El pasado 25-01 se estrenó una película argentina cuya temática está unida significativamente a lo judío: “El último traje”, dirigida por Pablo Solarz, quien también es el autor de guión, y la actuación estelar de Miguel Ángel Sola. Independientemente de la valoración que cada espectador haga de la película, Solarz, , se basó en recuerdos y vivencias personales, a las que le unió el desarrollo de una trama que lo llevó a filmar en cuatro países: Argentina, España, Francia y Polonia. La película plantea una situación que enfrentan muchos miembros de nuestra sociedad, judíos y no judíos: ¿ qué hacer cuando el padre, tío o abuelo anciano ya no esté en condiciones de vivir solo; en este caso el de un sastre sobreviviente de la Shoá a quien sus hijas deciden que tiene que irse a vivir a un geriátrico y por lo tanto venden su casa. No conforme con ese destino y la noche anterior a la entrega de la casa, luego de una reunión familiar de despedida de la propiedad, cuando le preguntan qué hacer con un traje que tenía prolijamente guardado, decide cumplir una promesa que realizó hacía 70 años. Ese traje estaba destinado a la persona que le salvo la vida cuando logro escapar de los nazis y llegara a la que fuera su casa en Lodz, que en ese momento la ocupaba, el empleado de máxima confianza de su padre, le negara la entrada. Viaja a Polonia a entregar ese traje, encontrando asi la forma para escapar del destino que le habían decidido dos de sus tres hijas, pues la tercera se había ido a España, distanciada de su padre. Pablo Solarz nos lleva a plantearnos cómo será nuestro futuro cuando seamos ancianos y también si estamos actuando correctamente con los ancianos de nuestra familia. En nuestra comunidad la gran mayoría de las instituciones efectúan actividades para los “adultos mayores”, un sector etario al que la AMIA le dedica mucho esfuerzo. A la vez, y en este caso seguramente sin proponérselo, muestra en una escena de muy corta duración en relación a otras, por ejemplo los viajes en tren, una realidad: que muchos se beneficiaron con el accionar de los nazis. También que hay escenas que me resultaron desafortunadas. El regateo entre Don Abraham y una de sus nietas, o que compre el pasaje en un extraño local en El Once, una “cueva”. Reconozco que “El último traje” fue una película que me agradó; que considero que merece ser vista por nuestra comunidad, a la vez que sirva de disparador para analizar cómo estamos actuando con nuestros ancianos, tanto familiares cómo los miembros de nuestra comunidad y qué será de nosotros cuando lleguemos a esa situación.
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