LA VOZ y la opinión


Periodismos Judeo Argentino Independinte
Ecos de las Plegarias
Extiende sobre nosotros tu manto de paz

Por Esther R. Jarmatz
vaninach@amia.org.ar
Los ecos de las plegarias de Iamim Noraim, las Altas Fiestas de Rosh Ha-shaná y Iom Kipur, aún resuenan en nuestros oídos. Los alegres acordes de Simjat Torá, los bailes y los cantos, todos los Sifrei Torá, en esta fiesta popular, sacados del Heijal -del arca- ese día, sentimos y vivenciamos las enseñanzas mile-narias, que la Torá es de todo el pueblo, sin exclusiones. Como leíamos hace pocas semanas, "Lo bashamaim hi", no está en el cielo, los preceptos son tan cercanos a nosotros que de cada uno depende su cumplimiento.
El hombre necesitó siempre momentos de espiritualidad y recogimiento. En el comienzo era el asombro por los cambios que veía, cómo se sucedían los días y las noches, veía el cielo azul, de noche se sorprendía con la luna y las estrellas. Miraba los ríos y la inmensidad del mar, el fuego y el rayo. El judaísmo inaugura la era del Mono-teísmo, el tratar de saber y desentrañar estos misterios e introduce el concepto de un único Creador del cielo y la tierra, Inefable, que todo lo ve. La vida del hombre tiene un sentido, hay que rendir cuenta por los actos, hay preceptos, hay valores supremos como justicia, verdad, bondad, respeto, que aun en momentos límites hay que cumplir. Tene-mos textos y recordatorios, mezuzot y tefilot. En el comienzo, en la antigüedad estaban los sacrificios "korbanot". Había temor y temblor de buscar la presencia divina directamente. Sacri-ficios de animales parecían ayudar a este contacto. Los Kohanim -sacerdotes- eran los intermediarios. Pero aún entonces había quien volcaba su alma en inolvidables palabras. Basta con abrir el Libro de los Salmos - Tehilim- para identificarse con el salmista. "Bienaven-turado el hombre que no siguió los consejos de los malvados... y será como un árbol plantado... que sus frutos dará oportunamente... y sus hojas no se marchitarán...". Otros salmos testimonian la alegría de los peregrinos cuando ascendían a Jerusalem...y esto sucedía especialmente en las tres fiestas de Aliá le Reguel: Pesaj, Shavuot y Sucot. La súplica de una mujer que vuelca toda su angustia y su pedido de ser madre, Janá en Shiló, que no necesita gritar, apenas susurrar una plegaria y una promesa, sólo sus labios se mueven en la súplica de tener un hijo, de serle concedido, ella lo de-dicará al servicio de Dios...
Las tefilot podían salir del alma, del corazón, como las del Rey David, como las de Janá, como las del Patriarca Iaacov que vio en sus sueños ángeles que subían y bajaban por una escalera plantada en la tierra y que llegaba al cielo. Y sólo pedía: "si Dios estuviera conmigo para cuidarme en este camino que yo emprendo y me diera pan para comer y ropa para abrigarme..."
Pasaron siglos, pero el asombro del hombre ante el milagro de la vida se renueva constantemente, el hombre, en tanto "Corona de la Creación" siente la humana necesidad de expresarse, de verse reflejado en esas milenarias palabras que forman las plegarias. Pedir, agradecer, rogar, bendecir. Cuando hablo de Tefilá recuerdo mi inicio de Morá, cómo comenzábamos el día en el internado de Moises Ville, cantando Má tovú ohaleja Iaacov. Las bendiciones de la mañana, el agradecer por la vida, por la libertad; no era un marco religioso, en el sentido ortodoxo de la palabra, pero era un momento de espiritualidad, era el contacto con la necesidad humana de elevación. Años más tarde, acompañando grupos de alumnos en programas de estudio en Israel, Majané Tanaj, Gue-sher Ajavá, cuando llegábamos al Kotel Hamaaravi, a un lugar tan significativo para todo judío, los chicos de 15-16 años- buscaban los libros que estaban sobre una mesa y me preguntaban: ¿morá qué se dice?, ¿qué se reza ahora?; muchos tomaban un Sidur, lo hojeaban, otros un Tehilim, un libro de Salmos... sentían que tenían que expresar ese estado especial, con palabras propias o prestadas de los textos.
Ahora que nuestros jó-venes volvieron de 34 destinos, de haber llevado la plegaria a los más alejados lugares de la geografía Ar-gentina pensé en la fuerza de la tradición y del mensaje. Aún las más pequeñas kehilot, todas aquellas que lo solicitaron, tuvieron quien celebre las Tefilot de Iamim Noraim junto a ellos. Tuvieron sus Baalei Tefilá, que con dedicación, estudio, cariño y solidaridad, respondieron al llamado, escuchando sus emotivas palabras y testimonios. Sólo me cabe otra vez agradecer su esfuerzo, el de los morim, el de los padres que se quedan sin ellos en las fiestas, pero orgullosos de saber -como lo han manifestado- de la importante Mitzvá que fueron a cumplir. "Extiende sobre nosotros, sobre el mundo, so-bre la humanidad, sobre Israel, un manto de paz," ya esta contiene todas las otras aspiraciones de nuestra vida.•
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Noviembre de 2003 Kislev 5764
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