LA VOZ y la opinión


Periodismos Judeo Argentino Independinte
Homenaje: Alexander Belousov
Un caso extraño en la literatura ídish

Por Moshé Korin
Supe del poeta Alexan-der Belousov cuando en el ya desaparecido diario “Di Presse” de Buenos Aires, se transcribió un articulo de la revista “Sovétish Héimland “ con sus poesías y una nota aclaratoria del redactor de la revista. Pero más me interioricé en Mayo de 1991, integrando una delegación argentina, asistí a un congreso pro cultura judía en Moscú. Luego de varios días, en las conversaciones con los escritores y poetas judeo-soviéticos surgió su nombre en torno a un hecho curioso. Hacía un año, aproximadamente, que jun-to con su esposa y con su hijo, Belousov había emigrado a Israel. Y lo interesante del caso era que se trataba de un poeta en lengua ídish que no era judío.
Cuando algunos de los participantes en la Conven-ción visitamos al escritor Aarón Verguelis, redactor de la revista en ídish “Sovétish Héimland” (Pa-tria Soviética), hablamos, entre otros temas, acerca de Alexander Belousov, pues Verguelis había publicado trabajos suyos en la revista (Verguelis, por enfrentamientos en el pasado con Itzjak Korn, Presidente del evento, no participó en el Congreso).

Un creador muy particular
Ese creador, caso único en la historia de la poesía ídish, falleció en Jerusalem el 27 de Enero de 2004.
Hijo de padres cristianos ortodoxos, nacido en la lejana ciudad rusa de Sa-mara, situada en la confluencia de los ríos Samara y Volga, llegó a ser un genuino, profundo y tierno poeta en lengua ídish.
Lo que más llama la atención es que, sin una educación judía formal, sin un ambiente literario y cultural judío, ese jovencito ruso haya logrado, en el término de unos pocos años, dominar ambas lenguas: el hebreo y el ídish; y que haya adquirido, además, un conocimiento considerablemente a fondo del Talmud, de la Mishná y de la Historia Judía. Sus poemas en un jugoso ídish sorprendieron a los lectores, en momentos en que el régimen antisemita de Stalin perseguía a los escritores y poetas judeo-soviéticos.
Con su raro talento, Belousov expresó en conmovedoras estrofas su solidaridad con los sufrimientos del Pueblo Judío bajo el nazismo, cuando todavía él “no había llegado al mun-do”, tal como lo dice en uno de sus poemas. Asimismo, se comprometió abiertamente y sin temor con el destino de los judíos y de su literatura en la Unión So-viética de posguerra. Esta actitud suya produjo admiración y asombro.
Será preciso que transcurra un buen número de años para que “el fenómeno Alexander Belousov” pueda apreciarse en su justa perspectiva.

Abuelos y maestros
Alexander Belousov na-ció en 1948, en el seno de una familia de intelectuales rusos. El abuelo era periodista y redactor. En la casa se hablaba ruso, alemán, inglés y polaco. La abuela lo acunaba recitándole poesías rusas. El pequeño Sa-cha (Alexander) heredó del abuelo su facilidad para los idiomas. Desde la escuela primaria se interesó en la Biblia, el Viejo Testamen-to. La maestra lo encontró una vez leyendo en clase ese libro, y le explico que, en su original, había sido escrito en hebreo, la lengua de los judíos de Palestina.
Impulsado por su educadora, el joven Sacha salió en busca de alguien que le enseñara el idioma de la Biblia. Pronto supo que a la sinagoga del lugar concurría el judío David Lak-shin, gran conocedor de la lengua sagrada. Fue entonces a contarle su sueño de estudiar la Biblia en su idioma original. Muy impresionado por el joven ruso, David Lakshin accedió a su pedido.
En los tres años que duraron los estudios, nació entre ambos una sólida amistad. Tal como lo contó más tarde Shoshana, la esposa de Alexander, éste pasaba días y noches en la sinagoga y en la casa de su maestro, adentrándose en cada uno de los textos que caían en sus manos. Su dedicación no tenía límites.
Belousov se interesó en la lengua que hablaba la gente de su entorno. A sus sensibles oídos sonaba como alemán. Cuando su-po que se trataba del ídish, el idioma de los judíos de la Diáspora, quiso aprenderlo juntamente con el hebreo.
Acercándose a los judíos que venían a decir sus plegarias en la casa de oración, y a los refugiados judíos-polacos en las calles y las ferias, pronto fue asimilando la lengua materna de esa gente, sus giros, el estilo de su lenguaje y también sus dolores y sus preocupaciones... En una carta a un escritor amigo residente en Nueva York, Belousov escribiría más tarde (1970): “He aprendido ídish no tanto en los libros como de boca de judíos comunes: sastres, zapateros, que por suerte siguen transitando el mundo. Aprendí a amar con todo mi corazón no sólo el idioma, sino también a esa humilde gente, obreros y artesanos...¡Hubiera visto usted, mi querido amigo, con cuánta dedicación me enseñaban ese idioma luminoso, que ha llegado a ser mi lengua materna! Su sentimiento del ídish tiene algo de sagrado, y ellos han sabido transmitírmelo. Di-ga usted, mi querido amigo, si no debo considerarme dichoso y si no es mi deber servir a ese pueblo que me ha confiado su mayor tesoro....Todos mis conocimientos, todo lo que poseo, mi potencia espiritual, quisiera dedicarlos al ídish y a su literatura”.

Primeros pasos
Alexander Belousov en-vió su primer poema a la revista “Sovétish Héimland”. En la carta adjunta a su redactor, Aaron Verguelis, el joven poeta escribe:
“Yo, Alexander Belousov, no soy judío sino ruso. Mi manejo del ídish no es aún el requerido. Si hay errores en el texto, le pido sepa disculparlos”. Verguelis que-dó perplejo ante el joven ruso y sus poesías en ídish. No dudó en publicar el primer poema en “Sovétish Héimland”, junto con la carta del autor; todo lo cual produjo una enorme conmoción en los círculos de la literatura ídish, tanto en Rusia como en el extranjero. A partir de ese momento, los poemas de Belousov comenzaron a aparecer también en distintas publicaciones de todo el mundo judío.
El autor conoce personalmente a los escritores judeo-soviéticos y es influido por sus obras. Mantiene correspondencia con el fa-moso poeta hebreo Abra-ham Schlonsky, de Israel, y éste se muestra impresionado por su inusual talento y su perfecto hebreo. Las cartas mencionadas ingresan luego en la compilación de obras de Abraham Schlonsky, en el rubro “Cartas a Judíos”. En esa correspondencia, Belousov refiere cómo llegó a la cultura judía, a sus lenguas y a su poesía. Digamos de paso que Alexander se enamoró no sólo del idioma ídish, sino también de una muchacha judía con la cual formó una familia.

La “aliá” y sus dificultades
En 1990, Belousov, su esposa Shoshana y su úni-co hijo, Alexéi, emigran a Israel.(Alexéi es músico, compositor e interprete de guitarra). Se instalan en Maalé Adumim, cerca de Jerusalem, y allí Alexan-der frecuenta la “Ieshivá” (academia talmúdica). Los directores admiran su versación en el campo del “Ta-naj” (Biblia Hebrea) y del “Shulján Aruj” (leyes que regulan la conducta del ju-dío observante). Ellos lo comparan con Itró, el suegro de Moisés, y depositan sus esperanzas en una conversión formal de Alexander a la fe judía, que lo adscriba al Pueblo Judío como “guer tzédek” (converso por propia convicción). Pero él no creía que para ser “un buen judío” debía hacerse religioso a la manera de los judíos piadosos (“jaredim”) que lo rodeaban. Se incli-naba a ser “un buen judío” en su fuero íntimo, amando la lengua y la cultura ídish y hebrea, amando al Pueblo Judío y su fe. Al mismo tiempo, se resistía a romper los lazos que lo ligaban a sus orígenes rusos. Sos-tenía que la nacionalidad esta determinada ante todo por la cultura; y siendo esto así, podía él pertenecer a ambos pueblos.
Pero sus poemas delatan su conflicto interior, y sin duda esa escisión fue la fuerza impulsora de sus creaciones, y su Ídish el instrumento y el catalizador para concretarlas. Belousov nunca escribió poemas en idioma ruso. Ni siquiera le era del todo fácil traducir al ruso sus propias poesías.
De su dualidad da cuenta su “Canto del nuevo país”:

“Mi huella en aquel país
quedó escondida en la nieve.
Mi huella en la nueva tierra
no dejó marca en la piedra.

Mi palabra aquí, al nacer,
en dolores se retuerce.
Allá en el viejo país,
quedan pocos que la entienden.

Ha enronquecido mi voz,
mi lira cayó quebrada.
En la mitad de mi canto
el aliento me faltó.

Y salgo al amanecer
al Desierto de Judea,
Para callar, cara a cara,
con toda la creación”


En Israel fue recibido con gran calidez. La televisión y la radio le dedicaron mucho espacio. Fue entrevistado, leyó sus poemas y lo hizo con inocultable emoción, precisamente en ídish y no traducidos. Pero no lograba insertarse en un empleo. Trabajó co-mo obrero en la construcción de viviendas para nuevos inmigrantes; no por mucho tiempo. El se sentía atraído por otras motivaciones. Más tarde, fue nom-brado maestro de hebreo en una Escuela “Ort”, en Jerusalem (era graduado de un Instituto Pedagógico en su ciudad natal). No le fue bien, porque los alumnos no se adaptaban al elevado nivel de su hebreo. Entonces se desempeñó co-mo colaborador literario en la prensa rusa de Tel Aviv. Frecuentaba también la Asociación Cultural pro Ídish, de Jerusalem, en la que solía dictar clases y conferencias sobre temas literarios, en especial acerca de sus queridos escritores judeo-soviéticos. Los poemas de Belousov aparecían a menudo en las publicaciones israelíes en idioma ídish.
Dos años después de su llegada, la Asociación Isra-elí de Escritores y Perio-distas en Lengua Ídish le otorgó el Premio “Kovi Woll”. En 1998 recibió también el Premio “David Hofshtein”.
Lamentablemente, no llegó a editar sus poesías en forma de libro por no contar con medios económicos ni con el apoyo de las instituciones culturales... Era, por naturaleza, un hombre modesto, y se mantenía apartado del “establishment” literario. Sus colegas tampoco pusieron mucho empeño en atraerlo a su círculo. Otro factor pudo haber sido su afición a la bebida, una costumbre que traía de su país natal. Cuando se excedía en tal sentido, los colegas preferían mantenerse a distancia...
Pese a todo, ha quedado en la memoria de quienes lo trataron como un poeta ídish de talento infrecuente, que se caracterizó por su amor al Pueblo Judío y al idioma que adoptó como propio. Es muy característico su poema “A la lengua ídish”, en el que pide que a él, un hijastro judío, no se lo recuerde como “guer tzedek” (converso a la fe ju-día por propia convicción), sino como poeta judío.
Su composición comienza así:

“¡Oh Ídish-alte mame mit a groien kop!
¿Du zest? A shtifzun iz tzu dir guekumen:
a iung mit an arópgueloztn kop-
a sjar far dí vos m´hot dir tzúguenumen”.

“¡Oh Ídish, madre anciana de cabello gris!
¿Ves? Un hijastro hoy se te ha acercado.
Tímidamente el joven llega a ti.
Viene en pago de otros que te han quitado”.•


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Julio 2004 - Tamuz/Av  5764
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