La Voz Judía


La Voz Judía
Es Roigen

Hirsch Leib era un hombre rico que acostumbraba comer los mejores manjares que el dinero podía comprar. Sin embargo, cada vez que un jasid llegaba a Kotzk, él dejaba de lado sus costumbres –especialmente todas las que tuvieran que ver con el confort, el honor o la riqueza.
Todos sabían que el Kotzker Rebe había ahorrado dinero y que se había alejado de todo ese asunto como si se tratara de una plaga contaminada. Por lo tanto, una visita a Kotzk para ver al Rebe no debía ser motivo para sorprenderse por la comida sencilla que se servía en su mesa.
Sin embargo hay límites para todo, y ese Tu B’ Shevat Hirsch Leib no pudo evitar sentirse rebajado cuando el Rebe le dijo repentinamente al gabai: “Tráele un poco de herring a nuestro invitado!”.
¿Herring?!, ese horrible pescado que sólo se servía en la más pobre de las tradiciones.
Para peor, a la indignidad de servirle ese “manjar” se le agregaba otro problema. En verdad, su delicado paladar no podía soportar ese sabor.
Pero, ¿qué podía hacer? El plato de herring estaba servido frente suyo. Del otro lado de la mesa estaba sentado el Kotzker Rebe, que comía su herring con enorme satisfacción.
“Nu, Hirsch Leib”, le dijo el Rebe, “Es roigen!, coma este caviar!
Para no desairar al Rebe, el jasid superó su disgusto y comió el pescado.
Algunos meses más tarde se desató una guerra. Sucot se aproximaba rápidamente y los jasidim estaban preocupados. Si se cerraban las fronteras, ¿cómo iban a hacer para conseguir sus etroguim para las fiestas?.
A medida que pasaban los días, sus preocupaciones iban en aumento. No había ni tan sólo un simple etrog en ningún lugar del país. Finalmente, pocos días antes de Iom Tov, un radiante Hirsch Leib pidió ver al Rebe. Mientras el Kotzker Rebe y los jasidim miraban, él cuidadosamente desenvolvió el manto de tela que protegía la preciosa “joya” que él había tratado de conseguir durante un reciente viaje hecho al exterior. ¡Era un etrog!
Los jasidim recordaron en ese momento la extraña comida que habían tenido en Tu B’Shevat. Ellos comprendían ahora el verdadero sentido de lo que el Rebe había ordenado: ¡Es Roigen! y el modo fiel con el que Hirsch Leib había cumplido con las palabras de su Rebe, tanto entonces como ahora.

 

La tribuna Judía 34

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