LA VOZ y la opinión


Periodismos Judeo Argentino Independinte
Al cumplirse los “shloishim” de
Eliahu Toker Z’L

Por Moshé Korin
Cuando el 3 de Noviembre pasado llegó la triste noticia de que a los 75 años de edad falleció el más destacado poeta judeoargentino de las últimas décadas, Eliahu Toker, vino a mi mente una metáfora según la cual se fue físicamente, de entre nosotros, un diamante de muchas facetas y que el conjunto producía una luz y un resplendor invalorables.
En una breve nota autobiográfica, Eliahu relata: “De mi paso por las aulas coseché un título de docente de hebreo (Seminario de Maestros Hebreos, 1954) y el título de arquitecto (Universidad de Buenos Aires, 1962), profesión esta última, que sostuve durante una veintena de años, sembrando por la ciudad una cantidad de edificios de felicidad despareja. En 1982 abandoné la arquitectura para dedicarme totalmente a mi vocación más honda, que siempre fue la poesía, bien, que no mal- al parecer incurable, que contraje muy tempranamente, viviendo de Lorca a Neruda, de Amos a Isaías, y de Whitman a Maiacovsky, mientras pulía mi propia palabra, reunida hasta hoy en una docena de poemarios, desde “Piedra de par en par” aparecido en 1972 hasta “Estado civil, abuelos – poemas con nuestros nietos” que vio la luz en 2009 y recibió ese año la Faja de Honor de Poesía de la Sociedad Argentina de Escritores, Sade”.

Refranes y maldiciones

En esta oportunidad, me referiré a una arista de este resplandeciente diamante: “Shpilkes”:
“En el marco de una historia más de tres veces milenaria, el ídish condensa una cultura cocinada a fuego lento a lo largo de un milenio. De su refranero, acuñado en esa popular forja lingüística, se conservan testimonios de los últimos doscientos cincuenta o trescientos años.”
Así sintetiza Eliahu Toker el valor histórico y cultural de los refranes en lengua ídish. Los dichos en ídish son un preciado bien de nuestro acervo. Tienen el poder de hacernos llegar por un lado, un particular mundo en el cual vivió gran parte de nuestro pueblo por un larguísimo período de tiempo, interrumpido principalmente por el advenimiento del nazismo que arrasó con casi la totalidad de la población que vivía en ídish. Era la lengua cotidiana, el idioma del día a día en el cual se pensaba, se amaba, se odiaba, en pocas palabras, se forjaba la propia existencia. En este sentido, toda obra dedicada a revivirla tiene en esencia un carácter de rememoración ancestral y de homenaje.
Por otra parte, uno de los aspectos más exquisitos de los refranes en ídish es la singular mixtura de sabiduría, sutil inteligencia y el humor como vehículo prínceps de manifestación.
El título mismo “Shpilkes” que significa “alfileres” o “alfilerazos” nos pone en la pista de que el humor se halllará presente en sus páginas. Ya que percibimos un guiño al lector familiarizado con los dichos en ídish, pues hay una conocida expresión a partir de la cual “Shpilkes” se ha consagrado como una célebre referencia cómica hacia alguien.
La picardía oriunda de los pueblitos judíos de Europa Oriental (“shtetl”), sobre todo del siglo XIX y hasta la segunda Guerra Mundial, es la protagonista de la segunda parte de la obra.
“Que mis enemigos tengan tantos granos en el trasero como maldiciones puedo anotar todavía”

Infaltables e imperdibles son además las memorables maldiciones creadas por la madrastra de Sholem Aleijem.
También en el apartado denominado agudamente por Toker “Del amor y sus suburbios” hallamos varios refranes que provocarán sin dudas risotadas. Entre ellos:

“La culpa es del carpintero: si él no hubiese construido la cama, yo no hubiese pecado.”

En verdad en todo el libro se encuentran motivos para la vasta gama que va de sonrisas a risas y a sonoras carcajadas.

“Lo que Dios da hay que tomarlo a bien, porque...¿qué remedio queda?.”
“Cuando un ladrón sale a robar, también pide a Dios que lo bendiga.”
“Cuando un avaro se descontrola no le importa derrochar el dinero ajeno.”
“Vivir se puede pero no te dejan.”

Cabe destacar que, además, encontramos aquí algunos aspectos sobre los cuales reflexionar a partir de estos refranes, mostrándonos que el refrán ídish ha sido muchas veces fruto de la agudeza que se ríe, pero a la vez enuncia, situaciones de infortunio e injusticia, así como una particular manera de elaborarlas.

“Cuando un judío se quiebra una pierna dice: por suerte no me quebré también la otra.”

Hallamos en la brevedad de este dicho un milenario saber hacer judío frente a las adversidades. Por un lado, nos insinúa que nuestra historia nunca ha sido sencilla; por otro, nos señala la fortaleza de llevar adelante el vivir a pesar de todo y no desfallecer por infortunios. Pero en sí mismo también subraya que, como pueblo, hemos sabido cosechar y transmitir ese privilegiado recurso subjetivo que es el humor cuando transmuta el dolor en risa.
Muchas otras tantas reflexiones pueden deducirse a partir de la presente compilación, sólo señalé ésta, para advertir que no convoca principalmente a una lectura ligera, sino que pueden descubrirse infinidad de pensamientos allí condensados.

Los motivos de un autor

Algunos de nosotros, hemos tenido el placer de acceder al ídish en nuestros hogares, donde poseía el privilegio de ser la lengua primordial que cobijaba nuestro cotidiano vivir, su magia perduraba en la boca de nuestros padres. En mi caso particular poseo innumerables recuerdos que sólo podría fielmente expresar en ídish. Es por ello que entiendo cuando Toker hace referencia a este aspecto personal que lo ha llevado una vez más por los senderos del ídish, en esta oportunidad de la mano de la antología “Shpilkes. Refranes y maldiciones ídish” que vio la luz en el año 2007.
“(...) como toda obra tampoco la presente está libre de una dimensión subjetiva. Mi íntima relación con estas expresiones de sabiduría condensada deviene de haber tenido al ídish por lengua materna y de haber descubierto, al recorrer diferentes colecciones de refranes, que gran número de ellos ya integraban el habla coloquial de mi casa, habiendo escuchado muchos de ellos por primera vez de boca de mi padre.”

El historial de labor literario de Eliahu Toker incluye el ser poeta, antólogo y traductor de varios textos folklóricos y clásicos tanto en ídish como en hebreo. Su obra toda reúne una cuarentena de títulos.
Como poeta publicó doce poemarios, dos de los cuales “Padretierra” (1997) y “Estado civil: abuelos” (2009) obtuvieron la Faja de Honor de la SADE. Como traductor sus textos fueron reunidos en varios volúmenes, entre ellos se hallan “El resplandor de la palabra judía” (1981), “El gran poema épico”, “El canto del pueblo judío asesinado” de Itzjok Katzneleson (1993) y “El ídish también es Latinoamérica” (2003). Como antólogo ha realizado compilaciones sobre César Tiempo, Alberto Gerchunoff y Carlos M. Grünberg. Junto con el humorista Rudy publicó ocho obras de humor, la última de ellas, “¿Nu? Reír en el país del ídish” (Libros del Zorsal, 2006).
En “Shpilkes. Refranes y maldiciones ídish” combina sus talentos tanto para el trabajo de investigación, el arte de traducir y la labor de antología. Sus trabajos anteriores sobre el ídish así como esta publicación han siempre conjugado un profundo compromiso junto con un singular estilo que ya lleva su impronta propia.
Su erudición nos brinda también un interesante y certero análisis del refrán y del ídish que ocupa las primeras páginas que prologan el libro.
Quisiera también hacer un breve señalamiento. La vastedad de la cultura ídish en sus diversas manifestaciones diaspóricas siempre me ha deleitado y sorprendido. Las distintas formas en que ha sido influenciada y ha influenciado a la cultura local configura un riquísimo abanico cultural en disímiles tiempos y espacios. Aún así creo hay un elemento intrínseco que unifica la multiplicidad de sus expresiones: siempre ha sido privativa y representante de lo popular, no deviniendo nunca metabolización de una elite.
Tal vez por ello no se ha fosilizado, sino que ha logrado continuar siendo vigente -aunque sus hablantes ya no sean la gran masa de seres que alguna vez fueron-, pues la cultura ídish transmite esa simpleza, esa dulzura de lo familiar, esa ternura del hogar y de la experiencia de lo compartido.
No quisiera en esta oportunidad, dejar de mencionar mi agradecimiento y sensibilidad a las hermanas Szturmak que posibilitaron la edición de este texto como homenaje a sus padres, Hela Kitaigorodsky e Isaac Szturmak Z’L.
Cabe destacar también que Toker dio a conocer antologías de material folklórico y textos clásicos, que tradujo del idish y del hebreo, entre ellas “El cantar de los cantares” (1984) y “Máximas de los maestros: Pirkei avot” (1988), en colaboración con Abraham Platkin).
Convocado por el Departamento de Cultura de AMIA, vino a menudo para dictar muy aplaudidas conferencias sobre una variada temática cultural judía. Asimismo participó exitosamente, en numerosos encuentros de intelectuales y escritores judíos en Argentina, América Latina, Europa e Israel.
Tuve el privilegio de de conocer a un dilecto poeta, escritor, traductor, editor, amigo y a un “mench” con mayúscula, a un arquitecto de la vida, siendo junto a su esposa Clarita, núcleo firme y armónico de las ramas familiares y sus frutos. Como se autodenomina en su último libro, se vuelve “cronista de la tribu”: una tribu formada por sus hijos, Gabi, Cari, Dani y Adri y sus nietos, Martín, Matías, Totó, Camila, Iván y Juli.
Tal como se expresa en ese poemario:

“Abuelados, enzeidados y embobados,
oigo la voz ausente de mi madre, despierto
y ando en sueños con Martín de la mano.”

“Ieí zijró baruj”! Permanecerá por siempre presente en nuestras retinas y en nuestra memoria.


Diciembre 2010 - Tevet 5771
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