La Voz Judía


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Al regresar a Berlín una sobreviviente se encuentra con una ciudad cambiada
Por Toby Axelrod, Berlín

Ilona Blech recuerda muy poco de su infancia en Berlín: un maestro, una sinagoga ortodoxa, el negocio de ropa de sus padres.
Y recuerda el Kristallnacht, aquella noche de 1938 en la que los nazis destruyeron sinagogas y propiedades judías en toda Alemania.
Pero en general sus impresiones de aquel período son amorfas.
Recientemente, Blech de 76 años, que vive con su marido de 78 años, Samuel en Silver Spring, Estados Unidos., regresó a Berlín por primera vez, buscando información acerca del pasado.
Blech fue una de los 50 antiguos ciudadanos de Berlín que fueron invitados como parte de un programa de 35 años de antigüedad. Recibidos por el intendente Klaus Wowereit, los invitados – muchos de ellos vinieron acompañados de algún familiar – se encontraron con una Alemania moderna, conocieron líderes políticos y religiosos judíos, visitaron sitios de conmemoración y caminaron por su antigua ciudad.
Lo que Blech encontró en Berlín fue más una sensación que algo tangible. Pero la experiencia fue de cualquier manera reconfortante. “Fue una especie de cierre,” dijo Blech, sentada junto a su nieta, Ronit Slyper, de 21 años en Bleiberg´s, un nuevo café kosher, en su última noche en Berlín.
Blech ya había visto la escuela donde solía estudiar. Pero los edificios en los cuales la familia vivió y trabajó, fueron destruidos durante los bombardeos de la guerra. “Vi que las cosas ya no son como solían ser,” dijo Blech.
Su historia es similar a la de muchos otros judíos que fueron invitados a lo largo de los años. Según Ruediger Nemitz, quien coordina y guía los viajes, hay dos visitas oficiales al año. Los invitados vienen de todas partes del mundo, principalmente de los Estados Unidos y de Israel.
Algunos, como Blech, se escaparon de Alemania porque sus padres lograron enviarlos a tiempo. Otros sobrevivieron los campos de concentración.
Hace más de una década, los colegas de Nemitz se preguntaron si el programa seguiría por mucho tiempo. Pensaron que ya habían ubicado a todos los antiguos habitantes de Berlín. Pero cada año, llegan más pedidos. Solamente este año, Nemitz se enteró de 45 personas más que aun no aceptaron la invitación de la ciudad. En el 2005, se planean visitas para los meses de mayo y agosto.
Dos veces al año, Nemitz envía cartas a unos 11.000 antiguos habitantes de Berlín en todo el mundo, desde los Estados Unidos, Inglaterra e Israel, hasta Namibia y Katmandú. El numero ha bajado de los 25.000 que solían ser, pero Nemitz espera seguir descubriendo más cada año.
Cuando el programa comenzó en 1969, los recuerdos aun eran frescos y aun había viejos nazis entre la población alemana. Hoy, son los sobrevivientes más jóvenes quienes regresan. Y los alemanes con quienes se encuentran son los hijos o nietos de los realizadores.
Blech y su hermano mellizo, Kurt, que no hizo el viaje, estuvieron entre los 9.374 chicos de Europa del Este y Europa Central que se fueron en el Kindertransport a Inglaterra entre diciembre de 1938 y agosto de 1939.
De estos chicos, 7.500 eran judíos, según la historiadora Claudia Curio, del Centro de Investigación del Antisemitismo de Berlín, que se encontró con Blech mientras estaba realizando una investigación en el Museo de la Memoria del Holocausto en Washington, Estados Unidos. Blech había dejado sus datos en el Museo del Holocausto en Washington.
En marzo de 1939, Blech y Kurt fueron enviados a Inglaterra gracias a la intervención de su tía Rosie Kiegel.
Blech no recuerda mucho de su apurada partida, aunque tiene un libro de fotografías con notas de despedida de sus amigos.
En Londres, cuando la familia que la iba a buscar no apareció, se quedó un tiempo en un albergue para mujeres. “Recuerdo haberle dicho al director del albergue, ´No se supone que debo estar aquí´.”
Kurt fue a un albergue ortodoxo para niños en Aldridge.
En cuanto a Blech, dijo “en abril estaba con una familia judía, los Bernsteins,” con quienes se quedó cinco años. “Tenían una hija que era dos años más joven que yo. Supongo que yo debí ser su compañera de juegos.” Siguen siendo amigas hasta el día de hoy.
Pero por más amables que fueran los Bernsteins, no pudieron sustituir una familia.
“Durante un tiempo no tuvimos noticias de nuestros padres,” recuerda Blech. Pero se enteró que mientras otros miembros de la familia no habían regresado, sus padres habían logrado llegar a los Estados Unidos en 1940 o 1941, después de “haberse adelantado a Hitler.”
Los hijos se unieron con sus padres en 1943.
La nieta de Blech se unió a su abuela en su viaje a Alemania porque su abuelo no estaba en buenas condiciones como para viajar.
“Tenía curiosidad,” dijo Slyper. “No esperaba encontrarme con antisemitismo. Y no vi nada malo aquí. Es un hermoso país y es difícil sentir que es malvado.”
Aun así, durante la visita a un monumento del Holocausto en la ciudad, el grupo de visitantes descubrió unas pintadas antisemitas. Un vocero de la policía dijo a los periodistas que la policía había intentado quitar las pintadas antes de que llegaran los visitantes, pero el guía del grupo dijo que habían visto una esvástica pintada sobre el monumento.
Blech y Slyper participaron de servicios de Shabbat en la sinagoga ortodoxa de Joachimstallerstrasse, y comieron casi todas sus comidas en Bleiberg´s. Blech, que no había hablado alemán durante décadas – incluso con su marido, nacido en Viena – descubrió que el idioma le volvió con facilidad.
“No me gustaba usarlo antes,” dijo. De hecho, dijo, usando una expresión en yiddish, “me rompería los dientes” si lo hablara.
“Pero aquí lo necesité,” dijo.

 

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