LA VOZ y la opinión


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Pastor de almas
Se cumplen en Diciembre diez años de la desaparición de mi amigo y maestro Marshall.T. Meyer, no puedo menos que recordarlo hoy, aunque en realidad, lo hago a cada momento de mi vida.
Yo era un muchacho de apenas trece años cuando concurrí al templo de Libertad en un Día del perdón, no me animaba a entrar, sentado en un banco de la plaza contemplando la flota Buick de alquiler, que allí repostaba.(año 1959/1960).
No quería entrar, estaba sólo, sabía de la algarabía que podía haber en su interior que no me reportaría nada a mi condición de afligente orfandad.
Pero el imperativo de mi madre al mandarme a decir izkor por mi padre era ineludible, por tanto, venciendo mis temores entré al recinto inferior, donde un rabino joven daba servicio para la juventud.
Por primera vez en mi vida disfruté y entendí una jornada de plegarias, al salir, el rabino saludaba personalmente a cada uno de los feligreses, yo no se de donde saque coraje para mencionarle una cita bíblica que el no había mencionado, la dije en hebreo, el sonrió con su sonrisa cautivante y me pidió lo aguardara unos momentos hasta que se hubieran retirado los demás del recinto.
En ese momento comenzó nuestra a mistad, yo tenía apenas quince años menos que el, pero era un niño, el, ya era para mí, un gran rabino y me lo demostró siempre.
Fue traído a la Argentina en 1959, puesto bajo la supervisión del rabino Schlessinger Z.L porque la judería americana, rama conservadora, ante el recrudecimiento de la guerra fría, temía que pudieran ser atacados y desaparecer, por tanto, decidieron andar rabinos a lugares alejados de los eventuales sitios vulnerables, a fin de mantener la continuidad de sus enseñanzas, aunque el foco de EEUU desapareciera en una tercera guerra mundial.
El hecho de que yo hablara hebreo y Marshall poco castellano pero si hebreo, sirvió para que oficiara de traductor cuando le faltaban términos que yo le traducía al español, aunque en poco tiempo dominaba perfectamente la lengua de Cervantes versión porteña.
A ese primer encuentro siguieron muchos otros, infaltable en los cabalat shabat y en los shabatot mismos en que frecuentemente me hacía subir a leer la Toráh, honrándome con ello.
Hombre de acción, comenzó por separarse del templo inicial y empezó a construir un judaísmo revitalizado para aquellos que estábamos cansados de ir a sinagogas grandes con mensajes pequeños por parte de los encargados de emitirlos.
Posteriormente tuve el honor de ser invitado a formar parte del primer grupo de seminaristas para el rabinato, mi único mérito era el de haber terminado mis estudios como moréh de hebreo, sin conocimiento alguno respecto al resto del acervo cultural judío.
En ese aprendizaje, conocí a quien considero un gaón que es el rabino Mordejai Edery, el me enseño lo poco que pude asimilar de la vasta cultura judaica.
Ambos educadores se potenciaban, Mordejai enseñaba a estudiar, Marshall enseñaba a hacer volar la imaginación sobre los textos hebraicos.
De la mano de Marshall Meyer, llegaron las publicaciones sobre temas judaicos, modernas, dinámicas y aleccionadoras., también las primeras instituciones, escuela Bet El, Seminario Rabínico, Instituto S:Schejter etc fruto todas ellas de la dinámica de un gigante como Marshall lo fuera.
Pasados unos años, les comuniqué a mis maestros, que me había recibido de ingeniero y que deseaba ejercer como tal, por lo cual no seguiría estudiando el rabinato, con lo cual evité a la comunidad judía males mayores a los que hoy padece.
Sin embargo, mi contacto con el rabino Meyer se mantuvo, esporádico por mis viajes al interior del país, pero era un gusto reencontrarme con el amigo que había pasado a ser, aunque nunca dejó de ser mi maestro, al igual que el rabino Edery.
Fue durante los años de la dictadura en que fui llamado por el rabino y me citó en un bar cercano a las vías del ferrocarril en Belgrano, allí supe de su profunda angustia por lo que estaba ocurriendo en el país, en especial con los jóvenes de origen judaico.
Su relato se cortaba cada vez que pasaba el tren por que no se oía nada, pero era el momento en que ambos, nos secábamos las lágrimas que no podíamos contener.
Me contó de las humillaciones a que era sometido por los carceleros cuando llegaba, lo hacían desnudarse y esperar en ese estado hasta que pasado el tiempo, le permitían hablar con algún chico detenido, de ese modo blanqueó la existencia de muchos que después no podían ser negados por los militares, pero lloraba por su impotencia porque sabía que a muchos el no podría salvar.
Me importa poco lo que hoy, otros rabinos puedan alegar, hasta donde yo se, el fue el único y verdadero pastor de almas que se arriesgó para salvar a algunos de su rebaño, como otros, no se dignaron o no se animaron a hacer.
En esos momentos, lloramos juntos, ya no era el alumno y el maestro, éramos dos hombres unidos por la angustia y la impotencia frente a lo que ocurría delante de nuestros ojos.
Después vino la época de la democracia y Marshall fue uno de los pocos elegidos por su estatura moral, para recopilar testimonios y pruebas contra los genocidas, esa labor minó su cuerpo y creo que una parte de su espíritu.
Decidió regresar a su tierra de origen, pero aún allí, no tuvo empacho en recriminar al presidente Menem o a quien fuera, su falta de compromiso con los valores democráticos en serio, mal que le pesara a algún conspicuo dirigente judío de esta parte del continente.
Su compromiso con un judaísmo viviente fue hasta el final de sus días, (a una temprana edad), ya no lo conocerán las futuras generaciones, pero espero que la semilla que el sembrara, no se pierda a través de los numerosos discípulos que el formara.
Como lo recuerdo a el por sus enseñanzas y por la imagen seductora y cautivante, no puedo menos que recordar aunque más no sea uno de sus latiguillos, era cuando me decía que la palabra hebrea Minhag (costumbre) tiene la fuerza kehalajáh (como una ley), pero cambiando el orden de las letras, minhag es guehinom (infierno), por eso podés quedar preso en el infierno de practicar costumbres sin sentido.
Como la anterior, tengo muchos ejemplos que me diera el querido rabino, espero y deseo, que sus continuadores hagan honor a su presencia, aunque a mi criterio, no han aparecido todavía los que puedan acercarse a la dimensión de su talla.
Desearía tenerte cerca y es imposible, pero agradezco a D”, haber gozado de tu presencia, de tus risas, de tu buen humor y fundamentalmente, de tu amistad.
Que descanses en paz, querido Marshall, tus alumnos te recordamos con amor

Diciembre 2004/Enero 2005 - Tevet 5765
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