiur, pero la fuerza física no lo acompañaba , tomó un papelito y escribió: “Slijá, nisiti…” (perdón, intenté).

Quienes fuimos afortunados de tener el privilegio de estudiar con Rav Noson Tzvi, algunos de ellos en forma personal, y a pesar de haber transcurrido tantos años, llevamos con nosotros aquel legado de amor, tranquilidad y pasión por el estudio de Torá.
Rav Noson Tzvi no solo fue el Rosh Ieshivá que la hizo crecer, fue uno de los más fieles exponentes de la tradición de Mir en su máxima expresión, y quedará en nuestra memoria y alma, como imagen a la que debemos aspirar a emular.

 

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