La Voz Judía


La Voz Judía
Fiesta de Purim
El Mito de lo Mundano

Por Rabino Avi Shafran

En esta época del año tiene lugar un cambio fundamental en todas las sinagogas del mundo.
En las anteriores semanas, desde el comienzo de la lectura pública de la Torá a partir de la festividad de Sucot, las lecturas fueron escencialmente narrativas, empezando por la creación del mundo y continuando con datos sobre la vida de los patriarcas y las matriarcas, los hechos referidos a la vida de Iosef, la estadía en Egipto, el Exodo y la Revelación en el Sinaí.
Sin embargo, al iniciar la parte llamada Mishpatim, la Torá se centra principalmente en tecnicidades sobre los rituales y la legislación civil. Luego, en las semanas subsiguientes, se leen las leyes relativas a las minucias de la construcción del Tabernáculo, sus diferentes vasijas y la ropa especial usada por los Cohanim durante los servicios del sacrificio. La súbita transición desde lo milagroso hasta lo mundano resulta sorprendente.
Cada palabra de la Torá, sin embargo, es tan importante como la otra; una sola letra faltante, ya sea en el relato de la revelación en el Sinaí o en las normas que rigen los daños a la propiedad, convierte en inválido un rollo de la Torá.
Del mismo modo, toda ocurrencia o ley en apariencia pedestre en la Torá está en última instancia como imbuída de la más asombrosa santidad jamás contada.
Las dimensiones del perímetro exterior del Tabernáculo y la descripción del maná que cayó del cielo son, en definitiva, de igual importancia.
Una falsa dicotomía similar habita en nuestras vidas individuales. Tendemos a percibir con facilidad lo divino en ciertos lugares, circunstancias y eventos - en la sinagoga en Yom Kippur, después de escapar de algún peligro, en el nacimiento de un niño.
El desafío radica en reconocer que cada
lugar en el que nos encontramos es especial; cada situación que enfrentamos está ordenada por lo divino; cada momento, a su manera, es un milagro.
Yo no soy fanático de las “historias maravillosas” que son fuente de inspiración para tanta gente. Incluso los modernos relatos sobre milagros que parecen no haber sido embellecidos (o fabricados en su totalidad) no me conmueven en lo más mínimo.
De hecho, mi historia favorita, que me contó una de mis hijas (que la oyó de un amigo) se refiere a una mujer que tenía que tomar un avión para llegar a una entrevista laboral en otra ciudad. Ella se dejó mucho tiempo para llegar al aeropuerto y sacar su tarjeta de embarque, pero quedó atrapada en medio de un intenso tráfico cuando la hora de salida se acercaba. Llegó con el tiempo apenas suficiente para estacionar su auto, corrió hacia la terminal, encontró la puerta y entonces observó desanimada cómo el avión se alejaba carreteando justo en el momento en que ella llegaba.
Después de enterarse de que no había otros vuelos que pudieran hacerla llegar a tiempo
a su entrevista, se volvió a su casa.
Varias horas más tarde, el avión que tenía que haber tomado comenzó su descenso al llegar a destino, con el asiento reservado para la mujer vacío…
El avión aterrizó, de manera segura y a tiempo. Los pasajeros desembarcaron.
Fin de la historia.
Moraleja: La mujer nunca llegó a saber por qué perdió su oportunidad para ese trabajo. Nadie lo supo. Pero, de todos modos, hubo una razón.
La saga de narraciones milagrosas de la Torá referidas a preocupaciones cotidianas toma estado público durante las semanas previas a la festividad de Purim. El Talmud dice que la aceptación por parte de los judíos de aceptar y abrazar la Torá en el Sinaí incluía un elemento de coerción y por lo tanto carecía de algo que sólo se consiguió en los siglos posteriores, en los momentos de los hechos narrados en el Libro de Esther.
La “coacción” también puede tener que ver con la naturaleza abrumadora del encuentro mismo. ¿Cómo podría alguien presente en el Sinaí haberse resistido a aceptar la Torá? Di-s se reveló a sí mismo entonces como en ningún otro momento en la historia. En los tiempos de Esther, por el contrario, no hubo ninguna clase de manifestación abierta de la intervención Divina (tampoco hay ninguna mención de Di-s en el Libro de Esther).
Ver a Di-s allí donde El es más claramente evidente es una cosa. Pero poder discernir
Su presencia en lo que parece mundano es totalmente distinto. Y la última y más significativa percepción es aquella que los Judios lograron alcanzar en tiempos de Ester. En sus momentos de crisis ellos le dirigieron sus súplicas a El pidiéndole que los salvara; ellos se dieron cuenta de que los cambios de circunstancias, que tan sencillamente se atribuían a la “pura casualidad”, habían sido guiados por la divinidad en todas sus etapas. Y así ellos establecieron la fiesta de Purim, para eternizar ese reconocimiento.
La palabra “Purim”, por supuesto, significa “muchos”, refiriéndose a las formas de azar empleadas por Aman para poner una fecha a la destrucción de la comunidad judía.
Purim, la festividad, celebra el hecho de que el azar, como es entendido en general, es de hecho una ilusión; que lo que parece ser azaroso no es más que una sutil manifestación de los designios divinos; que todo en nuestra historia y en nuestra vida, está finalmente dirigido por una mano invisible que todo lo abarca.

 

La tribuna Judia 23

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