La Voz Judía


La Voz Judía
Las palabras no se las lleva el viento ("Las malas lenguas")
Por Rabino Daniel Oppenheimer

“¡No sabés que bueno que está este libro acerca de Lashón Hará!” - comentaba Marina a Estela. “¿De veras? respondió - ¡Qué bueno, se lo voy a recomendar a Paula, a Anastasia y a Raquel que les va a venir muy bien leerlos!”.
“Recuerda aquello que sentenció D”s sobre Miriam en el camino de vuestra salida de Egipto”
Este artículo es para gente honesta, recta, moral y ética (valga la redundancia). Pocos son los que pueden afirmar que pertenecen a este grupo selecto, a pesar de que en principio todos adherimos a la idea de que quisiéramos vivir en un mundo en el que reine la decencia y la honra y todas las virtudes que acabamos de enumerar. Realmente no es fácil ser una persona auténticamente moral. Más aun, en nuestra sociedad, tan acostumbrada a ser guiada por los medios sensacionalistas, en los cuales - en contra de lo que dictamina la Torá (y también la ley oficial de muchos países) una persona es inocente hasta ser demostrada su culpabilidad, en el periodismo común y vulgar, se insinúa la infracción del sujeto en cuestión como si fuera ya una realidad cuando puede ser una mera sospecha. Y, como sabemos por experiencia propia, una vez que nos entregamos a pensar en forma negativa sobre una persona, difícilmente se revierta nuestro parecer personal acerca de la víctima, aun sabiendo que el juicio anterior respondía a una mera especulación. De ese modo, se convierte cada vez más difícil mantener una postura objetiva y prudente en el sentir acerca del accionar del prójimo.
La calumnia y la maledicencia en realidad están condenadas en todos los sistemas éticos que conocemos, pero nuestra Torá pone especial énfasis en lo grave del acto y en lo peligroso de las posibles consecuencias. A tal fin, un rabino conocido como el Jafetz Jaim, que se hizo famoso por su libro, se dedicó a recopilar las leyes que hacen al sano hablar.
Las leyes de lo que no se debe decir por pertenecer a la intimidad del semejante (Rejilut), por habladuría de sus aspectos negativos (Lashón Hará) y por difamación (Motzí Shem Rá) son cuantiosas y sumamente complejas para quien quiere obedecerlas como corresponde. Sin un estudio minucioso acerca del tema, es imposible dejar de trasgredirlas a diario.
Ud. preguntará: “¿por qué?”. La realidad humana es que imperiosamente vivimos en una sociedad que nos contiene y, de ese modo, interactuamos con personas que son de nuestro agrado, y otras que no lo son, con amigos, adversarios y competidores. En este escenario es imposible no hablar. Las circunstancias de la vida son numerosas y emitimos nuestra opinión, a veces para nosotros mismos y, en otras oportunidades, en voz alta. Todo esto, sin mencionar cuando maliciosamente, o con el justificativo de que nos han agredido, difundimos una información mordaz sobre otro ser humano.
Las situaciones son muchas, como ya dijimos. En particular es así, dado que el mismo versículo de la Torá que prohíbe el chisme, obliga al judío a velar por el bienestar del prójimo ante cualquier menoscabo o pérdida que le pudiera ocurrir. Esto lo puede colocar en una situación de difícil determinación.
¿Qué haría Ud., por ejemplo, si un conocido suyo compró un auto usado y Ud. considera que lo abonó por un valor mayor al precio real? ¿...y si aún no lo adquirió? ¿Si está por asociarse con una persona que hasta el momento no fue exitosa en sus emprendimientos comerciales? ¿...o si Ud. escuchó rumores de terceros (que no debiera haberle prestado atención desde un principio, pero ahora “lo sabe”) acerca de su honra? ¿...y si el individuo con quien esa persona se está por asociar lo estafó a Ud. (y Ud. aún no lo ha perdonado)?
¿Y si la persona a quien Ud. quiere socorrer del probable perjuicio piensa que lo que Ud. le relata no justifica un corte con el individuo comprometido, hasta qué punto debe insistir para protegerlo?
En otro orden de cosas: ¿Qué hacer cuando un conocido suyo está considerando contraer matrimonio con alguien que es físicamente frágil, padeció o está sobrellevando cierta enfermedad o tiene parientes que sufren de cierta alguna dolencia que puede llegar a ser crónica? ¿...y si no se tratara de una carencia de idoneidad del candidato/a mismo, sino de alguna condición de los padres?
La lista de coyunturas posibles es muy amplia. Ud. puede creer que posee la facultad para resolver todas las circunstancias con su sentido común. Sin embargo, si no se interiorizó con las leyes del Jafetz Jaim, lo más probable es que se equivoque. En la ley judía se toman en cuenta la intención de quien relata, las opciones de resguardar a la hipotética víctima del supuesto daño sin la necesidad de relatar la información peyorativa, la objetividad del relato, la probabilidad que la afirmación realmente sea de utilidad y la posibilidad de que la revelación cause más daño que lo que está intentando auxiliar. Asimismo, en la ley judía, la infracción no se limita a quien expone la información, sino que incluye aun a quien la escucha y la acepta como verdad.
Hablar no cuesta. Aún no se ha implementado el peaje en la boca. Dado que es gratis, la mayoría de los seres humanos no controlan lo que sale de ella. Los judíos tenemos leyes rigurosas acerca de lo que debe entrar en nuestra boca. Lo que emite la misma boca, no es menos severo. Y es precisamente por el hecho que la boca permite al ser humano acercarse a D”s (mediante las plegarias y el estudio de la Torá) y unir a los seres humanos (a través de la calidez de la palabra), que ese mismo potencial se puede llegar a emplear en forma tan perjudicial.
Es interesante precisar que la ley de Lashón Hará incluye situaciones en las cuales el maestro invita o exhorta a sus alumnos a delatar a compañeros que tuvieron alguna conducta no apropiada. (Esto está legislado en Igrot Moshé, Ioré Deá II, cap. 103, como una situación perversa). A su vez, los docentes no deben relatar entre ellos situaciones de aula lesivas con los nombres de los alumnos involucrados, ni los padres deben relatar historias personales de sus hijos.
En Parshat Behaálotjá aprendemos acerca del incidente que ocurrió cuando Miriam, hermana de Moshé conversó con su otro hermano Aharón, referente a que Moshé vivía apartado de su esposa Tziporá para estar permanentemente dispuesto a escuchar la palabra de D”s. Siendo ellos mismos profetas, Aharón y Miriam, y al no haber recibido una orden de tal índole por parte de D”s, Miriam quería corregir lo que entendía que era injusto hacia Tziporá. D”s no aprobó su actitud y Miriam sufrió de Tzara’at (una “lepra” ritual), durante siete días. (Miriam no sabía que, dado el calibre superior de la profecía de Moshé frente a los demás profetas, su situación era distinta por orden Di-vina). Si uno considera que Miriam tuvo motivos fundados, que era la hermana mayor de Moshé y que en su niñez lo había protegido durante el decreto infanticida del Faraón, seguramente ella podía sentirse con pleno derecho a opinar acerca de la manera de conducirse de Moshé. Lo que la Torá nos enseña en esta historia, es que todos los pretextos y descargos que imaginamos, en el momento de la verdad son tan sólo eso: excusas infructuosas.
Nuestra plegaria diaria de la Amidá termina con el pedido de “paz”, sin el cual todo lo que acabamos de solicitar sería inútil. La paz, la armonía y la tranquilidad son verdaderamente un obsequio Di-vino. Mas no debemos, ni sería honesto por parte nuestra, invocar a D”s en este aspecto, si no estamos dispuestos a colaborar con nuestro aporte para que esa paz se materialice. Un buen comienzo en este orden sería respetar unos minutos prefijados todos los días en los cuales dominemos nuestra lengua y traeremos algo de paz al mundo.
¿Necesita pretextos ilegítimos para chusmear? Aquí le vamos a dar algunos. Recuerde únicamente que son simples pretextos como dijimos. Nada más. Para que la vez que viene que se le ocurran, se acuerde...
“Es verdad”
“en realidad lo que dije sobre él no es realmente MALO”
“Yo también estuve metido en la cosa”
“Todos lo saben”
“Hasta se lo diría en la cara”
“Lo dije en broma”
“Igual nunca se va a enterar”
“No me hubiese molestado si lo hubiesen dicho de mí”
“No le va a molestar, porque somos amigos”
(extraído de “Guard your tongue”)
Aparte de esto, cuántos son los que se escudan cuando relatan temas personales acerca de sus hijos. Seguramente, si hubiese sido otro el que hubiera dicho algo menos que perfecto sobre mi hijo, no habría justificación aceptable por el resto de sus días. Pero... “Es MI hijo...” (¿somos realmente dueños de nuestros hijos?)
Recordemos!
Somos amos de nuestro silencio y esclavos de nuestra palabra

 

La tribuna Judia 27

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