LA VOZ y la opinión


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LA VIDA DE BENZION (Benjamín) ROSENBERG.
Por Moshé Korin
“Yo estoy aquí para relatarle, aun cuando muy pálidamente, las terribles
peripecias sufridas en manos de los nazis, porque en medio del desborde de la muerte y el horror, aposté sin vacilación por la vida”.


Hablar de la vida de un hombre que ha traspasado la experiencia límite de los campos de concentración no podría no incluir una dimensión esencial de esa experiencia: después de la guerra se deviene otro. Este devenir eminentemente singular, adquiere en Benzion Rosenberg un sentido preciso: militar por la vida. Decimos militancia porque no encontramos término más preciso que este para dar cuenta del accionar de este hombre que luego de haber vuelto del temible infierno de los campos ha hecho de la vida su estandarte, su modo de lucha contra el destino de exterminio y deshumanización que los nazis intentaron trazar para nuestro pueblo.

Si el plan de exterminio nazi ha adquirido la radicalidad que conocemos, esto fue posible porque se pretendía expulsar a los judíos no sólo de la existencia física, sino también de su humanidad. Las técnicas más impensables de deshumanización estaban al servicio de reducir aquellos seres en despojos aptos para el matadero. Millones de almas se silenciaban detrás de ojos vacíos ya de miradas. Millones de vidas abandonaban los cuerpos encorvados y consumidos antes de que sus ojos se cerraran por siempre. Millones de voces ya no pronunciaban palabras, enmudeciendo tras franquear el indecible horror.

Un infinito peregrinaje por la mortífera maquinaria nazi hubo de comenzar para Benzion a sus 18 años. Fue conducido primero a las fábricas de Scarzisco, donde perdió a su hermana Reizl, luego a Buchenwald y finalmente a Bergen-Belsen donde fue liberado.
Al ver a los 17 000 pobladores judíos de su natal aldea Szydtowiec, entre ellos su entera familia, conducidos a los campos de exterminio, Benzion Rosenberg supo comprender lo incomprensible: el propósito de aquella empresa no estaba al servicio de la guerra. El significado de la solución final era la aniquilación de su pueblo, la interrupción definitiva de su tradición. El propósito del nazismo no consistía sólo en eliminar a los hombres, sino borrar sobre la tierra todo rastro del Pueblo de Israel.

Este hombre destinado al matadero ha sobrevivido, la maquinaria mortal fracasó en su intento de escribirle un final. Pero para él existe además otra victoria, a cuya perpetuidad y propagación consagra sus días. Este hombre que ha perdido a toda su familia, que ha visto desaparecer su aldea natal, no ha perdido su amor por la vida. Luego de la liberación, cuando su voz recobró la palabra, cuando su mirar comenzó a ver la luz y su cuerpo deseó volver a andar, Benzion supo ver un sentido trascendente de la Shoá. Vencer al nazismo consistía no sólo en que sus días no hubieran finalizado en sus manos, sino que el combate más potente contra el terror y la muerte radicaba en la vitalidad de la sonrisa, el amor que se transmite a los hijos y nietos, la pasión por la continuación de las tradiciones que nos unen como comunidad.

A partir de su activa participación en la Comunidad Tel Aviv de Villa Lynch y en AMIA, tuve el placer de dialogar con él, de ser testigo tanto de sus penurias como de su incansable pasión por la continuación de la vida comunitaria.
Así como Juan Gelman alguna vez finalizó un poema inspirado en él escribiendo: “y en el campo de la muerte no pudieron asesinar la sonrisa de su cara”, también yo fui conmovido por el rostro y la palabra de este hombre que alguna vez tuvo que alimentarse de hojas para sobrevivir y hoy siembra alegría por la vida.

La vida como testimonio

Hace un tiempo Benzion Rosenberg confeccionó una recopilación testimonial que incluye memorias sobre la Shoá, notas a diversos diarios, tanto como fotos del casamiento de su hija, conmemoraciones del Bar Mitzvá de su nieto, cartas y poemas de amigos.

Recorriendo los pasos que ha andado nos topamos con los relatos más dramáticos, así como nos sonreímos frente a las fotos que nos hablan de la emoción y el afecto por sus seres queridos. En la aparente diversidad de materiales se encuentra la cifra de la singularidad de su testimonio: el terror y la muerte no han cambiado su imagen del ser humano y la vida. A sus 84 años, Benzion, cuya voz se entrecorta al relatar el horror, porque el silencio con su vacío es en el límite de lo inhumano el signo de lo inefable de su padecimiento, quiere transmitirnos que no por ello se ha detenido.

Esta singular recopilación es el testimonio de la vida que se ha abierto paso luego de la muerte. Es el testimonio de lo humano que ha sobrevivido para continuar creando vida. Este hombre no podría sentarse y escribir rememorando su pasado porque ha encontrado el sentido en crear su presente y el futuro de aquellos que lo continuarán.
No bastaba con testimoniar tan sólo el trágico pasado, hacía falta testimoniar también que ha sido feliz padre, abuelo y tío de las generaciones que se había pretendido exterminar. Hacía falta mostrar su sonrisa junto a la de su hija Elisa en el día de su casamiento. Hacía falta testimoniar la vida.

Y para ello tampoco eran suficientes las palabras que evocaran, ya que la voz de su testimonio es todo su ser tramándose con otros. Y es por eso que en esta recopilación tienen lugar también los relatos de lágrimas, de silencios y las fotos que inmortalizan miradas y sonrisas, suyas, de Daniel y Maya, sus nietos, de su esposa Enida Z`L y de sus hijas Esther Z´L y Elisa.

Las voces del testimonio

“Si bien no puedo aliviar su corazón, quiero que sepa que para miles de jóvenes como yo, ustedes son un ejemplo de vida y en ustedes encontramos muchas respuestas, usted me hace confiar en la gente, en la capacidad del hombre de enfrentarse a las dificultades, en rehacerse una y otra vez y sobre todo, que por sobre el odio siempre prima el amor.”


Estas no son sólo palabras de una joven voluntaria del museo de la Shoá de Buenos Aires, son las palabras de las generaciones venideras que reciben un legado.

La voz de la madre le indicó el camino: “En la cola del tren que nos iba a llevar al campo de Treblinka, mamá me obligó a hacerle una promesa: yo debía salvarme y contar la verdad a todo el mundo”.
Aquellas últimas palabras, así como los silencios que las siguieron, se enlazaron con la voz de Benzion forjando así la cadena del testimonio.

El testimonio incluye las generaciones que fueron; pero también el testimonio incluye a las generaciones que serán, ya que el testimonio en tanto memoria es un eslabón entre generaciones. La voz de la madre, de la familia que ha perecido, de los 17000 judíos que ya no habitan la polaca aldea Szydtowiec, continúan existiendo en el testimonio de Benzion. Así como también su voz que nos habla del amor por la vida, existe y existirá en la joven. La cadena generacional continúa, la transmisión continúa legándole al porvenir.

De este modo Rosenberg funda una doble memoria, aquella que nos relata que la más inimaginable deshumanización advino, pero también aquella que nos habla de lo humano creando otra vida posible luego del abismo.

Una imagen metaforiza la vida de Benzion, aquella foto tomada por su nieto en Auschwitz que muestra los dos únicos árboles que restaron luego de la guerra. Como ellos, este testigo de la desolación más absoluta sigue en pie, hundiendo sus raíces en el trágico suelo y propagando vida al extender sus ramas hacia lo alto.
Cuando Benjamín Rosenberg festejó hace unos años en Buenos Aires junto a su hija Elisa, su yerno Saúl, sus nietos que llegaron especialmente desde Israel, su compañera de los últimos años Handy Bichman y los amigos, familiares y admiradores, sus primeros 80 años de vida; así como en nuestras conversaciones bastantes frecuentes en la AMIA y también viéndolo prepararse para su próximo viaje a Israel con motivo del “Bat-Mitzvá” de su nieta Maya, siempre siento que en Benjamín hay algo invicto, y es su convicción de que la vida y la continuidad, tienen un sentido. Y es eso así porque para él la emoción tienen un destino y un destinatario.
De todo corazón a Benzion Rosenberg, le deseamos “ad mea keesrim” (por ahora hasta los 100 como a los 20). “¡Ko lejái!” (por la vida).

Octubre/Noviembre 2004 - Jeshvan 5765
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