La Voz Judía


La Voz Judía
Milagros en la Guerra del Golfo
Por Charles Samuel *

En la ribera de los ríos de Babilonia se sentaban y lloraban los Hijos de Israel recordando a Sion. (Salmos 137:1)

En el siglo VII -AEC, los babilonios conquistaron el imperio asirio en la Mesopotamia. Bajo el régimen de Nabucodonosor, Babilonia se convirtió en la nación más poderosa del mundo. Nabucodonosor atacó sin piedad a sus vecinos, anexándolos a su propio reino. Apenas comenzado el siglo VI-AEC, el ejército de Nabucodonosor invadió Israel. Encontró poca resistencia y rápidamente ocupó el país. Los babilonios destruyeron el Primer Templo y destruyeron y saquearon los sitios sagrados. Los judíos fueron conquistados y se cometieron muchas atrocidades contra ellos. La población fue tomada cautiva y llevada al exilio en Babilonia junto con sus tesoros de oro y preciosos objetos religiosos.
La riqueza robada a los pueblos conquistados era empleada para mantener al ejército de Nabucodonosor y para construir monumentos en su propio honor, como los legendarios Jardines Colgantes de Babilonia. En testimonio de su grandeza, cada ladrillo tenía una inscripción con el nombre de Nabucodonosor.
Al norte de la antigua ciudad de Ur, también sobre el rio Eufrates, está la ciudad bíblica de Babilonia. Hace algunos años, Saddam Hussein encargó a algunos arqueólogos que restauraran la ciudad y sus Jardines Colgantes. Cada nuevo ladrillo que se agregaba tenía inscripto el nombre de Saddam. Esto se convirtió en un símbolo de poder para él. Saddam creía que él era la reencarnación del gran Nabucodonosor y soñaba con restaurar el imperio babilonio devolviéndole su antigua extensión y su gloria.
Durante las excavaciones los arqueólogos descubrieron una placa sobre el costado derecho de la muralla de la antigua ciudad que había sido puesta allí por Nabucodonosor y que proclamaba su grandeza; Saddam ordenó colocar en el costado izquierdo de la muralla otra placa exaltando la grandeza de Sddam Hussein. Una vez instalado su símbolo nacional, Saddam se embarcó en una campaña de terror en los años 1990-91, primero en Irán y después en Kuwait. Por último, él soñó con recapturar Jerusalem.

La Guerra del Golfo
Los milagros que vivió Israel durante la guerra son demasiado numerosos como para mencionarlos. Los diarios estaban repletos de imágenes de personas enterradas bajo escombros y que salían caminando sin un rasguño. En total cayeron 39 misiles, muchos sobre zonas densamente pobladas, causando una sola muerte. En contraste, un misil Scud cayó sobre una barraca del ejército norteamericano en Arabia Saudita matando decenas de soldados americanos.
Estos son algunos relatos personales:

Cuando sonó la sirena, a eso de las dos de la madrugada, Meir y sus hermanos –vecinos mío de la puerta de al lado-vinieron y me pidieron que no me quede solo en casa. Yo supongo que ellos pensaban que una anciana como yo no podría cuidarse sola en medio de la noche. Ellos me pidieron que vaya con ellos a su casa hasta que pase el ataque. Me dijeron que querían que esté más segura y yo acepté. Pocos segundos después, justo cuando salía de mi casa y antes de llegar a la de ellos, el misil cayó en el corredor que está justo entre mi casa y la de ellos, destruyendo totalmente las dos casas.
(Yediot Aharonot, 20 de Enero de 1991)

Cuando una persona se las arregla para escapar de la muerte, podemos decir que es afortunada. Cuando son varias las personas involucradas nos sorprendemos por cómo torcieron su destino. Cuando son decenas o centenares las personas que lograron escapar del devastador horror de un ataque misilístico, es que ellos desafiaron todas las leyes de probabilidad.
La Guerra del Golfo fue un momento especialmente difícil para los nuevos inmigrantes rusos. Al descender la escalerilla del avión muchos de ellos besaban el suelo, pero lamentablemente, al mismo tiempo, el primer regalo que recibían a su llegada era una máscara antigas. Una mujer relató su historia:
Estábamos en un barrio al sur de Tel Aviv durante el primer ataque con misiles, visitando a otros inmigrantes rusos que vivían allí. Mucha gente que vivía en las casas más precarias del barrio no se habían ocupado de preparar el cuarto sellado (a prueba de ataques con gas), por lo tanto, cuando la sirena empezó a sonar, todos corrimos hacia el refugio público antibombas más cercano. El refugio era enorme y estaba situado dentro de un edificio público muy grande hecho de concreto y metal. Unas 200 personas habían ido a refugiarse dentro de ese formidable edificio. Algunos de nosotros nos arrimamos a la puerta que estaba en el lado este del refugio. Cuando se precisaba, ese lado del refugio era utilizado como sinagoga, y la pared estaba repleta de libros de rezos, Biblias y otros libros de Torá. La gente rezaba los Salmos entre los llantos de los bebés. Entonces se produjo la explosión. Todo se derrumbó a nuestro alrededor. El refugio había recibido un ataque directo de un misil que llevaba 500 kilos de explosivos. Había olor a sulfato quemado y una densa nube de polvo llenó la habitación. Algunas personas volaron por el aire; otras se tiraron al piso y gritaban. Cuando el ruido cesó y el polvo se diluyó, los que habían quedado petrificados por el shock comenzaron a levantarse y a mirar alrededor. Todos quedaron estupefactos al ver que ninguno de los 200 había sido tocado. Al día siguiente, el Primer Ministro Itzjak Shamir visitó el lugar con el Alcalde de Tel Aviv. Shamir preguntó atónito si en verdad había habido gente en el refugio durante el ataque. El Alcalde Lahot le respondió que por cierto había dos heridos y que todos se habían salvado por milagro.

El fin es sólo el comienzo
Las calles de Tel Aviv están repletas de chicos y de adultos usando máscaras. Esta vez no son máscaras antigas sino las que tradicionamente se usan en la celebración de la Fiesta Judía de Purim. La gente va a la sinagoga, llevando sus máscaras de gas en cajas colgadas de sus hombros. Es la mañana del 28 de Febrero de 1991. Dentro de las sinagogas leen en voz alta el Libro de Ester. Se trata de la historia de una gran sucesión de hechos del pueblo judío. El malvado ministro real de Persia, Hamán, ha complotado para asesinar a todos los judíos del reino. A través de una secuencia de inexplicables hechos milagrosos, se dieron vuelta los papeles, y mediante los esfuerzos de los líderes judíos Mordejai y Ester, Hamán fue colgado el mismo día que había elegido para matar a los judíos. Durante 2.500 años Purim ha sido un día de celebración del triunfo de la bondad sobre la maldad.
He aquí el testimonio de un Contador israelí:

Cuando regresé de la sinagoga esa mañana mis hijos me recibieron con cantos y risas. Mientras estábamos leyendo sobre la destrucción de Haman, George Bush había anunciado que las fuerzas aliadas llamaban a un cese de fuego. Mi hija de seis años preguntó si ellos podían escribir un libro sobre Saddam Hussein ¡para que fuera leído en la sinagoga al año siguiente! Yo sonreí. De alguna manera ella había percibido que el ciclo de la historia se repetía. Más tarde, a las 10 de esa mañana, el Brigadier Israelí General Najman Shai anunció que todos podían sacar las cubiertas de plástico de sus ventanas y guardar sus máscaras de gas. La amenaza de los misiles Scud había terminado. Nosotros podíamos comenzar nuestra vida normal. Yo corrí a la habitación y arranqué la cubierta de plástico marrón de los marcos de la puerta y las ventanas. Aún llevo en mi mente la visión de mi familia acurrucada en nuestro cuarto sellado sólo una semana atrás. Un pensamiento fue el que me dio esperanzas para el futuro: el comentario de mi hija sobre Saddam Hussein me recordó la historia de nuestro pueblo durante 2.000 años de exilio. Nosotros, los judíos, fuimos dispersados hacia los cuatro puntos cardinales del planeta; a cada lugar donde íbamos eramos sometidos a persecuciones, pogroms, y al Holocausto. Paradójicamente, mientras todos los enemigos del pueblo Judío iban desapareciendo, los propios judíos sobrevivieron.
Yo recuerdo el “todo en orden” sonando por última vez. El anuncio fue hecho en idiomas extranjeros para aquellos que aún no habían aprendido Hebreo. Durante cinco minutos el cuarto se llenó de una ola de voces francesas, inglesas, rusas, rumanas y etíopes. Esas eran sólo algunas de las lenguas que los judíos habían aprendido en el exilio. Allí es cuando me di cuenta de que estaba siendo testigo del mayor de los milagros: el pueblo judío finalmente había vuelto a casa.

*Extractos del libro “Misiles, Máscaras y Milagros” de Charles Samuel publicado por Aish HaTorá de Jerusalem.

 

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