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Jerusalem: ¿Cómo seguir la rutina en medio del terror?
Como varias veces en los días de trabajo, la semana pasada me tocó subir a la Rakevet Hakalá (el tren ligero de Jerusalén) en la estación del Monte Herzl.
En estos días en que el terror puede acechar en cualquier rincón de la ciudad, cuando cada uno de los que transitan por las calles puede convertirse en pocos segundos en víctima y en donde más de uno puede ser el posible terrorista, uno trata en lo posible de seguir con sus rutinas, dentro de lo posible.
No se necesitan cuatro ojos para cuidarse, sino ocho ojos. Dos para adelante, dos para atrás, dos para la derecha y dos para la izquierda.
Hay quienes tratan de salir lo menos posible de sus casas y si necesitan hacerlo, intentan no viajar en transporte público.
Alrededor de las 2 de la tarde el tren normalmente no va muy lleno. Ese día estaba más vacío que de costumbre.
Personalmente disfruto de cada uno de mis viajes en al Rakevet Hakalá y me dispuse a seguir disfrutando…
En las primeras estaciones hay poco movimiento. Son pocos los que bajan y son pocos los que suben.
Cuando llegamos a la Tajaná Merkazit, la Central de Autobuses de Jerusalén, ahí hay un poco más de movimiento.
Es posible ver que casi todos están en tensión… y no es para menos. Justamente la Rakevet Hakalá o cerca de la misma se produjeron varios de los ataques terroristas. Y entonces nadie quiere ser sorprendido.
Todos miran para todos lados, tratando de inspeccionar o mejor dicho “radiografiar” a aquellos que están más cerca.
Al llegar a Majané Yehuda, el mercado de Jerusalén, que hoy en día se ha convertido en una de las principales atracciones turísticas de nuestra capital, ahí vemos como de costumbre mucha gente y son muchos los que suben al tren.
No hay tantos compradores como siempre. Sí se ven muchos turistas.
Hay muchas fuerzas de seguridad, tanto en la estación, como en el tren y en los alrededores.
Pasan los minutos y el tren no se mueve. Algo debe estar pasando… La sensibilidad de uno llega a picos más altos en estos días.
Alguien comenta que escuchó que hubo un atentado en la Plazoleta de la Davidka, justo al lado de la estación siguiente.
Empezamos a ver que nos pasan coches de la policía, motos y ambulancias, de oeste a este, por la calle Yaffo. Hay muchos policías que salen corriendo en dirección a la próxima estación.
El tren sigue detenido y por supuesto, todos quieren saber qué pasó.
Si estamos en casa, la radio y la TV informan a los pocos minutos todo lo que está aconteciendo. Entonces empiezan las múltiples llamadas telefónicas para ubicar a familiares y a amigos, quienes podrían haber estado cerca del lugar del hecho, para ver como están y para saber de primera fuente, qué está pasando.
De repente, vuelven a pasarnos el ulular de las mismas sirenas, esta vez en dirección contraria.
Alguien habla por su celular en voz alta y pregunta ¿cuántos atentados hubo? Y repite sorprendido la cantidad ¿cuatro?
Después de unos diez minutos, el tren sigue su marcha.
Al pasar por la estación de la Davidka vemos que hay mucha gente, los curiosos que nunca faltan, además de muchas fuerzas de seguridad. Pero aparentemente ahí no pasó nada. Fue una falsa alarma.
Al pasar por las calles del centro de Jerusalén, King George, Ben Yehuda, vemos bastante gente, pero menos de lo común.
Dentro del tren uno se siente más seguro, más tranquilo, como si estuviese viajando en un vehículo blindado en un supuesto campo de batalla. Pero esto ya suena un poco exagerado…
Luego de pasar la estación de la Municipalidad de Jerusalén después de tener una vista que siempre me parece incomparable de la Puerta de Yaffo y de la Torre de David, luego de un giro a la izquierda, el tren bordea las murallas de la Ciudad Vieja.
Pasado y futuro, lo antiguo y lo moderno, como las dos partes de la ciudad, en una conjunción increíble.
Muchos judíos y muchos árabes. Son muchos los que se miran entre sí con desconfianza. Es que el Tren Ligero de Jerusalén es una especie de microcosmos de nuestra contradictoria realidad. Lo comparten tanto judíos como árabes y en su recorrido el tren atraviesa tanto barrios judíos como barrios árabes de Jerusalén.
La convivencia existe. Para algunos será forzada. Para otros una forma de demostrar de que es posible. Pero es parte de nuestra realidad.
Cuando llegamos a la estación de Shaar Shjem, la Puerta de Nablus, la tensión llega al máximo. Estamos a pocos metros del lugar en donde se cometieron varios de los atentados terroristas. Muchos árabes bajan en esa estación. Muchas fuerzas de seguridad por todos lados.
El tren sigue su marcha. Muchos respiran profundamente como si hubiesen pasado una experiencia inédita.
Frente a la estación de Guivat Hatajmoshet, la Colina de las Municiones, vemos otro agrupamiento de gente. Ahí hubo otro atentado hacía pocos minutos. Una alumna árabe de una escuela secundaria intentó acuchillar a un policía, pero sin éxito. La terrorista de 16 años fue “neutralizada”.
En pocos minutos más llegamos a Guivat Hamivtar, en el norte de Jerusalén donde me toca bajar del tren. Llegamos a destino.
El viaje transcurrió sin inconvenientes.
Otro día rutinario en medio del terror.
Es que a pesar de la situación, de la normalidad dentro de la anormalidad que nos rodea, cada día, nuestra capital Jerusalén nos hace sentir mucho más tranquilos, seguros, de lo que estaríamos en cualquier otra ciudad del mundo.
En resumen, ni miedo, ni pánico. Tensión sí, mucho nerviosismo también. Y por sobre todo la necesidad de estar atentos por lo que pueda pasar…
Y antes de terminar, un ejemplo de la contradictoria realidad en que estamos inmersos.
En una nota de la TV, pudimos ver en un hospital de nuestra capital Jerusalén, a un médico árabe, que atiende a un joven judío de 13 años, víctima del terror que nos rodea y al mismo tiempo, en el mismo hospital, un médico judío que atiene al agresor, un joven árabe también herido, también de 13 años, que es tratado en el mismo hospital.
Sin palabras…
Y aquí estamos.
Sobreviviendo…
Porque esta es nuestra única Tierra y no tenemos otra.

Arquitecto Aharon Erlich – Blog “De Todo un Poco”

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