La Voz Judía


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Algunos de los mejores amigos de Reagan fueron judíos
Por Ron Kampeas, washington

La presidencia de Ronald Reagan fue una época en la que el poder judío en los Estados Unidos creció hacia nuevos niveles de influencia – y cuando los judíos aprendieron sus límites.
Gracias a Reagan, quien murió hace poco, a los 93 años de edad, después de una larga lucha contra el mal de Alzeimer, entre los años 1981 y 1989 se consolidó el apoyo bipartidario hacia las causas judías: una Israel segura y la libertad de los judíos soviéticos.
También sucedió que el Partido Republicano se convirtió en una opción aceptable para los judíos, asegurando que ningún partido pasara por alto el voto judío.
“Los historiadores mirarán hacia atrás y dirán que los años de Reagan fueron los años en los que la comunidad judía miró hacia atrás y le dio una oportunidad al Partido Republicano,” dijo Marshall Breger, el coordinador para la comunidad judía entre 1983 y 1985. “Esto dio inicio al proceso de desarrollo de un nivel de confort que recién ahora está dando sus frutos. La administración de Reagan convirtió a los judíos en una comunidad bipartidaria.”
Aun así Reagan también le dio a la comunidad judía dos golpes fuertes, cuando logró pasar en el Congreso la venta de poderosos aviones de espionaje a Arabia Saudita y cuando envió una carta de perdón al cementerio de Bitburg en Alemania, donde están enterradas las tropas de la SS nazi.
Además, algunos analistas dijeron que la administración de Reagan creó problemas relacionados con temas domésticos importantes para la comunidad judía, como los derechos de aborto, ayuda a los pobres y asistencia médica.
A pesar de estos temas, la presidencia de Reagan es vista por muchos como una época feliz para temas judíos en cuanto a la política externa, principalmente por los efectos del triunfo más grande de Reagan: el colapso del bloque soviético.
“El final de la Guerra Fría fue importante no sólo para el mundo libre, sino también para disminuir la causa de los países árabes y para permitir a los judíos soviéticos la libertad,” dijo David Makovsky, un activista judío soviético y ahora analista de Medio Oriente en el Instituto de Washington para Política del Cercano Oriente. “Sólo podemos agradecer por esto.”
Mark Levin, también un prominente activista de la judería soviética en aquellos días, enfatizó que los beneficios de la lucha por la judería de la Unión Soviética derivó de la cruzada de Reagan en contra del “Imperio Malvado”; para Reagan la libertad de los judíos soviéticos fue un tema central en su lucha.
Reagan aseguró que la judería soviética sea un tema central en cada reunión entre funcionarios de los Estados Unidos con funcionarios soviéticos, junto con el desarme nuclear y la asistencia económica, recuerda Levin, ahora director ejecutivo del NCSJ: Abogados a favor de los Judíos de Rusia, Ucrania, los estados del Balcan y Eurasia.
“Fue alguien realmente comprometido en cambiar el sistema comunista y obtener la libertad de toda la gente, pero tuvo un rincón especialmente sensible en su corazón para la judería soviética,” dijo Levin.
En una carta de consuelo enviada a la mujer de Reagan, Nancy, el ministro del Gabinete israelí, Natan Sharansky, de la Unión Soviética, expresó su gratitud al ex presidente.
“El ex presidente Reagan cambió la marcha de la historia y el destino de millones de personas porque fue uno de los pocos líderes sobresalientes que llevó al colapso del Imperio Soviético,” escribió Shanransky.
Reagan también ganó la admiración judía por nombrar secretarios de estado que simpatizaron con Israel. Alexander Haig y George Schultz rompieron con el rol tradicional del “policía malo” que el gabinete mostraba hacia el estado judío.
Pero la simpatía visceral del presidente por Israel se vio dañada por su difícil relación con el primer ministro israelí, Menajem Beguin. Los estilos de los líderes chocaron inevitablemente: la estrella de cine norteamericana frente al abogado europeo.
Reagan ganó un respetable 31 por ciento de los votos judíos en las elecciones de 1984, a pesar de no igualar el 39 por ciento que había obtenido en 1980, cuando el voto judío pro Reagan fue el resultado de un voto en contra de las políticas del presidente Carter.
La prueba más seria de la relación de Reagan con los judíos llegó después de estas elecciones, cuando Reagan anunció en abril de 1985 que visitaría Bitburg, un cementerio militar de la Segunda Guerra Mundial, para conmemorar el 40 aniversario del Día D.
El optimismo de Reagan, tan valorado por la comunidad judía cuando se trataba de las esperanzas por los judíos de Israel y de la Unión Soviética, fue un factor decisivo: El presidente quería mirar hacia delante, no hacia atrás, según sus palabras.
Pero los judíos de los Estados Unidos se horrorizaron, especialmente cuando se enteraron que más de 40 miembros de la Waffen SS habían sido enterrados en Bitburg. Ni siquiera el pedido de Elie Wiesel, el sobreviviente del Holocausto más conocido de los Estados Unidos, pudo disuadirlo.
Este suceso fue otro de los recordatorios de los límites de la influencia judía.
Pero la amargura se disolvió rápidamente por la gran amistad que tuvo Reagan hacia los judíos.


 

Nro 349 - Tamuz del 5764 / Julio de 2004

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