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Un banco médico comunitario ayuda a judíos necesitados en Argentina

Un improvisado banco médico de la comunidad judía, operado por voluntarios, ha evolucionado en una operación profesional sirviendo a miles de judíos necesitados en la Argentina.

Fundado en 1999 en respuesta a las demandas de los judíos pobres de Argentina, la farmacia comunitaria Refuot provee medicamentos a personas con enfermedades crónicas y otras, que no pueden pagar las drogas necesarias.

Una combinación de desempleo, falta de seguro médico, reducciones en las jubilaciones de parte del sistema de salud estatal y la incapacidad de los hospitales públicos para tratar la cantidad de personas que no puede pagar un tratamiento médico, han creado una difícil situación para los judíos necesitados en la Argentina.

Durante los primeros años del banco médico, un farmaceuta profesional coordinaba el trabajo con un pequeño grupo rotativo de voluntarios, que proveían 500 recetas médicas por mes para ayudar a 400 personas.

El equipo trabajaba sin oficina fija en varias instituciones hasta que finalmente abrieron oficina propia en el año 2001, cedida por el Club Náutico Hacoaj, un club y centro comunitario judío.

Hoy en día el equipo de Refuot ha crecido a 6 farmaceutas y 27 voluntarios quienes reciben, clasifican y distribuyen medicamentos a los judíos asociados al sistema de salud comunitario. El ochenta por ciento de los beneficiarios de Refuot son mayores de 50 años.
Esta empresa ayuda a 7.000 personas en 70 centros judíos de todo el país, administrados por grupos como la Fundación Tzedaka, que administra Refuot en conjunto con el apoyo del Joint Norteamericano, la Asociación de Ayuda Mutual de Argentina, la principal institución judía en Argentina, y otros.

En el 2004 Refuot distribuyó 122.000 contenedores de medicamentos. Según la coordinadora de Refuot, Betina Rosental, farmaceuta y bioquímica, la organización gastó 660.000 dólares en el 2004 para comprar y distribuir dichas medicinas.

Cumpliendo estrictamente las normas legales del Ministerio de Salud argentino, Refuot busca los mejores precios del mercado para los medicamentos sin sacrificar la calidad. Si los judíos necesitados recibirían dinero en efectivo para la compra de medicamentos el costo sería superior, de por lo menos un millón de dólares.
Además, Refuot tiene fuertes controles en el lugar para evitar que el personal entregue medicamentos en demasía o medicamentos que no son eficaces. Varias veces le han pedido a los médicos de los pacientes que rescriban sus recetas.

“Si hacen falta 50 miligramos y el médico receta 100 el paciente puede dividir la píldora y hacer que dure más tiempo. Tenemos que logra que este proyecto sea lo más sustentable posible”, dijo Rosental.

Las donaciones de los laboratorios e individuos forman el 20 por ciento del stock de Refuot. Los medicamentos y provisiones que los beneficiarios de Refuot no utilizan son donados a hospitales públicos y a un centro médico en una villa en Buenos Aires.
Juan Granovsky nació en 1937 en la colonia judía de Moisesville en la provincia argentina de Santa Fe, pero ha vivido en Buenos Aires desde los 16 años. El hombre trabajó durante décadas en una empresa de fumigación y desinfección.

Los 93 dólares que recibe mensualmente como jubilación no son suficientes para cubrir sus necesidades médicas: tiene seis operaciones de bypass en el corazón y sufre de diabetes, alta presión sanguínea, nivel de colesterol alto e inflamación del colon.
“Desde que Refuot me ayuda puedo controlar mis problemas de salud más difíciles. Estoy más cómodo ahora”, dijo Granovsky.

Las personas que reciben medicamentos no son los únicos que se benefician de Refuot; los voluntarios también obtienen algo.

Chela Blumenfeld, de 77 años, trabaja clasificando medicinas donadas y separando aquellas que están vencidas. “Tengo que ser honesta: Hago este trabajo principalmente por mí misma. No podría vivir sin trabajar. Esta oportunidad es lo mejor que me ha sucedido. Fue mi salvación. Soy la primera que se beneficia”.

El personal de Refuot y sus voluntarios generalmente no conocen a sus beneficiarios – que reciben los medicamentos en centros comunitarios – pero están conscientes de la contribución que están haciendo a la comunidad judía.

“Si no fuera por Refuot mucha gente estaría indefensa en estos días difíciles”, dijo Gustavo Szmulewicz de 52 años, un farmaceuta que ha trabajado en Refuot en los últimos tres años. “Este es mi trabajo; cobro un sueldo. Pero estoy contento de estar trabajando en un proyecto solidario, donde realmente se ayuda a la gente”.

 

Nro 377 Elul 5765 - Septiembre de 2005

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