La Voz Judía


La Voz Judía
“Si te olvidara, oh Jerusalem, que se seque mi diestra”
Por Menahem Porush

“Si te olvidara, oh Jerusalem…” (Salmos, 137) ha acompañado al pueblo judío como un voto en todos los sitios en los que vivió, a través de todas las generaciones de nuestra existencia, expresando la manera en que estamos ligados a la Ciudad Santa de Jerusalem, en nuestra Tierra Sagrada.
¿Qué significa para nosotros Jerusalem? ¿Qué es el alma? No existen palabras para describirla, pero lo que nosotros sabemos es que el alma da vida a una persona, y nuestra atadura a Jerusalem, a Eretz Israel, es algo tan escencial para nuestro corazón y nuestra alma.
Renunciar a una parte por pequeña que sea de Jerusalem –que es nuestra alma- es algo impensable. Jerusalem no debería ser materia de ninguna negociación, no debería estar en ninguna clase de agenda.
Siempre, desde que la Declaración Balfour estipuló concederles a los judíos un hogar en Eretz Israel, los árabes han estado luchando en contra de esa decisión y en contra de que Jerusalem sea nuestra Ciudad Santa.
Yo escribí este artículo después de leer lo que se está diciendo, tanto en forma oficial como extraoficial respecto a la plataforma básica del gobierno de Israel para las negociaciones de paz. Aparentemente, ella contiene también la intención de debatir acerca de Jerusalem.
Nosotros nos sentimos terriblemente decepcionados por el hecho de que la cuestión de Jerusalem forme parte de la agenda. ¿Cómo puede nuestro gobierno imaginar siquiera que puede negociarse alguna parte, cualquiera sea, de la ciudad santa –del alma del pueblo judío?
A mi edad, yo estoy en condiciones de decir que la mayor de las decepciones ha sido la negativa de los palestinos a renunciar al párrafo más importante de su carta orgánica, que es la de arrojar a los judíos al mar, es decir, deshacerse de nosotros.
En el lado palestino nosotros seguimos sin ver ningún cambio que pueda dar lugar a medidas prácticas que conduzcan hacia la paz. De hecho, mientras se discute acerca de las negociaciones de paz, día tras día leemos en la prensa la información acerca de nuevos ataques terroristas contra Israel.
Jerusalem es para el pueblo judío, cuanto menos, lo que Washington D.C. es para los Estados Unidos, Londres es para Inglaterra, y que todas la ciudades capitales son para sus respectivos países.
Sin embargo, Jerusalem es mucho más que tan solo la capital de Israel debido a que Jerusalem fue el sitio donde se encontraba el Beit HaMikdash y debido a que nuestra Tierra Sagrada nos fue prometida por Hashem en el Jumash.
Recientemente he participado en varios encuentros organizados por personas que quieren que ese voto “si te olvidara, oh Jerusalem…” permanezca para siempre en nuestras mentes.
Nosotros nos sentimos muy alentados por los líderes políticos de muchos círculos diferentes que consideran que debemos constituir un grupo que presione sobre nuestros representantes israelíes en las negociaciones a fin de que ellos ni siquiera puedan considerar ceder alguna parte de la Ciudad Sagrada de Jerusalem.
Nosotros estamos muy bien advertidos de los riesgos que representan para los barrios judíos de la Ciudad Sagrada de Jerusalem que se traspase el control de una parte de Jerusalem a los árabes.
Nosotros aprendimos una dura lección con los decepcionantes resultados de la Desconexión de Gaza. No sólo que la misma no llevó a ninguna paz, sino que, por el contrario, condujo hacia un tremendo aumento del terrorismo.
Yo escribo este artículo no sólo en mi nombre, sino también en el nombre de todo Klal Israel. Sin embargo, yo personalmente siento que es un deber sagrado para mí, como alguien que pertenece a una familia que ha vivido durante 11 generaciones en Jerusalem, en nuestra Tierra Sagrada, expresar mi opinión: nosotros no podemos estar de acuerdo en renunciar ni siquiera a una pequeña parte de Jerusalem, a una parte de nuestra alma.
El alma –la esencia de la existencia- es lo que da vida a una persona. Sin el alma no existe la vida, y Jerusalem es nuestra alma. Junto con nuestras generaciones pasadas, presentes y futuras, y hasta que llegue el Mashiaj, nosotros mantenemos nuestro voto: “si te olvidara, oh Jerusalem, que se seque mi diestra”.
Este voto nos ha preservado durante todos los tiempos difíciles que debimos atravesar, y nos da la gran esperanza de que Jerusalem habrá de pertenecernos para siempre.

 

La trubuna Judia 22

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