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Es la hora de los mercenarios
Por Lionel Lejardi
liolejardi@aol.com
Sí, es la hora de los mercenarios, porque estamos en una guerra asimétrica y debemos ganarla. No es que seamos incapaces de la victoria con los dispositivos actuales, la cuestión es que no "vale echar perlas a los puercos" (Evangelios, San Mateo, VII, 6). Esas perlas son nuestros muchachos. Revaloremos el término "mercenario" (mercenarius). No se trata de semántica y sí, de considerar el empleo de estos soldados sui generis para liquidar la situación militar de Irak y Afganistán. Un terrorista no aplica para derechos humanos, por estar deshumanizado. Lo de mercenario, ha sido tergiversado por antonomasia histórica; en virtud de las bondades de los chicuelos de los medios liberales e izquierdistas. Ellos tomaron como chivo expiatorio lo acaecido en África después de 1950 dando la versión de que se trataba de una querella entre blancos y negros. Falso. El asunto, tal como sucedió con nuestra rebelión contra los colonialistas ingleses en 1775, era bien simple: se trataba de la eterna trifulca entre colonizados y colonialistas, e igual de cabo a rabo a lo acontecido en Asia, América o Medio Oriente. Estos comunicadores, sin embargo, mostraron indiferencia absoluta ante las aventuras mercenarias de los comunistas cubanos y euro orientales, en el mismo solar africano. El legionario es identificado con aquellos soldados que por un salario ejercen su oficio sirviendo a un gobierno extranjero. Durante siglos, gozaron de excelente reputación por su valentía, efectividad y fiereza. Es el tipo exacto del militar inexorable, furiosamente letal, que debemos lanzar sobre los terroristas musulmanes, incluyendo aquellos agazapados en nuestros países. Olvidemos la opinión pública, porque Estados Unidos cuenta con un solo aliado viril, Inglaterra. El derrotero civilizador se erigió con ayuda de mercenarios, y si los descreídos dudan, que consulten la historia universal. Durante la Revolución Americana, se emplearon soldados de fortuna de ambos bandos (los Hessians, por los ingleses; mientras que en el bando patriota cruzaron sables españoles, alemanes, cubanos, franceses, etc. todo un abanico). Los terroristas musulmanes, comprobado, los utilizan a las dos manos.
La mayoría de nosotros dependemos de un salario (merces) que nos pagan por prestar servicios en cualquier terreno de lo humano o divino. La única diferencia, en ocasiones virtuales, que existe entre un soldado regular pagado por nuestro gobierno y uno extranjero contratado como tal, es el amparo que ofrece la delicada ética patriótica. Desde siempre, y por cualquier medio, la guerra consistió en algo sencillo: liquidar al enemigo. Cierto que no es usual que los mercenarios (como los samurais) peleen hasta la muerte, salvo que se vean perdidos. Los legionarios salvaguardan su estilo de vida y herramientas para el nuevo contrato (son los ronins). No es vergonzoso que un militar alquile sus habilidades al mejor postor, como sucede con otras profesiones. Tampoco es asunto de religiosidad o de ética, dado que no todos los ex militares disponen de seguridades económicas como sucede en los EE.UU. El primer deber del soldado, dijo alguien, no es morir por la patria sino hacer que el enemigo muera por la suya, sus supersticiones o sus endiablados fundamentalismos. Lo de mercenario, gramaticalmente, es aplicable a las personas contratadas para operar en países extranjeros ya sea en actividades médicas, religiosas, militares, civiles, etc. Lo real, es que fueron los propios gobiernos del III Mundo los que suelen recurrir a esta práctica, tal como sucedió en Angola, Mozambique o Etiopía. Hoy día, mercenarios operan en las guerras civiles africanas.
El empleo de mercenarios profesionales (no de sicarios), fue pan cotidiano en todas las revoluciones independentistas americanas. Con la francesa, se aplacó el uso de soldados de fortuna, tales como los que posibilitaron la conquista de América. Después de las guerras los soldados sin ocupación se ofrecen al mejor postor y de ahí surge, el estereotipo moderno delineado por la propaganda de la entente comunista. Hoy, soldados de fortuna hacen fila al doblar de la esquina, loquitos por encontrar un empleador. Nosotros, tenemos el dinero. Soltemos algunos teams "SWAT" de estos pit bull terriers de la guerra en el ruedo iraquí y veremos como acaban a sombrerazos, ese relajo. Fueron los mismos tipos que pusieron a correr por tercera, en Tanganica, al "Che" Guevara y su pandilla. Recordemos que los bodyguards del Papa, en el buen sentido, no por casualidad son mercenarios suizos. Señores, estamos en guerra. Al enemigo, hay que caerle encima con todos los hierros y derrotarlo a la criolla.

Lionel Lejardiliolejardi@aol.com


Julio de 2005
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