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MOSHÉ FALTÓ AL VESUBIO
Son los días de Pesaj, los reclusos judíos lo sabemos, no porque tengamos un “Luaj” (calendario hebreo) ni porque llevemos cuenta de los días, sino por nuestros captores y carceleros.
Fue en la sesión de interrogatorios a Rubén, un muchacho de 18 años, a quien mientras lo picaneaban le gritaban con sarcasmo: “¿Y no viene el Moishe a sacarte en la pascua de hoy?” Esa sola referencia nos dio la pauta de que estamos en fecha de Pesaj.
Curiosamente, la fiesta de liberación de los judíos de hace 3000 años, hoy la recordamos los esclavos judíos de campo Vesubio.
Cuando fue la ronda en el patio, cada uno con su cabeza cubierta con una sucia bolsa para que no nos viéramos entre nosotros, corrió la voz “Hoy es Pesaj” entre la larga hilera de detenidos.
Cada uno trata de evocar sus reuniones festivas de antaño, es una manera de evadirse de este hoy, tan doloroso e incierto en cuanto al mañana.
Yo recuerdo a mi “zeide” (abuelo) recostado en su sillón leyendo la “Hagadáh” y nosotros, los niños de entonces (en mi caso no hace mucho) riéndonos por su pronunciación inentendible y esperando el momento de las “fir cashes” (las cuatro preguntas).
Cuando llegaba el momento y como yo era el menor, comenzaba el “Má Nishtaná”, ante la orgullosa mirada de mis padres y las lágrimas del zeide y la bobe (abuela).
¿Dónde están ahora zeide, bobe, tate, mame? Yo aquí estoy solo y los extraño. ¿Me extrañan ustedes a mí?
Rememoro los cánticos exaltando la liberación de Egipto y pienso ¿Acaso vendrá un Moshé a liberarnos del Vesubio? Nosotros, hijos descarriados del judaísmo también podemos esperar a un libertador?
Nuestra esclavitud no es la de entonces, no hacemos adobes con paja, solamente estamos aquí encerrados, solos y abandonados, nuestro aislamiento se interrumpe únicamente para salir al patio o para las sesiones de interrogatorios.
Al igual que en Egipto, los aquí encerrados no somos solamente los judíos aunque hay muchos, a juzgar por los apellidos. El trato hacia “nosotros” es muy especial, quizá por el odio visceral que nuestros carceleros sienten hacia los “moishes”.
Ellos no comprenden que ese apelativo, aunque usado despectivamente, exalta para nosotros la figura del máximo libertador y nos permite albergar una esperanza; gracias a ello no caemos en la categoría de infrahumanos en la que pretenden transformarnos.
Hay un carcelero que se complace morbosamente en denigrar a los detenidos judíos, suele obligar a uno de nosotros a seguirlo al patio, caminando detrás suyo sobre nuestras cuatro extremidades, remedando a un perro o un gato y además, nos exige ladrar o maullar a su arbitrio ante las carcajadas de sus secuaces.
El nos humilla y mancilla bajo su látigo, pero en la soledad de mi celda yo me siento digno, si bien no soy libre, él no dominará la dirección de mis pensamientos que hoy sólo se dirigen a recordar mi fiesta histórica de la liberación judía.
Trato de rememorar las diez plagas bíblicas, al enumerarlas pienso que varias de ellas ya las estoy sufriendo. ¿Habrá un tiempo en el que las sufran los que hoy me encierran? No lo sé, pero espero que eso ocurra algún día.
Estoy viendo al zeide levantar el matzáh (pan ázimo) y cantar “éste es el pan de la pobreza”; recuerdo a la bobe contándome que el pan ázimo se hacía con harina y lágrimas y de ahí su sabor salado y yo de niño lo creía. ¡Ay D”s de Israel! ¡Trae la harina que desees pues nosotros, tus hijos, tenemos lágrimas de sobra entre estas sucias paredes del Vesubio!
Pasé revista a toda la ceremonia del Seder a la que antes no prestaba atención ¡Qué hermosa era! Más allá de la parte gastronómica, reinaba un clima de respeto, pues todos debíamos sentirnos a nosotros mismos como liberados de Egipto y de la opresión.
Si algún día salgo de esta cárcel y el Creador me bendice con una familia, trataré de enseñar a mis hijos cómo es un “seder de Pesaj”, para que si su vida no llegara a ser tan placentera, tuviesen también, como yo, esos hermosos recuerdos.
¿Estarán reunidos en mi casa para el seder? ¿Podrán acaso festejarlo? Y los demás judíos, ¿podrán festejarlo, sabiendo que muchos de sus hermanos se pudren en cautiverio? Seguramente seguirán con la milenaria tradición, pese a las lágrimas de los que tienen hijos o hermanos secuestrados por los militares, nuestros opresores faraones del siglo XX.
Tomé el jarro de aluminio para llenarlo con agua y lo colocaré en el alféizar de la pequeña ventana, será mi “copa de Elías”, si él visita a todos los hebreos que recuerdan la salida de Egipto, también se hará presente en “mi casa”, para beber de la copa que para él preparé.
“Y ésta es la Toráh que nos dio Moshé” cantábamos en el seder ¿cuál es la Toráh Moshé? ¿No fue acaso la que defendí tratando de acercarme a los humildes y marginados? ¿Te son más gratos los que permanecen en el templo sin ver el sufrimiento de los demás? Yo exigí y luché por conseguir justicia, quizá no lo hice con espíritu judío, pero igualmente es válido y ésta, mi situación de hoy ¿Es la recompensa a mi lucha?
Tengo tanto derecho como otros a esperar la figura de Moshé o de cualquier otro liberador más allá de la forma que adopte, aunque a veces pierdo las esperanzas pues sé que Moshé no llegará al Vesubio.
Me niego a probar el pan, será mi sacrificio, recordaré que en esta fecha los judíos no comen pan sino Matzáh; tampoco tengo Matzáh pero guardo mis lágrimas para amasarlo.
Siento que me adormezco, trato de recordar las secuencias de Jad Gadio, era primero el chivito- gato- perro- palo- fuego ¿O era otra la enumeración? ¿La bella melodía terminaba con el ángel de la muerte o con el Altísimo?
En la nebulosa creada por el hambre y la somnolencia, creo ver llegar al profeta Elías, trato de recordar la canción para darle la bienvenida “Elihau Hanavi, Elihau Hatishbi” y creo ver a un anciano llegando Es un viejito de mirada dulce y luenga y nívea barba, no camina, flota en el aire y su manto blanco es largo y ondulante, de sus anchas mangas salen brazos largos y finos tendidos hacia mí; la sensación es de paz, mientras el coro de mi voz recibe su llegada en esta mugrienta celda.
¡Vamos ruso, llegó la hora para los moishes, aquí llegó el “mata jacoibos!” me dijo sonriendo el carcelero, mientras me calzaba la negra y maloliente capucha.
Pensé que me despertaba para fusilarme, ya había escuchado sobre situaciones similares en las que se oían los pasos de los sufrientes, luego descargas de armas de fuego y después el más lúgubre silencio.
Pregunté al carcelero y éste me respondió “Hoy terminás de sufrir Moishe”. La película de mi vida me pasó en cámara rápida, mientras por la espalda me ataban a un poste.
Pensé que Moshé no había llegado hasta el Vesubio, al menos no para mí, mientras las lágrimas llenaban mis ojos embebiendo la negra capucha.
De pronto una descarga de armas de fuego, yo no sentí más que el estrépito y en ese momento me asaltó una duda existencial. ¿Estaré ya muerto? Pero sigo pensando, entonces hay algo más allá de la muerte, entonces D”s existe y por lo tanto también puedo creer en el profeta Elías llegando hasta mí.
En ese momento de irrealidad creí ver la figura de luenga barba blanca, acercándose a la ventana de la hedionda celda y posar sus labios en mi copa para Elías; la imagen me llenó de paz, que sólo fue quebrada por la voz de mi morboso carcelero.
“¿Te gustó la joda Moishe? La próxima vez va en serio” Dijo riéndose mientras palmeaba mi hombro y me devolvía a la prisión.
Desde ese momento espero a Elías, él vendrá a beber en mi copa de dolor, no sé si será en este Pesaj o en otro, pero él llegará.
Moshé no llegó a liberar a los detenidos del Vesubio, tampoco sé si el profeta acercó sus labios a sus copas de dolor.
Mi esperanza es que así como en Pesaj debemos sentir que cada uno de nosotros salió de Egipto, en un futuro se recuerde a nuestros hermanos, víctimas de un genocidio en este país y que en cada pascua sintamos nosotros cual si fuéramos ellos, hundidos en la denigración, la humillación y la muerte.
Pongamos dos copas para el profeta Elías, una por nosotros y otra por ellos, por las víctimas irredentas en cuyas copas el dulce profeta jamás llegó a posar sus labios.

Abril de 2006 / Nisan 5766
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