La Voz Judía


La Voz Judía
“Si bregar por la continuidad del judaísmo raigal es sionismo, entonces Agudat Israel también es sionista”
Por Rabino Shlomo Lorencz z´l

Tribuna Judía reproduce una ponencia del Rabino Shlomo Lorencz z’l, recientemente fallecido (de lo cual se informa en otra nota en esta misma edición) publicada originalmente a mediados de octubre de 1982, que no ha perdido actualidad, en la cual considera un tema de suma relevancia: la relación del judaísmo raigal con el sionismo..

Parece que el director del “Maariv” se ha sentido muy “escandalizado” por un reciente artículo mío, que publiqué en las páginas de “Digleinu”. Según opina el periodista de marras, mis manifestaciones resultarían “lesivas” para la actual coalición gubernamental israelí, pues reflejarían la presencia, entre sus componentes, de socios “no apropiados” por su presunta postrua “antisionista”.
En rigor de verdad, la airada reacción del periodista del “Maariv” me ha producido inocultable perplejidad. Al fin y al cabo, los conceptos que expongo en mi nota en “Dibleinu” no conforman, ni de lejos, una novedad. Nadie, medianamente informado del espectro político judío, puede ignorar que el antisionismo forma parte del enfoque ideológico de Agudat Israel desde sus mismos tramos iniciales, agrupamiento que tiene, entre sus objetivos fundamentales la resuelta lucha contra los enunciados “librepensadores” del sionismo, extraños totalmente al tradicional espíritu judío, y que propugnan la peregrina tesis del Kejol Hagoim, transformar a Israel en un pueblo “como los demás”.
Para Ben Gurión – el primer jefe de gobierno israelí – la definición antisionista de Agudat Israel no fue un escollo para constituir su inicial gabinete ministerial con representantes de aquella. Ben Gurión tenía plena conciencia, claro está, de la actitud anstisionista de la Agudat. Por lo demás conviene recordar que la propia Organización Sionista Mundial no tiene empacho de colaborar, en la actualidad, con entes judíos “no sionistas”, incluso con los grupos reformistas, de manifiesta orientación antisionista y que llegaron al aberrante extremo de eliminar de sus “plegarias” religiosas todo vestigio del proverbial apego judío por Sión y Jerusaem…
Así las cosas cabe el interrogante incisivo ¿Quién es un “sionista” y que significa el “sionismo”, hoy?
Si un sionista es aquel que ama y se identifica con Sión entrañablemente, hasta la misma médula de su ser, entonces no cabe duda que nosotros, los hombres de Agudat Israel, somos inequívocamente sionistas. Si un “sionista” es aquel judío que concreta su Aliá a Sión y se afinca allí, sin abandonar el país como “Iored, como desertor, entonces todos los integrantes de Agudat Israel nos enorgullecemos de ser sionistas.
Si un “sionista” es el judío que tiene profundo apego por su pueblo – el pueblo de Israel – y se mueve identificado por la premisa solidaria de un judío con otro, entonces también quienes pertenecemos a la Agudat Israel somos declaradamente sionistas. Si un “sionista es quien observa celosa y abnegadamente el acervo tradicional judío, entonces también los miembros de Agudat Israel podemos proclamar nuestra inconmovible condición de sionistas verdaderos. Si un “sionista” es el que sigue la honrosa trayectoria de nuestros mayores que, durante dos mil azarosos años de Diáspora, no olvidaron a Sión y a Jerusalem y dirige su mirada tres veces hacia
Sión, diariamente, en sus sentidas oraciones religiosas, entonces no cabe duda alguna que nosotros, los componentes de Agudat Israel somos auténticos sionistas. Si un “sionista” es el que se desvela por preservar la continuidad de las generaciones judía en plenitud, y neutralizar las corrientes disgregacionistas y los casamientos mixtos, enton ces quienes actuamos en Agudat Israel somos francamente sionistas. Si “sionista” es el que asume conscientemente su identidad judía y aspera a seguir fiel al legado espiritual de sus antepasados – en el sentido más cabal del concepto – entonces también nosotros, los miembros de Agudat Israel somos Totalmente sionistas. Si un “sionista” es aquel que brega por Sión y por la plenitud de su existencia, como centro cohesionante del pueblo judío, hasta la concreción definitiva de la redención completa judía, podemos afirmar que nosotros, los sostenedores de Agudat Israel, somos los más auténticos sionistas.
Pero por el contrario, si un sionista es quien sostiene que el pueblo judío “es igual a todos los demás”, y no un pueblo elegido; que la sagrada Torá y la tradición milenaria nuestra no conforman un imperativo inexorable para todo el pueblo judío y sólo constituyen una “simple cuestión privada” y que nuestra existencia en Eretz Israel – y no, por suerte, en Uganda – es un mero fenómeno fortuito, entonces, por cierto, nosotros, los hombres de Agudat Israel, no declaramos “no sionistas”, y firmemente ¡antisionistas!

LA FUENTE EQUIVOCA
Es evidente que uno de los postulados básicos del movimiento sionista, desde sus días iniciales en el congreso de Basilea de 1897, estriba en la tesis del “igualitarismo” del pueblo judío, esto es, “un pueblo igual a los demás”. Dentro de ese antojadizo enfoque conceptual, el sionismo desdeño, a lo largo de muchas décadas, los valores esenciales de nuestro pasado y de nuestras tradiciones y todo cuanto atañe al espíritu raigal judío, sustentado en la inmutable Torá.
Desde esa visualización, los que formamos parte de Agudat Israel no ocultamos nuestra decidida oposición antisionista. No podemos tolerar, bajo ningún concepto, el desvirtuado ideal judío del “sionismo”.
Huelga señalar, a esta altura de nuestra evolución en el tiempo, la trágica experiencia de los elementos judíos que, a lo largo de la historia, se alejaron de nuestras tradiciones y del mandato de la Torá. La irrefutable realidad ha demostrado que ese distanciamiento de nuestras fuentes condujo, inexorablemente, a la desintegración de esos grupos del seno del pueblo judío, a su total y desgarrante desjudaización. Tampoco el identificarse con el “sionismo” así entendido, puede resguardar de tales coletazos disociadores, cuando no se observan nuestros valores perdurables.
Los sectores del judaísmo raigal han hecho gala, a través del tiempo, de una excesiva dosis de buena voluntad y de “paciencia”, en un loable esfuerzo conciliatorio, frente a los desorientados y desarraigados. Aun ante los más empedernidos transgresores de nuestras tradiciones, demostramos un generoso sentimiento de piedad fraternal, y rogamos por la rectificación de sus acciones equívocas y penosas, como lo imploramos en la conmovedora oración de Kol Nidreí. Empero, esa comprensión es aplicable a quienes caen en el error, por actitudes incorrectas. Pero no tiene asidero ante los disociadores, que, malévola y a sabiendas, desvirtúan sistemáticamente la auténtica concepción de vida judía e inducen, de tal manera, a muchos otros judíos a seguir sus pasos desorientantes y desorientadores.
Las tendencia disociadoras que amenazan la integridad del pueblo judío – generadas como consecuencia de esa deformante interpretación de ser judío – no sólo acechan a los “sionistas” de la Diáspora, sino, por cruel ironía, se abaten sobre los “sionistas” que viven en el mismo Estado de Israel. Es cierto que la situación, en lo referente a casamientos mixtos, es un tanto más llevadera en el suelo israelí. Aquí por suerte, aún no se expansionó peligrosamente ese terrible flagelo. No obstante debe llamar seriamente a la reflexión una investigación efectuada en 1975, con el auspicio del Ministerio de Educación israelí y la Asociación Escolar. Ese trabajo arrojó algunos guarismos harto reveladores. Consignaré aquí sólo concisas cifras del cuadro estadístico, de la página 90, sobre la realidad imperante en el Kibutz Harzí (Hashómer Hatzair), cuyos miembros son conceptuados como “abnegados sionistas”. Al responder a la pregunta sobre s opinión sobre la conversión religiosa, el 21 por ciento expresó que se trataba de una cuestión “muy penosa”, el 20 por ciento que se trata de un “hecho ligero” y el 35 por ciento consideró que es tema “sin importancia”. En el seno del Kibutz Hameujad – los kibutzím de Avodá – el panorama aparece “algo mejor”: 19 por ciento consideró como un “hecho ligero” la cuestión y “sólo” el diez por ciento no le asigno “ninguna importancia”. Respecto a la actitud sobre la Ieridá – abandonar el país – el 24 por ciento de los alumnos del Kibutz Hartí calificó como “ligera” la decisión, 18 por ciento se mostró “indiferente” a la cuestión. Yo estoy convencido que si ambas preguntas se hubieran formulado a los alumnos de la red escolar Jinuj Atzmaeí – el sistema religioso sostenido por Agudat Israel – se habría comprobado, fehacientemente, qué sector de la juventud debe despertar, en cuanto a su formación judía en Israel, nuestras hondas ansiedades. Está claro que nuestra preocupación en ese sentido debe estar dirigida a la juventud “sionista” y no a la de la Agudat Israel…

PALABRAS PARA RECORDAR
Ante el panorama indicado, resulta oportuno recordar una conversación que mantuviera juntamente con el rabino Iehuda Meir Abramovitz, con la extinta “premier” Golda Meir, al poco de renunciar a su alto cargo. En ese encuentro, la prestigiosa estadista expresó, en lo esencial:
“En el plano político enfrentamos muchos problemas arduos, en medio de un virtual aislamiento internacional. Pero cabe tener la confianza en que hemos de lograr, eventualmente, un cambio favorable en la materia. Lo mismo puedo decir sobre la situación económica. En cambio, lo que sí me produce infinita preocupación es el temor de que, en un futuro no descartable, nuestros descendientes puedan desistir del esfuerzo de lucha por lo nuestro y les resulte más tentador vivir en California o en otro país del mundo, con mayor comodidad, en lugar de bregar por la causa de Israel, aquí”. A esta altura del encuentro, pregunté a la señora Golda Meir si esas ansiedades las extendía también a la juventud religiosa.
“No – respondió enfáticamente – esos jóvenes me inspiran plena confianza. Sé que jamás abandonarán el país, pese a todos los obstáculos”.
Luego de esa ilustrativa conversación – dos años más tarde – durante un debate en la Knéset un legislador impugnó mi posición en torno a un problema abordado, y me descalificó “por no ser sionista”. Entonces repliqué a mi agresivo colega:
“Ojalá estemos tan seguros de que vuestros nietos – los nietos de los ‘sionistas’ – prosigan la denodada lucha por la existencia de Israel, como lo van hacer nuestros descendientes ‘no sionistas’. Entonces podríamos abrigar optimismo en nuestro futuro en el país”.
En el artículo del periodista del “Maariv” aquí comentado, éste expresa su sentida preocupación por la estabilidad de un gobierno “supeditado” a la buena voluntad de Agudat Israel. Y afirma:
“Un gabinete ministerial que se apoya en 57 parlamentarios sionistas en la Knéset y 4 antisionistas, no configura una conducción idónea para librar una lucha política por la existencia de Israel”. Ante tal aseveración me permito preguntar al respetable hombre de prensa: ¿Por qué no exteriorizó las mismas ansiedades frente al gobierno de Rabín, constituido tras la Guerra de Iom Kipur, en el ’74, sostenido por una precaria mayoría de un solo voto, como sucede actualmente, y que se apoyaba entonces en el “generoso concurso” de cinco legisladores árabes? Por lo tanto, llama la atención por qué el distinguido periodista, que tanto se preocupa ahora por el destino del gobierno israelí, no mostró igual inquietud en el ’74 y no consideró necesario escribir en ese tiempo ninguna nota en la que se ocupara del frágil gobierno de aquellos días, y no se le ocurrió aconsejar la “autodisolución” de esa tambaleante coalición. Sería de preguntar al periodista del “Maariv” si un gobierno dependiente de cinco votos parlamentarios árabes, es más confiable para librar la lucha por la existencia de Israel que un gobierno supeditado de cuatro bancas no sionistas de Agudat Israel.
Quiero apaciguar el ánimo perturbado del señor periodista y le puedo asegurar que si realmente busca, como él mismo afirma, “un vigoroso liderazgo, que nos infunda el espíritu de obstinación y autoseguridad”, el hecho de apoyarse en el sustento de Agudat Israel es el camino más edificante que puede elegir una coalición ministerial. ¿Puede realmente dicho periodista señalar un agrupamiento en Israel que se caracterice por una mayor dosis de espíritu de sacrificios que el que anima a la Agudat Israel? Este agrupamiento existe en Israel desde hace muchos siglos. Sus miembros llegaron a Israel imbuidos del infinito fervor de abnegación y con una absoluta vocación de servicio patriótico. Hicieron caso omiso a todos los peligros acechantes, y a pesar de las privaciones, no abandonaron jamás el país, ni siquiera en los más angustiantes momentos de lucha cruenta y de enfrentamientos sin cuartel. Acoso resulte oportuno concluir esta nota con la trascripción de algunas frases definitorias de mi ilustre maestro, el rabino Moshé Shénfeld z’l, uno de los rectores del pensamiento agudista: “Presisamente nuestra oposición principista al sionismo nos impone el deber de arraigarnos en Sión inexorablemente. A desplegar los máximos esfuerzos para una acción intensificada al servicio del reverdecimiento de Eretz Israel y generar un anhelo por la Alía en el espíritu de todos los judíos que sangran por la profanación sublevante de su santidad. Debemos infundir en la conciencia y en el ámbito de las ramas de nuestra juventud religiosa la convicción de que, no es posible luchar por la santidad de Israel lanzando estérilmente pedradas o con vanos discursos pronunciados a la distancia, lejos de Israel, sino sólo mediante la autorrealización, en una total entrega de cuerpo y alma, que confluyan como pilares sólidos para la reconstrucción y consolidación de Sión y en cada rincón del país en que habremos de encender, nuevamente la divina lumbre de Sión. Sólo así forjaremos la redención de nuestro pueblo, de extraños y alejados”.

 

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