LA VOZ y la opinión


Periodismos Judeo Argentino Independinte
Hasta el pelo más chico hace sombra
Alfredo Hamburguer salió presuroso de su oficina de la AIA (Asociaciones Israelitas de Argentina) en busca del ascensor. Llevaba debajo de su nerviosa y húmeda axila un ejemplar del último número del periódico LA VOZ y la opinión, con la imagen en tapa del presidente de esa entidad, José Ekerman, brindando, brazo en alto, con una copa de champaña.
En la calle, Hamburguer desenfundó su celular y marcó el teléfono del presidente.
-Hola, José, soy yo, Alfredo. Te llamaba para decirte que saliste en tapa.
-¿En qué tapa?
-En la de LA VOZ. Es una foto en la que estás brindando con una copa de champaña.
-Ya me tienen harto esos tipos. ¿Y de dónde sacaron la foto?
-Yo creo que la recortaron de la foto que ellos sacaron en tapa hace unos meses, donde estabas brindando con la Policía Federal.
-¿Cuál? Yo brindé muchas veces con la Policía.
-En esa que había aparecido con el título "Brindando sobre los muertos"
-¡La puta madre! No se puede creer.
-Quedate tranquilo, ya los vamos a reventar. Por lo menos logramos las firmas de repudio de varias instituciones. Además, uno de los nenes que yo conozco me está grabando casi todas las conversaciones telefónicas de los que escriben en ese periódico. En cualquier momento los agarramos en algo.
-¿Te parece?
-José, algo deben tener. No son ningunos santitos.
-Sí, pero estos no andan en nada raro, en nada pesado. Vos sabés bien que lo nuestro es diferente. Mirá, el otro día almorcé con Rubén y me dijo que busquemos la manera de cortarles todas las vías de apoyo financiero que reciben de las instituciones judías. Y si es posible, que los ensuciemos con sus anunciantes.
-Dejámelo a mi. En la época en que Rubén estaba en la AIA, bien que le jodimos la vida a más de uno que se hizo el gallito con nosotros.
-A mi lo que me carcome es saber quién carajo los banca.
-No los banca nadie, José.
-Yo creo que alguien los tiene que bancar, Alfredo. No tengo la menor duda.
-Lo que pensé el otro día es en cómo poner a todos los medios judíos en su contra. A mi me parece que la idea que tuviste de sacar una declaración de repudio firmada por FACCMA y las otras instituciones, y al mismo tiempo expresamos nuestro respeto hacia el resto de los periódicos comunitarios, fue una buena estrategia. ¿No te diste que sobre esto ninguno de esos medios salió a aclarar nada?
-Yo no sé si se van a plegar a una campaña en contra, Alfredo.
-Yo creo que sí. Te insisto en que nadie salió a defenderlos. Vos sabés que mandamos miles de e-mails y nadie dijo nada. Además, tené en cuenta que la mayoría de los periódicos dependen de sus partidos. Lo que deberíamos hacer es presionar a los presidentes de esos partidos para que expresen su repudio en alguna nota. Y chau.
-No sé, qué querés que te diga. No vaya a ser que esto se nos venga en contra.
-Estás equivocado, José. Y te digo por qué. No niego que hay mucha gente que los apoya. Pero nada más. La gente, vos lo sabés bien, ni pincha ni corta. Te acordás que bien que nos vino cuando comenzaron a pelearse entre ellos. Y con eso de las vocecitas, le rompieron tanto las pelotas a más de uno, que ahora por venganza los tenemos de nuestro lado.
-Sí, pero por lo que sé, vocecitas no saldrá más En este número ya no está. Bueno, tengo que cortarte. En media hora me encuentro en un almuerzo con Rubén. Vamos a hablar de la campaña de prensa que pensamos lanzar la semana próxima por el tema del juicio oral. Haceme un favor, llamá a Marta y a Juan y deciles que después del almuerzo quiero hablar con ellos para transmitirles la estrategia que arreglemos con Rubén.
-Che, cambiando de tema. ¿Adonde te vas de vacaciones?
-Como siempre, a Punta. ¿Y vos?
-Yo tenía arreglado ir con Rubén a Saint Martin. Pero como lo procesaron de nuevo, el turco no puede salir del país.
-Alfredo, dejá que suba Menem al gobierno y vas a ver como se termina con todo esto.
-Eso espero. Porque si no, me parece que vamos a estar en problemas.
-¿Vos te creés por ventura que nos van a tocar un pelo?. Rubén no va a dejar que esto pase. Lo tiene todo controlado. Además, con tanta malaria que hay en la calle, los aliados tienen bajo costo. Si la gente supiera cuántos progresistas están trabajando bajo el ala de Rubén, más de uno se pegaría un tiro en los beitzim.
Mirá, Alfredo, para serte sincero todo esto ya me tiene harto. A veces me pregunto si ya no es hora de tentar a estos muertos de hambre.
-¿Estás loco? ¡Ni se te ocurra!. Metételo en la cabeza: No son nada. Nada
-A lo mejor tenés razón. Pero hay que reconocer que los lee mucha gente. Además, el cuento de que son un periódico amarillo ya no se lo traga nadie. Vos sabés bien que últimamente escribe gente con trayectoria, muy respetada. Si fueran tan amarillos no se prestarían a escribir en esas páginas. Bueno, se me hace tarde Alfredo. Si no te veo, que tengas un buen fin de semana. Shabat shalom.
-Shabat shalom, José.
Alfredo Hamburguer paró un taxi y se dirigió a la cita que tenía con una abogada en la puerta de la Galería Pacífico. Al llegar miró su reloj y comprobó que aún tenía veinte minutos de espera. El aire acondicionado lo tentó a entrar en la mole y recorrer las suntuosas vidrieras. Sólo había dado unos pasos cuando se detuvo en una librería a ver algunos libros. En el interior, un aviso publicitaba una edición de lujo del Martín Fierro a muy buen precio. Hamburguer se sintió tentado a recorrer sus páginas.
Leía el prólogo escrito por Borges cuando de pronto volvió a sus 17 años. Se vio en su habitación, una tarde de invierno, mientras preparaba un exámen de literatura sobre uno de los capítulos del libro: Los consejos del viejo Vizcacha. Como si acaso lo hubiese estado estudiando el día anterior, pudo acceder sin esfuerzo a las páginas buscadas. Y lo primero que se presentó ante sus ojos fue uno de los consejos, que rezaba "Hasta el pelo más chico hace sombra sobre la tierra". La sentencia lo dejó tieso por unos segundos.
Aún no sacaba la vista del libro cuando vino a su mente la conversación que sólo unos minutos atrás había tenido con el presidente de la AIA. Pero de aquella conversación retumbaron, sobre todo, esas palabras que le había dicho a Ekerman: "No son nada. Nada". Entonces, la sentencia del viejo Vizcacha volvió a sonar en su cabeza. Hamburguer la deletreó lentamente, como tratando de encontrar algún significado que explicase su obsesión: "Hasta el pelo más chico hace sombra sobre la tierra". Y en una de esas veces, un sabor rancio, como si acabara de hincar sus dientes en una manzana agusanada, se instaló en su boca.

Por Marcos Socram desde su chacra.

Febrero de 2003
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