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Periódico Judío Independiente
El Medio Oriente continua azotado por la guerra interislamica
Nuevas alianzas de los factores regionales

Por Por Coronel (retirado) Dr. Eran Lerman (X)
Los primeros dos meses de 2016 ya han proporcionado nuevas pruebas de las cambiantes dinámicas del equilibrio del poder regional. Las crecientes tensiones entre Arabia Saudita e Irán son el aspecto más sobresaliente de un drama más grande que se está desarrollando ahora en un amplio paisaje -desde Yemen a Siria y desde el Golfo hasta Libia-.
La herramienta tradicional de análisis de la escuela realista -"raison d’etat" (razón de estado)- se ha vuelto en gran medida irrelevante por el colapso de los estados. Por lo tanto, es necesario mapear las luchas regionales, que han provocado inmensa destrucción, derramamiento de sangre, privación, migración masiva e intervención extranjera, a lo largo de las líneas ideológicas que dividen a los grupos que están tratando ahora de dominar el futuro de la región.
Es bastante fácil, cuando los sauditas ejecutan a un clérigo chií e Irán estalla en furia sectaria, simplificar la agitación actual en términos de la división confesional primordial entre chiís y sunitas, la brecha que ha desgarrado el mundo del Islam desde los días de Ali Ibn Abu Talib en el siglo VII. Sin embargo, la actual confrontación merece un análisis más matizado; una perspectiva que evite meter a todos los musulmanes, o a todos los chiís o sunitas, en la misma bolsa.
Las rivalidades que se desarrollan con tanta violencia a través de la región reflejan la huella de los imperativos ideológicos modernos, aunque entrelazados con temas tradicionales: la política revolucionaria del totalitarismo del siglo XX, o más bien, disfrazados de posiciones religiosas fundamentales. Esta distinción es útil no sólo con el fin de entender mejor el panorama emergente, sino también para diseñar estrategias coherentes para forzar la retirada y en última instancia derrotar el desafío totalitario.
Es posible discernir en el "Oriente Medio", en el sentido amplio -Norte de África, el Levante, la cuenca del Mar Rojo y el Golfo- no dos campos confesionales, sino cuatro campos ideológicos.
De las fuerzas que están en la contienda, tres campos o grupos pertenecen a la categoría general de los islamistas totalitarios: Irán con sus representantes y aliados; los jihadistas salafistas, dominados actualmente por el llamado "Estado Islámico" (EI); y el movimiento de los Hermanos Musulmanes (HM) en sus diversas manifestaciones, entre ellos Hamas, apoyados por Qatar y la Turquía de Erdogan. (El primer ministro Netanyahu ha llamado a estos grupos "ramas de un mismo árbol venenoso").
El cuarto campo, vagamente definido, reúne a todos aquellos que temen y resisten al ascenso de los tres primeros campos. Podemos llamar a estos actores las “fuerzas de la estabilidad”, con Israel como un actor activo e importante.
Lo que estamos presenciando es un cambio en el complejo equilibrio de poder entre estos cuatro campos. Están esencialmente en guerra, incluso si a veces les resulta posible cooperar a través de la división ideológica, contra lo que ellos perciben como los enemigos aún más peligrosos.
La aguda escalada de confrontación entre Irán y Arabia Saudita refleja el hecho de que el campo de Irán, por un lado, y las fuerzas de la estabilidad, por el otro, ya han llegado a verse mutuamente como el retador predominante, con el Estado Islámico y los Hermanos Musulmanes relegados a un segundo nivel.
¿Qué pasó? Para empezar, el campo Ikhwani (Hermanos Musulmanes) entró en franco declive, disminuyendo sus posibilidades y poniendo freno a sus ambiciones. La toma del poder de Sisi en Egipto parece firme, a pesar de los persistentes problemas económicos, ataques terroristas recurrentes y serias dudas sobre la validez de las recientes elecciones parlamentarias. Las posibilidades de un retorno de los Hermanos Musulmanes al poder parecen escasas.
Hamas, después de los dolorosos golpes de 2014, sigue deseoso de evitar una nueva confrontación en Gaza. El partido Hermanos Musulmanes)de Jordania se ha dividido. Las facciones sirias de los Hermanos Musulmanes han sido marginadas. A lo largo del Golfo, las obras escritas de Hasan al Banna, Sayyid Qutb, Mawlana Abu A'la al Mawdudi y otros similiares se están retirando de los estantes por subversivas. La lista podría seguir y seguir. En resumen, desde el verano de 2013, la suerte de la Hermandad Musulmana ha estado retrocediendo, echando dudas sobre la utilidad del movimiento como el "caballo fuerte" con el cual cabalgar hacia el poder.
Lo mismo no puede decirse del Estado Islámico, cuyos actos espectaculares de brutalidad pública realzan su mística y aún atrae a ciertos tipos de jóvenes, excitados por la perspectiva de una vida de acción fuera de todas las normas occidentales (léase: humanas).
Sobre el terreno, el Estado Islámico ha logrado avances en lugares como Libia, y sus fuerzas ocupan aún grandes extensiones de Irak y Siria. Su ímpetu, sin embargo, ha sido frenado.
La intervención rusa en Siria puede no haber sido tan transformadora, como se afirmaba que sería, pero sí aumenta el impulso occidental para hacer más -como lo hicieron los horrores en París-. La lucha contra el Estado Islámico está todavía lejos de ser abrumadora; necesita estar mucho más focalizada y con un propósito, operacionalmente y estratégicamente. Pero es suficiente como para asegurar que el "Califato" de Baghdadi se esté erosionando de manera constante, y no pueda competir en última instancia, en el más alto nivel en la lucha por el poder.
Esto parecía dejar al régimen iraní y su amplia red de representantes, aliados y agentes en condiciones de transformar los años de agitación para su beneficio. Con los rusos ahora asumiendo parte de la carga para salvar del colapso el trasero del régimen estatal de lo que queda de Siria; el campo iraní ha quedado libre para reanudar la marcha por la hegemonía regional. Esto era cierto incluso antes de que las sanciones internacionales contra Irán se levantaran y los fondos comenzaran a fluir hacia Teherán.
Tenga en cuenta estos desarrollos. Un comandante del Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Iraní se ha jactado de que los guardias ya controlan cuatro capitales árabes -Bagdad, Damasco, Beirut y Saná- y dos de los cuellos de botella marítimos del mundo, el estrecho de Ormuz y de Bab el Mandeb. A esta lista escalofriante se podría añadir la red de subversivos en la costa este de la península Arábiga -cuyas actividades estaban en el centro de la violenta reacción de Arabia Saudita-. En el Mediterráneo, además de su control sobre el Líbano a través de Hezbollah, una filial iraní de su plena propiedad, y su permanencia en el remanente de la Siria de Assad, Irán también tiene un delegado (proxy) en Gaza conocido como la Jihad Islámica Palestina (JIP), así como un relación de cooperación con Hamas (aunque este último pertenece al campo de los Hermanos Musulmanes).
La Administración Obama, que ve el acuerdo nuclear como un legado estratégico clave, ha estado hablando de la boca para afuera (sino menos) sobre la necesidad de contrarrestar las ambiciones regionales de Irán. A medida que la atención internacional se desplaza a la lucha contra el Estado Islámico, no es de extrañar que los sauditas y otros en la región tengan la impresión de que Obama y otros líderes occidentales están dispuestos a mirar a Irán como parte de la solución, y no como parte fundamental del problema. Después de todo, las milicias chiís entrenadas por los iraníes son cada vez más importante en la batalla contra el Estado Islámico en Irak; y Teherán ha estado dispuesto a cantar en la misma sintonía que Washington cuando se trata de la lucha contra los "terroristas". Esto es, por supuesto, una afirmación bastante sorprendente viniendo de la fuente de terrorismo patrocinado por el Estado más importante del mundo, como lo saben muy bien las autoridades de Argentina, Bulgaria y la India. Aún más sorprendente es la voluntad de algunos en Washington para tomar las protestas iraníes al pié de la letra.
Quizás más que cualquier otro factor, es este sentido que ya no se puede confiar en EE.UU. para resistir efectivamente junto a las fuerzas de la estabilidad en la región que impulsa la nueva dinámica en "el juego de campos".
Arabia Saudita tiene que armar ahora una coalición amplia, una coalición fuerzas basadas en los sunitas comprometidas con la lucha contra el terrorismo. Eso es, en efecto, llevar a cabo la guerra continua y a menudo brutal de la coalición contra el levantamiento Houthi en Yemen (que es visto en Riad como una daga chií dirigida a los dos lugares santos, La Meca y Medina, en el Hijaz, la provincia occidental de Arabia Saudita y cuna del Islam.
Suficientes incentivos (y presiones) fueron aplicados para influir en el régimen de Bashir en Sudán, traducidos en última instancia, en la dramática decisión de desertar del campo iraní directamente hacia las filas conducidas por los sauditas en Yemen. Los sudaneses se han sumado a varios países árabes en el corte de las relaciones con sus antiguos patrones de Teherán.
Más significativamente, Turquía -frente a la creciente fricción con Rusia sobre Siria y la necesidad de una revisión general de sus prioridades, teniendo en cuenta los resultados extremadamente pobres de sus políticas pasadas- también ha indicado fuertemente un interés en una asociación más estrecha con los sauditas y su campo. En este contexto, curiosamente, Ankara ha planteado abiertamente la propuesta de mejorar las relaciones con Israel. Por lo tanto, esta nueva realidad se ha vuelto tan distinta como para obligar a Turquía y Qatar a consolidar su cooperación bilateral, incluyendo los planes sin precedentes de estacionar fuerzas turcas en Qatar, así como de reconsiderar sus prioridades en el juego regional.
Sería prematuro, y en esta etapa imprudente, hablar de la aparición de un campo coherente de la estabilidad, en estrecha cooperación. Los sauditas difieren seriamente con Egipto sobre Siria, y la relación de Israel con el régimen de Abbas en Ramallah, a pesar de las perspectivas comunes sobre los desafíos regionales más amplios, ha sufrido una grave regresión en los últimos meses, en tanto que los palestinos se aferran a una ola de terror como herramienta política. El cambio de Turquía todavía tiene que madurar, y las intenciones de Erdogan (y su continuo compromiso con Hamas) todavía despiertan sospechas en Jerusalén y El Cairo.
Pero teniendo en cuenta el potencial de aumento del poder de Irán, las alianzas que hasta hace poco parecían poco probables pueden muy bien convertirse en los bloques de construcción de nuevas realidades. Esto es exactamente lo que ya ha sucedido en el Mediterráneo oriental, donde los intereses de Egipto, Jordania, Israel, Grecia y Chipre, así como de Italia y otras potencias europeas que están despertando a los peligros de la situación actual - ahora se adhieren.


Fuente: besacenter.org

Número 599
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