Comunidades


Periódico Judío Independiente
Las luchas sin tregua en el Cercano Oriente.
La conflagración panislámica del Siglo XXI

Por Por Alejandro Wenger, especial para Comunidades
Introducción.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918), fue denominada en un comienzo como "La Gran Guerra" o "La Conflagración Europea de 1914". Las luchas que se están extendiendo a la largo y ancho del mundo árabe-islámico desde 2011, cuando comenzó la llamada "Primavera Árabe", bien podrían nombrarse de una manera similar. En Irak, la minoría sunnita encolumnada detrás del Ejército Islámico ("EI", o "ISIS", por sus siglas en inglés), amenaza a la minoría chiíta que gobierna Irak, en tanto que la etnia kurda, escindida de facto del gobierno central, forma un gobierno autónomo en el norte del país. En Siria, el EI controla la región occidental del país, mientras que otras facciones (tales como el Frente Al Nusra, los kurdos, la flamante milicia drusa, y varias más) dominan las zonas sur, centro y norte. El gobierno sirio y su leal ejército sólo controlan la capital, Damasco, la zona oriental costera, y la limítrofe con el vecino Líbano, contando el apoyo de la organización terrorista Hezbollah y las fuerzas militares de la Federación Rusa. El correlato de la guerra en Siria tiene lugar en Líbano, en donde se replica en menor escala la confrontación entre chiítas y sunnitas. Irán, desesperado por mantener a sus aliados chiítas en Irak y Siria, envía tropas de elite a ambos países, Pero también alienta (y abastece) a los rebeldes houtis del Yemen para amenazar el flanco oeste de la siempre hostil Arabia Saudita, que ya intervino en aquel conflicto mediante operaciones aéreas, terrestres y navales, acompañada por sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico (Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, y la propia Arabia Saudita). En tanto que Turquía no puede permanecer distraída: el EI (Estado Islámico) puede propagarse a las zonas rurales, lejanas a la gran metrópoli de Estambul, además de la amenaza latente de una sublevación kurda que desemboque en una secesión, sin contar la propia conflictividad interna entre laicos y islamistas, a lo que se suma ahora la incómoda presencia de fuerzas militares rusas en la adyacente Siria.
La intervención rusa y la desesperación de Bashar el-Assad.
En 2013, el medio norteamericano "Global Security" publicó un estudio en el que se evaluaba la disponibilidad de personal por parte del ejército sirio leal al presidente Bashar el-Assad.
El estudio consideraba primeramente que ya en 2013, el ejército sirio no era el mismo que existía al comienzo de la guerra civil, teniendo en cuenta el número de tropas con que contaba en aquel momento, las bajas, las defecciones (soldados que cambian de bando) y las deserciones (soldados que abandonan las armas y huyen). Asimismo, destaca que el ejército actual está compuesto de mayormente por alawitas -la secta pro iraní a la que pertenecen el presidente y su familia- y que esta secta no llegaba ni al 10% de la población total (alrededor de 1,4 millones de personas), de los cuales 300.000 eran hombres en edad militar, con unos 15.000 nuevos conscriptos incorporándose año a año. Ahora bien: en ese mismo período, el ejército sirio sufrió unas 55.000 bajas fatales; admitiendo una relación de tres heridos por cada efectivo muerto, la cifra de bajas rondaría los 200.000. Finalmente, el estudio concluía que, de mantenerse la intensidad del conflicto, alrededor del 2015, el gobierno sirio se encontraría en estado crítico por la falta de personal, incluso contando ciertas minorías que pudieran permanecer leales a Assad por motivos diversos.
El primer síntoma de la desesperación de Assad tuvo lugar en el momento mismo en que empleó armamento químico para combatir a los rebeldes en 2013; fue el mismo recurso empleado por el dictador iraquí Saddam Hussein en la última fase de su guerra contra Irán, en los años '80, cuando cayó en la cuenta de que no había otra forma de ganarle a los persas (de hecho, es posible que el arsenal químico fuese aquel mismo que nunca se encontró en Irak...). La intervención internacional para frenar lo que hubiera sido una masacre salvaje, dio lugar al segundo síntoma: el traslado de milicianos iraquíes y afganos, musulmanes chiítas, en apoyo del régimen de Damasco, en conjunto con tropas de Hezbollah. En tanto que los cuadros de Hezbollah demostraron ser un activo bélico valioso, los milicianos extranjeros fueron diezmados por los rebeldes apenas pusieron pie en Siria. Esto dio paso al tercer y último recurso: la intervención directa de los más firmes aliados de Bashar Assad: Irán y Rusia.
La flamante acción bélica de Moscú, bajo la excusa de combatir al ISIS, involucra varios escuadrones de aparatos Sukhoi Su-25, Su-27 y Su-34, además de baterías de misiles antiaéreos (lo cual no deja de ser llamativo, teniendo en cuenta que el ISIS no tiene aviones), helicópteros, y unos 5000 efectivos de la infantería de marina, paracaidistas y de otros cuerpos uniformados de la Federación Rusa. A esto hay que sumar unos 3000 miembros de la Guardia Revolucionaria iraní (aerotransportados por aviones rusos) y alrededor de 2000 tanquistas cubanos incorporados para reemplazar a las cuantiosas bajas sufridas por Assad en su cuerpo acorazado; y esto, además de las ya citadas tropas de Hezbollah, empleadas a fondo en la guerra civil desde 2013 en número de varios millares, con creciente apoyo de Moscú (y con creciente número de bajas). Ni siquiera en la Guerra Fría, los rusos habían llevado adelante una operación militar de tal envergadura por fuera de su zona de influencia.
Conclusiones: el fin del mundo de Sykes / Picot.
El desencadenante final fue la inminente caída de la ciudad de Aleppo en manos de ISIS y la milicia conocida como "Frente Al Nusra", ambos contrarios al régimen sirio. La presencia de fuerzas aéreas (y antiaéreas) rusas en Siria implica una seria limitación para el tránsito de aparatos de caza israelíes, que han venido operando preventivamente contra Hezbollah, incluso sobre espacio sirio, desde hace años. Moscú ha venido intentando calmar a los nerviosos israelíes -incluso antes del inicio de su intervención- por razones obvias: aunque Israel tiene un ejército pequeño en relación al ruso, es lo bastante fuerte como para desbaratar al operativo moscovita, al menos por un tiempo. En otras palabras: a Putin no le conviene tener a Israel en contra.
Washington, por su parte, mantiene su vacilaciones. Como siempre, desde que Barack Obama llegó a la presidencia. Sin embargo, para muchos analistas, la crisis siria es otra muestra más de una suerte de renovada guerra fría, en la cual el teatro de operaciones sirio se suma al de Ucrania.
Mientras tanto, si hay un hecho que resulta evidente es que las fronteras de los estados nacionales árabes están empezando a disolverse. Hoy en día, el límite entre Irak y Siria ya no existe, e incluso está puesto en duda si la propia existencia de ambos países aún puede ser sostenida en los hechos. Ambas naciones (o ex-naciones) están divididas en pequeños feudos étnica o religiosamente homogéneos, gobernados por señores de la guerra.
En 1916, los cancilleres del Reino Unido y Francia (Mark Sykes y Francois Picot respectivamente) decidieron dividir sus dominios coloniales y los futuros despojos del Imperio Otomano, de acuerdo a su peculiar interés administrativo, comercial y logístico. Lo formalizaron mediante un acuerdo que lleva sus nombres.
Iniciado el desprolijo proceso de descolonización, luego de la Segunda Guerra Mundial, los estados nacionales que surgieron respondían a los mapas coloniales, sin considerar la realidad religiosa, étnica o incluso tribal que existía sobre el terreno. El resultado fue una plétora de estados inventados, sostenidos tan sólo por la mano férrea del dictador de turno. Pero ahora, la gran conflagración panislámica del Siglo XXI, cuyo clímax probablemente aún no haya llegado, está haciendo que todas estas divisiones salgan violentamente a la superficie, poniendo fin al viejo mundo de Sykes y Picot, borrando las fronteras poscoloniales y recreando las antiguas, anteriores a la presencia europea e incluso a la otomana. El Medio Oriente vuelve a la Edad Media...

Número 596
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