La Voz Judía


La Voz Judía
El secreto de la supervivencia
Por Mijael Polaj

Es la primera vez que siento estos pensamientos tan cerca de la experiencia que estoy viviendo. Por muchos años Latinoamérica, a diferencia de otros países, era un lugar recatado; las normas morales se guardaban, la vestimenta, era parte del color de la ciudad, en otras palabras, la gente se vestía. Hoy poco queda de esto, caminar por las calles y estar expuesto a toda la cultura de la publicidad provocativa es un peligro. Nuestra sensibilidad como seres humanos esta desapareciendo. Nos venden todo, con la sonrisa de la linda chica media vestida, en el mejor de los casos.

Alguien aun se acuerda de los griegos, que entre otras cosas adoraron al cuerpo y su poder físico; o de los romanos que continuaron con esta cultura de fiestas, gulas, orgías, lucha de gladiadores contra animales y finalmente hombres en contra de hombres matándose para satisfacer a los espectadores en las galerías del teatro.

Alguien me puede indicar ¿dónde puedo encontrar un griego clásico o un romano hoy en día?

Culturas que llegaron al más alto nivel de desarrollo, tanto en lo tecnológico como en las artes y letras; culturas que conquistaron grandes zonas del mundo e impusieron su sello, desaparecieron dejando nada más que el recuerdo en la historia universal y uno que otro palacio, coliseo, templo o ruina, hasta que muchas veces los arqueólogos e historiadores aprenden lo poco que se sabe de estas antiguas culturas que pasaron, por sus cementerios.

¿Y qué pasa con los judíos?

Veamos lo que nos relata el escritor Mark Twain:
“El judío ha llevado a cabo una lucha maravillosa en este mundo, en todas las épocas; y lo ha hecho con las manos atadas a la espalda. Podría ser presumido de si mismo y ser excusado por ello. Los egipcios, los babilonios y los persas, surgieron, llenaron el planeta de ruido y esplendor, para luego desvanecerse en un pesado sueño y desaparecer; siguieron los griegos y los romanos, e hicieron gran estruendo y ya no están; otros pueblos han surgido, y sostuvieron sus antorchas en lo alto durante un tiempo, pero se apagaron y ahora descansan en el crepúsculo o han desaparecido. El judío los vio a todos, los venció a todos y ahora es lo que siempre ha sido, sin mostrar ningún indicio de decadencia, de deterioro por el paso del tiempo, de debilidad de sus miembros, de disminución de energía, de embotamiento de su mente despierta y lúcida.
Todo es mortal a excepción del judío; todas las otras fuerzas pasaron pero él permanece. ¿cuál es el secreto de su inmortalidad? (Revista Harpers, 1899 republicada en “Los ensayos completos de Mark Twain” Doubleday 1963, pag 249)

¿Qué paso con las grandes culturas? ¿por qué desaparecieron? Permítanme proponer una pregunta para tratar de entender lo que pasó. ¿podemos decir que la pérdida de los valores morales y éticos conduce a la destrucción de un pueblo?.

Tal vez sí, pues en cierta forma estos valores nos hacen diferenciarnos de los animales. La falta de recato, la falta de respeto por el prójimo, el odio, la codicia, los deseos, todo esto tiende a destrozar al ser humano, su núcleo familiar y social.

“No es en absoluto apropiado para una persona inteligente correr detrás de la bajeza de los deseos de esta naturaleza, porque a qué se debe que se le llame hombre sino tiene el espíritu del hombre que asciende a lo Alto y no el de la bestia que desciende debajo a la tierra. Cualquier persona inteligente sabe que es apropiado para ella diferenciarse de un caballo o de un perro en sus deseos”.
(Shaar ha Tefillah por el Beer Mayim Chayim)

¿Acaso nosotros los judíos estamos al margen de esto, acaso nuestras fuerzas espirituales nos mantienen separados de estas ideas y nos dan la fuerza para seguir viviendo?

Sí. Aquel que vive de acuerdo a las enseñanzas de la Torá se separa de estas ideas, toda la convivencia entre seres humanos cambia, las Leyes de Lashón Hará (no hablar mal del prójimo) por ejemplo, o las leyes concernientes a Nezikim, (daños y perjuicios) nos arman de una sensibilidad extraordinaria para no dañar ni decir algo inapropiado delante de un individuo. Las leyes de kashrut, nos enseñan qué y cómo comer, nos ayudan para controlar el instinto animal que hay en todos nosotros.

Si aquellas feministas supieran cómo la Torá cuida a la mujer, cómo cuida su sanidad corporal y espiritual, respetarían con gran celo cada una de sus normas. Nuestros sabios nos enseñan: “El honor de la hija del Rey está dentro del hogar” - la mujer es apodada “hija del Rey”.

En la Edad Media en Europa, acusaron a los judíos de ser los culpables de la Peste negra. Una gran parte de la población judía no perecieron de este mal por las medidas de higiene que guardaban, lavándose las manos antes de comer, y yendo a la Mikve (baño ritual), medidas que también ayudaron a mantenerlos limpios. La Torá reglamenta para aquellos que pertenecían al campamento en el tiempo que el pueblo de Israel estaba en el desierto, que debían salir a hacer sus necesidades fuera de él y cubrir sus excrementos; vemos en la Torá una regla que conduce a la santidad del lugar y también a la higiene del mismo.

Seguro que los valores morales y éticos cuidaron al pueblo judío; seguro que la pureza del hogar, previniendo la entrada de influencias extrañas y el cuidado de nuestras tradiciones y costumbres ayudó al mantenimiento de este pueblo de las adversidades. Pero por otro lado, la Torá ordena a los padres enseñarles a sus hijos, no como una norma de buena costumbre sino como un mandamiento. En el estudio de la Torá, la lectura, la escritura son obligatorios para el judío, es el medio de transmisión y desarrollo de las generaciones venideras.

Contestándole a Twein: el secreto de su inmortalidad reside en el cuidado de cada eslabón de la cadena. Cada tradición es importante, cada hora de estudio de Torá es importante, cada canto y cada fiesta es importante, las leyes de la kashrut son importantes y el cuidado del Shabat es importante, pero todo es factible cuando elegimos la pareja judía para formar el hogar que será el próximo eslabón en la cadena.

Se cuenta la historia del rey Luis XIV que le pidió al famoso filósofo Pascal una prueba de la existencia de una fuerza sobrenatural en el mundo. Pascal le respondió: "¡Los judíos, su majestad, los judíos!".

 

La tribuna Judía 42

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