La Voz Judía


La Voz Judía
Las cruzadas y sus consecuencias
Por Rabino Daniel Oppenheimer

El iniciador de los Tosafot en Alemania fue Rav Itzjak ben Asher (Riv”a), ya mencionado anteriormente. También alumno de Rash”í, es citado a menudo en nuestras ediciones de Tosafot. Había sido comerciante por muchos años y viajó por toda Europa. Se afincó en Speyer, donde dirigió una famosa Ieshivá. La mayoría de los líderes de los judíos alemanes en el siglo XII fueron sus alumnos


Las expediciones de los cruzados que habían intentado durante más de un siglo asegurar una posesión consolidada y definitiva en Israel habían fracasado. En 1203 otro gran grupo de guerreros cristianos se embarcó hacia “Tierra Santa” (Israel) para intentar arrebatar el control de Jerusalén a los musulmanes. Esta fue ya la cuarta Cruzada, y su principal logro fue el saqueo de Constantinopla, la capital cristiana ortodoxa griega. Este acto de violencia y codicia selló para siempre la puja entre la iglesia griega y la iglesia romana. Nunca llegaron a Jerusalén. Terminó siendo adversa para los propios intereses cristianos en Oriente Medio. En 1210, otra Cruzada de ¡niños pequeños! marcharon por toda Europa para que con sus “corazones puros” lograran lo que los mayores no habían podido alcanzar. Finalmente también estos fueron presa de la muerte, el fracaso, la esclavitud y la desilusión.

En 1216, nuevamente una quinta Cruzada fue lanzada, comandada por Federico II de Alemania. Inicialmente tuvo éxito al derrotar a los musulmanes en Egipto, y logró mediante un tratado, que los musulmanes devolvieran Jerusalén. Sin embargo, pronto afloraron conflictos internos entre los cruzados, y esto se combinó con una incipiente rebelión en su propio país, lo que obligó a Federico a abandonar Palestina de urgencia, sin consolidar sus triunfos. Esto dejó a Jerusalén nuevamente bajo control de los musulmanes.

Pasaron los años.
La situación de los judíos en Francia estaba en franco deterioro.
El rey Luis IX de Francia, estaba muy influenciado por Nicolás Donin, un judío apóstata, quien lo había incitado aun más en su “obsesión” religiosa, hasta llegar a quemar todos los libros judíos que pudo encontrar en su reino en 1242 (catástrofe inmensa, si consideramos que todos los libros eran manuscritos, pues no existía aún la imprenta).

Rav Iejiel se convirtió en el líder de la Ieshivá de París en 1224. Trescientos alumnos venían a escuchar las conferencias de Rav Iejiel, incluido el autor de Tosafot Rav Itzjak de Corbeil, y el Mahara”m de Rothenburg.
Nuestras ediciones de Tosafot mencionan a Rav Iejiel de París, y muchos Poskim antiguos registran sus dictámenes, p.ej. Orjot Jaim y Kol Bo.
Luis IX obligó a Rav Iejiel a debatir con Donin, que había denunciado el Talmud ante el papa como conteniendo blasfemias contra el cristianismo. Junto con Rav Iejiel, tres Tosafistas más participaron del debate: Rav Moshé de Coucy, Rav Shlomó ben Shmuel de Falaise, y Rav Iehudá ben David de Melún.
Si bien Rav Iejiel y sus colegas mostraron gran coraje, sapiencia y dignidad, el veredicto oficial en contra de ellos estaba decidido de antemano, y el resultado de la disputa fue que en un viernes por la mañana de 1242, veinticuatro carretas repletas de volúmenes del Talmud, fueran quemadas en las calles de. París. Ese viernes fue observado como un día de luto y de ayuno durante muchas generaciones.
Con el empeoramiento de las condiciones de los judíos en Francia, Rav Iejiel emigró a Eretz Israel en 1260 junto con su hijo, el Rav Iosef, y otros estudiosos. Se estableció en Acre, donde fundó la academia talmúdica denominada Medrash HaGadol d’París.
Luego decidió que era su turno asumir el liderazgo de las cruzadas. La primera en 1254 terminó en un fracaso. En la segunda oportunidad, murió en el camino. Desde ahí en más, los musulmanes continuaron con su empuje inexorable para desalojar a los cristianos y finalmente los mamelucos de Egipto invadieron la zona y derrotaron a los defensores cristianos.

Las cruzadas terminaron quitando a la iglesia (en parte) su dominio sobre Europa. La “infalibilidad” de los papas se vio muy cuestionada, y los europeos entraron en contacto con otras formas de pensar. Esto permitió un cambio en las rutas de comercio, una pequeña apertura en el estudio, la tecnología y la exploración, creando una atmósfera que eventualmente conduciría hacia el Renacimiento.

Uno de los últimos autores de los Tosafot de Francia, fue Rav Moshé de Coucy, que escribió la obra halájica más completa de los judíos ashkenazim de su tiempo: Sefer Mitzvot Gadol (Sema”g). Hasta la aparición del Shulján Aruj en el siglo XVI, el Sema”g se usó como el texto base autorizados de aquel Halajá. En él, se analizan en detalle todos los 613 mandamientos de la Torá con comentarios de ética intercalados en su lenguaje legal.
Esta fue la primera obra ashkenazí que se basó principalmente en el Mishné Torá de Ramba”m, y para muchos ashkenazim fue su primer contacto con dicha obra (que no estaba aún difundida en su país).

Rav Itzjak de Corbeil, que también era un Tosafista importante, escribió una obra paralela al Sema”g, aunque en una escala mucho menor. Originalmente llamada Amudei HaGolá, es mucho más conocida como el Sefer Mitzvot Katán (Sema”k). Esta obra, dividida en siete secciones que corresponden a los siete días de la semana - para facilitar su repaso - y proporciona una versión completa, pero concisa, de los requisitos halájicos para la vida judía.

Los Tosafot de Alemania

El iniciador de los Tosafot en Alemania fue Rav Itzjak ben Asher (Riv”a), ya mencionado anteriormente. También alumno de Rash”í, es citado a menudo en nuestras ediciones de Tosafot. Había sido comerciante por muchos años y viajó por toda Europa. Se afincó en Speyer, donde dirigió una famosa Ieshivá. La mayoría de los líderes de los judíos alemanes en el siglo XII fueron sus alumnos. Murió cerca del 1130.

Rav Efraim de Bonn escribió el Sefer Zejirá, en el que describe muchos de los sufrimientos padecidos por los judíos en aquellas épocas y los exterminios de los que él había sido testigo ocular.

Rav Iehudá HaJasid (“el piadoso”, hijo de Rav Shmuel haJasid), es conocido por su gran labor: el Sefer Jasidim. En este texto, Rav Iehudá transmitió disciplinas para el cumplimiento de las Mitzvot (Shabat, Cashrut, etc.) e inspiración en los rezos. También trató temas vinculados a la creencia en la retribución Di-vina por los actos humanos: recompensa y castigo, los pecados y la contrición requerida por haberlos cometido. Su método de enseñanza abarca ejemplos reales de la vida diaria, convirtiendo su obra en un clásico muy admirado por el público. También legó a su familia y alumnos un famoso testamento ético (las “Tzavaot” de Rav Iehudá HaJasid), que dejó una profunda huella en el carácter, las costumbres y el comportamiento de los judíos ashkenazim hasta hoy.

Rav Eliezer ben Ioel HaLeví (Ravi”á), Rosh Ieshivá en Colonia, Alemania, escribió una de las obras halájicas más autorizada del tiempo, Avi HaEzri, y ganó fama ampliamente como líder de su pueblo en un momento muy difícil.
Durante su estadía en Colonia, la posición de Jazán (cantor) quedó disponible. Probablemente por su deseo de ganarse el sustento de una fuente que no fuese el rabinato, Ravi”á se postuló para el puesto. Un judío bien intencionado - pero mal informado - con la intención de honrar al eminente estudioso, dispuso que el obispo local formalmente colocara a Rav Eliezer en su nuevo cargo. El obispo llamó al Ravi”á, se quitó la propia mitra y la colocó sobre la cabeza del rabino diciendo: “Aquí tienes el puesto de Jazán”.
Enojado por esta maniobra, Rav Eliezer replicó: “Mi señor: ¡no es justo que reciba de manos de ustedes el apego hacia nuestro Creador!” Puesto que sentía que ser emplazando por el obispo implicaría que el cristianismo era superior al judaísmo, Ravi”á rechazó la posición que él había aceptado previamente.
Luego, Rav Iehudá de París (Sir Leon) centralizó la labor de los autores de los Tosafot en su Ieshivá en París.

Rav Elazar Rokeaj de Worms fue el autor del Sefer HaRokeaj, una famosa obra ética y halájica. También fue uno de los editores finales de los Tosafot y de un comentario que recientemente se descubrió sobre el libro de oraciones. En 1197, en un pogrom en Worms durante la segunda Cruzada, su esposa y dos hijas fueron asesinadas ante sus ojos.

Mahara”m de Rothenburg
El último de los grandes Tosafistas de Alemania fue Rav Meir (Mahara”m) de Rothenburg, alumno de R. Iejiel de París.
Al regresar a Alemania, era calificado como la mayor autoridad en el país, y sus decisiones y decretos fueron considerados vinculantes en toda Alemania.
Mahara”m vivió y sirvió como rabino en las comunidades de Worms y Rothenburg. En esta última ciudad, estableció una Ieshivá que atrajo a numerosos discípulos, y fue desde allí que él envió la mayoría de sus responsas (Teshuvot).
Entre los numerosos alumnos estaban el Ros”h, Rav Mordejai ben Hilel, Rav Shimshon ben Tzadok, Rav Meir ben Iekutiel, Rav Jaim Or Zarua, Rav Itzjak de Duren, y Rav Moshe Parnes de Rothenburg, quien registró las costumbres de su maestro en el Sefer haParnes.

Puesto que la condición de los judíos en Alemania se deterioraba día a día con nuevos impuestos, duros decretos y masacres, Mahara”m decidió abandonar el país y buscar refugio en otras tierras. Cuando llegó con su familia a Lombardía, fue reconocido por el apóstata Kneppe, quien informó al obispo de Basilea (que pasaba por allí) de la identidad del Mahara”m.
El obispo inmediatamente notificó a las autoridades locales que arrestaron al Mahara”m y lo entregó al emperador Rodolfo I. Éste lo encarceló a fin de extorsionar con un enorme rescate a la comunidad judía. A pesar que se había reunido la exorbitante suma de treinta mil marcos, Mahara”m, determinó (según la Mishná en Guitin 4:6), que no se pague, por temor a alentar al gobierno a encarcelar a otros líderes comunitarios con el mismo propósito.

Durante sus siete años de prisión, Mahara”m estudió, enseñó, y continuó respondiendo por escrito a todas las preguntas de Halajá que se presentaban. R. Shimshon ben Tzadok, que logró permiso de las autoridades para visitar a su maestro con frecuencia, registró sus enseñanzas y costumbres en una obra que más tarde se conoció como “Tashbetz”. Mahara”m también mantuvo una voluminosa correspondencia con el resto de sus discípulos, a los que no se les concedió permiso para verlo.

Aun después de que el Mahara”m muriera en la prisión, el gobierno rechazó el pedido de entrega de sus restos, a fin de seguir extorsionando por el rescate, al no liberar su cuerpo para que reciba sepultura. Permaneció así en la cárcel por otros catorce años. Finalmente, en 1307, R. Alexander ben Shlomó Wimpen entregó la mayor parte de su fortuna, para traer los restos del Mahara”m a una sepultura judía. Solamente pidió a cambio, ser enterrado junto al gran sabio, petición que le fue concedida.
El Mahara”m dejó un gran legado de escritos. Compuso comentarios a los Sedarim Zeraim y Taharot, Tosafot diversos tratados, y Tosafot en nuestra edición del tratado Iomá.
El Mahara”m también escribió sobre Brajot (leyes de las bendiciones), Hiljot Shejitá (leyes de la faena ritual), Hiljot Semajot (leyes del duelo), Halajos Pesukot, Piskei Eruvin (leyes del Eruv), y muchas otras obras.
Veinte de los himnos litúrgicos del Mahara”m son conocidos, siendo el más famoso de ellos su lamento Shaalí Serufá baEsh (por la quema del Talmud en París en año 1242) que se recita en las Kinot de Tishá BeAv.
Maharsha”l escribió sobre él: “modesto y puro, no hubo nadie en las últimas generaciones que se compare a él”.

También Rav Itzjak de Viena escribió una gran obra halájica: el Or Zarúa.
La secuencia de este trabajo sigue el orden de los tratados del Talmud con muchas citas Tosafot referidos al pie de la letra.

El Mahara”m fue maestro de Rav Asher (Ros”h). El libro halájico del Ros”h, escrito como anexo al Talmud, se basa en las tradiciones de Rav Meir, y es un ejemplo del enfoque alemán de estudiar Talmud junto a sus implicancias halájicas. Con la muerte de Rav Meir en 1293 y la emigración del Ros”h a España un año más tarde, el período de autores alemanes de Tosafot llegó a su fin.

La judeidad ashkenazí luego de las cruzadas
A lo largo de los siglos XIII y XIV matar judíos despiadadamente se tornó en una forma de vida en gran parte de la Europa cristiana, especialmente en Alemania y Austria. Disturbios y masacres eran el destino infausto e injusto de los ashkenazim, en un tenor desconocido hasta entonces en su exilio.
Sin embargo, nunca perdieron su férrea voluntad o determinación religiosa. No hubo conversiones en masa entre los ashkenazim, ni aflicción por la riqueza, las carreras u oportunidades perdidas. Su amor por la Torá, su altísima valoración por la sabiduría talmúdica y su apego tenaz a las costumbres y observancias, jamás cejaron.
Aunque no podían protegerse físicamente, crearon un idioma, una cultura y un estilo de vida que conservaba su moral, la pureza y la espiritualidad.

Las comunidades alemanas se desarrollaron de una manera ligeramente diferente a sus homólogos franceses. Los judíos en Alemania nunca habían gozado de la libertad relativa que existió anteriormente en Francia. Tuvieron poco contacto con el mundo no-judío que los rodeaba, y se tornaron hacia su interior, de una manera mucho más intensa. La piedad de los judíos alemanes era legendaria, y sus líderes espirituales eran conocidos como Jasidei (los hombres piadosos de) Ashkenaz. Este nombre ilustra el énfasis que los judíos alemanes ponían a la santidad y a la rigurosidad en la observancia de la Halajá y las costumbres. Prácticamente ignoraron el mundo que los rodeaba, y el esmero que los Tosafistas dirigían hacia la decisión de la Halajá del Talmud, más que a la composición de un comentario detallado sobre el mismo.

Al destruirse sus comunidades, los judíos se trasladaron y formaron nuevos centros: Frankfurt, Würzburg, Bamberg, Erfurt, Viena, Praga y Regensburg. Pero trágicamente, los pogromos continuaron persiguiéndolos por donde quiera que se mudaban. En 1298-99, toda la población judía en Bavaria se enfrentó con el exterminio a manos de Rindfleisch. Sólo las comunidades de Regensburg y Augsberg se salvaron.

Para los judíos, la época de los cruzados y los años inmediato posteriores, representa un tramo muy sangriento en su historia, al ver caer la antigua comunidad, por culpa de persecuciones religiosas, expulsiones, la quema de valiosísimos e irreemplazables libros, y el peligro permanente. Esto obligó a los judíos ashkenazim a buscar nuevos horizontes. A finales del siglo XIII, los judíos comenzaron a trasladarse hacia el este de Europa: primero hacia Bohemia y Austria, y eventualmente, a Lituania, Polonia, Hungría y Rumania, una zona que hasta ese momento no conocía hebreos, pero que se convertiría en el corazón palpitante de los judíos durante los siguientes siete siglos.

Las palabras de los líderes de aquellas épocas que claramente reflejan su sentimiento hacen erizar la piel:
“Afortunados somos, si cumplimos Su deseo, y afortunado es aquel que se sacrifica por la unidad de Su Nombre. Esa persona está acreditada para entrar en el Mundo Venidero, a sentarse en compañía de los justos como Rabí Akivá y sus compañeros, que son los cimientos del mundo y que han muerto por Su nombre. Además, ha intercambiado este mundo de oscuridad por un mundo de luz, un mundo de sufrimiento por un mundo de alegría, el mundo transitorio para un mundo que permanece para siempre”.

Las kinot (lamentaciones) leídas en Tish’á beAv se dedican también a estos trágicos acontecimientos. En una amarga poesía se describe la escena desgarradora de un padre dirigiéndose a su hijo - y HaShem:
“Puesto que no merecí cultivarte en el aprendizaje de la Torá, ahora debo ofrendarte cual un Korbán”.
En la kiná que describe el baño de sangre en las tres comunidades en el río Rin: Speyer, Worms y Maguncia que ocurrió en el día de Shavuot, dice en referencia:
“En el día que la Torá había sido dada, también fue devuelta. Ascendió a lo alto hasta el lugar de su morada, junto a su armazón y envoltorio, junto a sus intérpretes y quienes lo exploran, los que la estudiaron tanto en la oscuridad de la noche, como en el resplandor del día”.

 

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