Generacion J

B''H

Entrevista Exclusiva
Mano a mano con el Dr. Pablo Berrettoni

Pasar de una idea hospitalo-céntrico a un modelo comunitario”


Generación J entrevistó al actual Director General de Salud Mental de la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el pasado 30 de marzo. Desde enero del 2006, tiene a cargo los hospitales psiquiátricos monovalentes (Borda, Moyano, Tobar García y Alvear), los consultorios externos de los 13 hospitales de agudos de la Ciudad y de los equipos de los 37 CESAC (Centro de Salud y Acción Comunitaria). Habló de todos los problemas y de sus proyectos para cambiar la realidad diaria en el sector. Busca salir a la comunidad para tratar de evitar de que el problema aparezca”. Por otra parte, considera que “el aislamiento es perjudicial porque se lo separa de lo que es cotidiano” y que en Buenos Aires no se vive en una “sociedad con sentimiento de solidaridad desarrollado ya que hay una pérdida de lazos de solidaridad”.

Pablo Berrettoni (52) se recibió como médico psiquiatra en la Universidad Nacional de Rosario. En 1980 terminó el Doctorado en Medicina en el Área de Salud Mental en la UBA (Universidad de Buenos Aires). Hasta noviembre del 2005, trabajó como jefe de Departamento de Agudos, Ambulatorio y Área Programática del Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano. Luego, el 2 de noviembre de ese año, pasó a ser director de Salud Mental, donde tuvo que actuar a fines de diciembre en la actual intervención del Hospital Moyano. Desde enero de este año fue designado por el Dr. Donato Spaccavento, actual ministro de Salud, como Director General de Salud del Ministerio de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

G.J.: ¿Cómo analiza el panorama?
P.B.: Está totalmente promisorio porque está absolutamente abierto, no muy hecho, está todo por hacerse. La idea es pasar de una idea hospitalocéntrico, que es el modelo actual, como el de los hospitales psiquiátricos en la zona sudeste de la ciudad, a un modelo comunitario, donde en vez de esperar que el problema aparezca nos posibilite salir a la comunidad con los 1800 agentes de salud mental (entre psiquiatras y sicólogos), para tratar de evitar que el problema se genere.
Cuando llegan al hospital es porque hubo un camino recorrido. Queremos que la gente pueda ser atendida en cada uno de los barrios de la ciudad. El aislamiento de una internación psiquiátrica creemos que es perjudicial porque se lo separa de lo que es cotidiano. Uno es en relación a otra persona porque solo no es nadie.

G.J.: ¿Cómo llevará adelante estos cambios?
P.B.: Estamos esperando una redistribución y rediseño de los efectores (personas). Hoy responde a ese modelo hospitalocéntrico, el que haya muchos psiquiatras en hospitales psiquiátricos y pocos psicólogos. Y en cambio, se da al revés en los CESAC y en los hospitales de agudos. Cuando aparecen problemas mentales graves, la palabra no es suficiente para contener a la persona que quiere autoagredirse o está desesperada... allí la palabra ya no tiene sentido. En estos casos hay que dar medicamentos para que volver a respetar la palabra y a tener diálogo. La idea nuestra es poner psiquiatras en cada uno de los barrios. Un centro en el que haya un equipo interdisciplinario. Hacer una distribución más equitativa de los recursos para que todos los vecinos tengan igualdad de acceso a un sistema de una buena calidad de atención.

G.J.: ¿Cuáles fueron las primeras experiencias con pacientes judíos?
P.B.: Entré como residente en psiquiatría en el “Moyano” hace 25 años. Si era judío, árabe, español, italiano, era lo mismo... hasta que desde diciembre del ’99 gané el concurso para jefe de servicio de guardia. Entonces comenzamos a trabajar en una tarea fundamental para nosotros que era dar altas médicas, para que el paciente esté bien y pueda dirigir su persona para dejar el hospital lo más rápido posible. Un día en el hospital, es un día menos de vida para el paciente. Entre la gente que comenzamos a incorporar en el equipo apareció entre ellos el Dr. Demián Goldstein y también apareció Moshe (Blumenfeld), un rabino que venía a interesarse por la suerte de los judíos que están internados con trastornos mentales, porque estábamos buscando todas las organizaciones que pudiesen existir de familiares, ONG, comunidades para que el paciente tenga una oportunidad de salir del hospital. Y fue sorprendente todo lo que comenzó a hacer Moshe, con la ayuda de Demián, que estaba en la guardia. Y esto vino muy bien para la política nuestra de dar altas.

G.J.: Cuando comenzamos escuchamos reiteradamente que estos hospitales son depósitos humanos, ¿qué opinión le merece esta frase?
P.B.: Que es lamentable, pero es así. Nosotros no tenemos una sociedad con un sentimiento de solidaridad desarrollado. Es una sociedad altamente competitiva. Fundamentalmente en la última época que pasamos, que había un liberalismo extremo, donde la idea era sálvese quien pueda. El diferente se queda afuera. Hay una pérdida de lazos de solidaridad. El otro no es un igual, es alguien que fracasó. Hay una sociedad que supone que el Estado debe hacerse cargo de los problemas de los particulares. Si una persona no tiene trabajo, no tiene dignidad. Hay una especie de circuito donde la sociedad se va fragmentando, los que están fuera de una posibilidad de trabajo. El Hospital es donde uno va a buscar una cura, el manicomio es donde se va a ocultar la vergüenza. Entonces la familia empezó a pensar que el Estado se iba a encargar de ayudar en los problemas intrapersonales”.

G.J.: ¿Hubo una misma respuesta en casos de otras comunidades?
P.B.: “Por ejemplo, hay algunas comunidades católicas, pero no tienen continuidad. Por ahí son casos puntuales o personales de visitas de sacerdotes. Pero en el caso de Moshe, él viene y se encarga del asunto. Los otros esfuerzos han sido aislados. Se enviaron pacientes a Canadá, República Dominicana y Paraguay, pero Moshe con más continuidad”.
Número 4

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