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“Telem” – Una esperanza para la recuperación(1)
Por Moshé Korin
Al llegar a la dirección del centro de rehabilitación, en algún lugar en los suburbios de Tel-Aviv, gracias a las precisas instrucciones de una ex alumna mía del colegio Schólem Aleijem que había hecho “aliá” hacía 25 años aproximadamente, busqué un establecimiento o edificio de oficinas pero, para mi sorpresa, me encontré ingresando a una vivienda similar a las demás de aquella cuadra. Una casa de dos pisos rodeada de árboles, con un pequeño cartel en un borde de la puerta con la inscripción “Telem”.
Laila Ben-Itzjak, directora del establecimiento, me recibió merced a los buenos oficios de mi ex alumna, quien colabora con ella, y me contó acerca de este lugar especial: “Telem” es el acrónimo de “Taasuká le Nashim Meshujrarot” (Empleo para Mujeres Ex Convictas).
Es un Centro diurno de tratamiento especializado en mujeres, perteneciente a la Dirección para la Rehabilitación del Presidiario.
El Centro funciona en colaboración con el Departamento de Educación para Adultos de la Municipalidad de Tel Aviv y la Sección de Educación para Adultos del Ministerio de Educación. Al lugar acuden ex convictas para su recuperación en las áreas de educación, tratamiento o, en última instancia, una salida laboral.
Las mujeres que llegan al centro en su mayoría se encuentran en tratamiento de desintoxicación de estupefacientes. En muchos casos padecieron maltrato físico (lesiones), psicológico y sexual durante la infancia y también en la adultez, en su casa o a manos de alguien cercano. Como consecuencia del trauma que vivieron con anterioridad, cedieron a la adicción a las drogas y la criminalidad. Quien de ellas trabajaba, lo hacía por lo general como prostituta. De aquí el camino a la cárcel es corto.
El Centro sirve a las mujeres como puente entre la prisión y el mundo exterior, y posibilita una preparación gradual para la salida laboral. Ésta va desde la adquisición de hábitos de comportamiento básicos como no llegar tarde, vestirse adecuadamente, aceptar las reglas-pasando por la adquisición de habilidades básicas para la asunción de responsabilidades- hasta todo el proceso terapéutico, que habrá de permitirles comprender la raíz de aquello que las condujo hacia su estado. Entender que ellas no son culpables y, al mismo tiempo, ayudarlas a enfrentar su situación y aspirar a alcanzar un futuro mejor.
Los traumas sufridos en la infancia ocasionan en el presente problemas de atención y concentración. Para estas mujeres el permanecer en un aula por varias horas todos los días no es algo sobreentendido, todo lo contrario, constituye un logro enorme.
Además, el staff procura crear en el Centro un grupo de pertenencia social: distintas actividades extracurriculares que entrañan cosas agradables hechas en forma grupal. Formar parte de un lugar permanente cuya puerta está abierta. Este lugar funciona a veces como sustituto del hogar. Algunas de las muchachas viven en un hostal, y parte de ellas jamás tuvo una casa. También aquellas que sí la tuvieron, sienten al Centro como su hogar, y al staff y a sus compañeras como parte de su familia.
Los estudios constituyen una parte considerable del programa de rehabilitación. En el marco de la complementación educativa, la clase estudia materias como hebreo (comprensión de textos y literatura), inglés, computación, matemática y biología.
El complemento en la formación comienza en el Centro y continúa después en las distintas instituciones del Departamento de Educación para Adultos de la Municipalidad de Tel-Aviv, que funcionan en colaboración con la Sección de Educación para Adultos del Ministerio de Educación.
Jaguit Guershón Perel es la directora de educación del lugar. Antes de acompañarme al aula, acotó a las palabras de Laila (directora del establecimiento): “Este lugar forma parte de todo un sistema de instituciones para complementar la educación, que funcionan en varias sedes en Tel-Aviv y en todo el país. Tienen clases que van desde un nivel de formación básica, hasta 12 años de estudio y más. Este centro está considerado una perla especial. Hay aquí una enorme inversión en cada alumna que participa del proyecto. El centro proporciona una atmósfera hogareña”.
¿Es también un lugar al cual acudir en caso de problemas? – le pregunto.
Laila responde: “Decididamente. Las mujeres vienen aquí desde las 8:30 hasta las 15:30, 5 días a la semana, a veces también por la tarde. Hay aquí grupos terapéuticos, así como terapias individuales. El proceso de rehabilitación incluye también tratamiento psicológico, trabajo social, una coordinadora ocupacional, actividades extracurriculares creativas y un taller de escritura creativa. Además de todo eso hay grupos de terapia, charlas sobre emociones. Se les pregunta a las participantes qué es lo que sienten, y se les exige asumir responsabilidades en el mismo proceso de recuperación y en su mejoría. Asumir responsabilidad por la vida, en eso consiste el proceso de recuperación”.
“También después de que salen a trabajar – sigue relatando Laila -, el contacto con las muchachas continúa. Llegan una vez por semana, después del trabajo, para continuar con la terapia individual y para los grupos ocupacionales donde se tratan todo tipo de problemas que surgen en el ámbito laboral”.
¿Cuál es el porcentaje de recuperación? – vuelvo a preguntar.
Jaguit me responde: “La educación en el Centro funciona en este marco, es apenas el segundo año de su implementación, y por lo tanto es aún prematuro hablar de porcentajes de éxito, pero éstos se miden de muchas maneras”.
Por ejemplo, me fui enterando que una de las alumnas, Rivka Cohen, que rindió un examen de informática obtuvo como nota 90. Sobre la experiencia del miedo antes del examen y sobre la sensación que viene después, ella escribió una composición. (esta composición figura en un recuadro aparte).
Y Jaguit sigue relatando: “Cuando inmigrantes recientes que arribaron sin el idioma, o mujeres sin una educación mínima logran leer su formulario de excarcelación y pueden ocuparse de sus asuntos, desde mi punto de vista es todo un éxito. Pero no todos los casos son exitosos. Algunas vuelven a las drogas, o a la prostitución, o a la cárcel. Algunas no consiguen sobrevivir. En definitiva, hace falta ese valor para venir aquí”.
Cuénteme, si es que puede, acerca del proceso de admisión aquí.
Esta vez me responde Jaguit: “Cuando aún están en prisión, Laila y quien trabaja con ella en la Dirección para la Recuperación del Recluso detectan mujeres que a su criterio serían aptas para atravesar al proceso de rehabilitación”.
Cabe señalar que éste no es fácil. Es una gran inversión en términos económicos y educativos. La maestra trabaja con cada una en forma personalizada, según un currículo diseñado específicamente. Hay quien desea presentarse a los exámenes finales, y algunas se presentan a los exámenes de bachillerato. Cada cual con su programa personal.
¿Cuál es su visión? – le sigo preguntando a Jaguit.
Y ella me responde: “mi visión, que ya comienza a concretarse, es que todo estudiante adulto que llegue a nosotros obtenga una respuesta. De modo que si viene a mí una alumna que desea estudiar computación a un nivel avanzado, para poder ayudarla a encontrar un empleo, yo tenga un curso apropiado para ella; trabajamos en cooperación con los demás centros, siendo la aspiración ayudar y brindar apoyo a quien desee estudiar a cualquier nivel”.

Ariela

Conocí en el centro a Ariela. Ella es egresada del Centro y vino hoy a causa de sus entrevistas laborales. Tenía por delante dos de ellas. Estaba emocionada por dos razones. Tanto porque le es sumamente importante encontrar trabajo, como porque en todo ámbito laboral al cual acude debe declarar que es una ex convicta. Pero Ariela es afortunada. Tiene un lugar que es un ancla de salvación, del cual obtiene fuerza. Este lugar se llama “Centro Telem”. Al sentarme junto a Ariela en la sala de huéspedes del centro, tengo la sensación de estar en el living de su casa. Incluso el gato es amigable conmigo, se sienta en mi regazo y escucha la conversación.
Ariela es una muchacha bonita que promedia la veintena. Sus ojos relucen, y negros bucles descienden sobre sus hombros. “¿Por qué estuviste presa?”, le pregunto, y ella endereza su mirada hacia mí y responde:
“Por delitos violentos y drogas”. Ella no duda ni se avergüenza. En el centro aprendió a comprender que todas las personas son iguales. Que a veces sucede que se da un traspié, a veces se cae, pero es necesario levantarse, fortalecerse y continuar con la vida.
Le pregunto cómo le resultó el periodo en prisión, y cómo una muchacha madre de un niño pequeño, que experimentó cosas nada fáciles en su vida suena tan madura y segura de sí misma y de su capacidad de volver a la vida.
Cuéntame por favor un poco sobre la cárcel.
“La vida en la cárcel no es sencilla. Es necesario transmitir todo el tiempo fortaleza. Si una transmite temor, te destruyen. Es así. Incluso siendo la muchacha más débil del mundo, es necesario transmitir poder, y entonces a una la respetan. Y eso fue lo que hice, sólo quería que me dejen tranquila. Tuve un gran apoyo de casa. En la prisión no se puede ser un necesitado, y yo tenía todo lo que hace falta: cigarrillos y dinero para comprar en la cantina. De este modo es posible sobrellevar mejor todo este período”.
No pienses que la tuve fácil allí,-sigue relatando - pero sabía lo que quería, y sabía que ese período terminaría. Todo depende de cómo se tomen las cosas. Mucho depende de ti”.
¿Qué fue lo que hiciste para mantenerte cerca de tu hijo durante tu permanencia en la cárcel?
“Hablaba con él por teléfono, a veces consintiendo sus deseos y otras veces no; para sentir una pertenencia, sentir que soy su mamá. Él también venía de visita”.
¿Cómo eran las visitas?
“Eran muy duras, pero siempre después de ellas me sentía mamá. Cuando crezca, le voy a contar todo. No le ocultaré nada. Prefiero que lo oiga de mí y no de otros. Ya sea para hacerlo partícipe de la vida de su madre, como para que no repita él mismo la película. Es algo muy importante para mí”.
¿Cuál es para ti la función de la cárcel, castigar, alejar de la sociedad o brindarle al recluso la posibilidad de reflexionar y hacer un balance del alma?
“En primer lugar, es necesario un castigo”, - sigue contestando Ariela-. “Cometiste un delito, serás castigado. Quien se droga va a la cárcel. Si en la cárcel no hay un tratamiento, la persona sale con un enojo aún mayor. Nosotros teníamos una sección terapéutica, fui directamente allí, para no volver a la cárcel”.
¿Tu proceso de rehabilitación comenzó en la cárcel?
“Es el proceso de todas aquí. Se empieza en la cárcel y se lo continúa aquí”.
¿Y qué hay del balance del alma?
“En la cárcel hay mucho tiempo para pensar. Una no hace nada. También allí hay que saber sacar provecho”.
¿Sigues siendo adicta?
“Seguiré siéndolo toda la vida. Llevo ¨limpia´ 3 años, 4 meses y 5 días”.

Anat

Salimos a la terraza, allí está permitido fumar. Varias muchachas estaban sentadas y conversaban entre ellas. La apariencia externa de ninguna de ellas delataba, ni lo que pasaron, ni el hecho de que hacía poco tiempo se les habían concedido la excarcelación. Mujeres jóvenes, de distintas edades, tomando café y fumando, al igual que en cualquier cafetería. Entre ellas también estaba Anat.
Ella es algo mayor que Ariela. Hace poco tiempo sufrió acoso sexual, a consecuencia del cual apuñaló al acosador y fue a parar a la cárcel. Solicité hacerle algunas preguntas:
¿Cómo pasaste el tiempo en la cárcel? – le pregunté.
“Todo el tiempo estudié, trabajé y leí. Al momento de mi liberación, la trabajadora social me pidió que permaneciera y enseñara a las reclusas con condenas prolongadas a fin de ayudarles a pasar el tiempo”.
¿En qué consiste el proyecto que Telem te brinda?
“Me da un marco. Siento que tengo un techo. También cuando estoy mal de ánimo. Si lloro, vienen las chicas y me sostienen, literalmente me sostienen y me brindan empatía.
Entiendo que aquí realmente intentan ayudarme, porque me resultó muy difícil permanecer en la cárcel durante 8 meses”.

Un nuevo comienzo

Al momento de hablar con Anat, las muchachas estaban de recreo, en particular para fumar, y ahora la docente les pedía que volvieran al aula. Me uno a ellas y todos entramos a la clase. Tengo la sensación de encontrarme en el aula de una escuela, pero ésta es más pequeña e íntima. Desde las paredes me hacen un guiño refranes y expresiones idiomáticas, tales como “las palabras de los sabios se escuchan con satisfacción”, “si yo no soy para mí, entonces quién”, “de todos mis maestros aprendí” y, lo más importante, “aquí donde nos encontramos: si lo desean, no será una leyenda”. Y verdaderamente no es leyenda; mujeres que atravesaron las siete puertas del infierno abren aquí una nueva página en un aula, igual que lo hacen las niñas en edad escolar.
La maestra, Esther Blum de rubios cabellos y ojos buenos y sonrientes, conversó con las chicas y les preguntó que simboliza para ellas el año nuevo. Las respuestas fueron variadas, pero se encaminaban hacia una cosa: un nuevo comienzo, comenzar desde cero y permanecer “limpia”, trabajar y regresar a casa, reunificación familiar, menos desesperanza, salud, felicidad.
Una de las alumnas dijo que quería a las maestras Esther y Ronit y apreciaba lo que hacían por las chicas. Alguien llamada Pnina dijo que deseaba a sus hijos suerte y a sus compañeras del lugar que siguieran avanzando. Pnina contó que antes de venir al Centro era completamente distinta, peleaba con todos y era insolente con la dirección. Ahora comprende que en este lugar desean únicamente su bien, y está feliz de estar aquí. Decidí hablar con ellas a solas y de frente.
¿Por qué estuvo presa?
Pnina: “por narcotráfico”
Pnina tiene hijos de diversas edades, algunos de ellos ya mayores, otros pequeños. Le resultó difícil abandonarlos. Pero no desesperó y salió de allí con una determinación clara.
¿Cómo hiciste para sobrevivir? – seguí preguntando.
“Lo sobreviví en silencio, no contestaba, no hablaba. Si tenía problemas, me dirigía a la directora de la cárcel y ella me comprendía”.
¿Los chicos la visitaban?
“Mis hijos no sabían que yo estaba adentro. No quería que me visitaran”.
¿Qué fue lo que te hizo la cárcel?
“Me hizo muy bien. Por un lado fue muy difícil estar todo el día encerrada. Estoy acostumbrada a que todo esté abierto. Pero por otra parte, decidí que allí no volvería. Incluso si no tuviera pan para comer”.
¿La cárcel es buena para todas las reclusas? – seguí preguntando.
“Hay chicas que llegan allí y realmente es una pérdida de tiempo. Algunas se vuelven lesbianas, otras caen en la droga. Algunas venden su tratamiento por cigarrillos. Para mí, hay mucho que cambiar en la cárcel. Hay que revisar a toda aquella que regresa de vacaciones, si no tiene drogas, porque desde el momento en que ingresa eso a la prisión, media sección se vuelve adicta”.
¿Qué piensas del proyecto de Telem?
“Al principio me sentía aquí aburrida, pero hoy es distinto. Paso el tiempo con las chicas y las maestras, trabajo en la computadora, que antes ni sabía lo que era, no sabía cómo entrar, cómo utilizar el teclado, ahora domino todo eso”.

Labor sagrada

El recreo se terminó, las muchachas entraron a clase, y Vered las indujo a la concentración. Me despedí de todas dando las gracias y salí del Centro hacia la calle. Pensé para mí que los transeúntes no sabían que a una distancia de apenas algunos metros se lleva adelante una labor sagrada, a manos de personas que se dedican para regresar al surco (“telem” en hebreo significa surco) de la vida a jóvenes mujeres, que se desviaron del marco y tocaron fondo. En mi corazón les deseé éxito en su camino.
A través de esta nota conocí las miserias humanas que existen en todo el mundo. Bueno es un país cuyos entes gubernamentales se preocupan y se ocupan de asistir a las víctimas.

(1) A pedido de la directora del Instituto y también de mi ex alumna, todos los nombres, así como las imágenes de las personas que aparecen en las fotos fueron cambiados.


El escrito de Rivka Cohen


El objetivo era presentarme al examen final de la materia computación. Al finalizar este curso placentero, decidí que me presentaba a la evaluación final para recibir un diploma, que es muy importante para mí.
Antes del examen estaba muy alterada, todo mi cuerpo me dolía de la tensión y los nervios.
En especial me dolía el vientre. No creía que pudiera aprobar el examen, y todo lo que había estudiado para el examen se me había borrado de la cabeza, de los nervios.
Al entrar a dar el examen me temblaban las rodillas. Me dije “no soy capaz de hacer el examen, siento que no sé nada”... Cuando recibí el examen y leí las preguntas, me dije: “momento, ¿cuál es el problema? Esto me resulta conocido, conozco los temas”.
Y empecé a hacer la prueba, y me resultó fácil. El examen fluyó como el agua en un río, el colmo de la facilidad. Terminé el examen con una sensación de victoria, sintiendo que “qué fantástico que haya conseguido hacer todo el examen, y además me haya ido bien”.
Le dije a Jaguit (la directora): “sabes, entré al examen y sentí que no sabía nada, pero todos los pensamientos fueron en vano, porque fue tan fácil. Yo había estudiado en serio, y sé los temas, y al final me fue bien”.
No creía en mi capacidad, no creía que gracias a mi estudio tendría éxito en el examen. Ahora entiendo que debo creer en mí misma y en mi capacidad, y así nada podrá interponerse en mi camino hacia lo que quiero conseguir.

Abril de 2006 / Nisan 5766
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