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Periódico Judío Independiente
La polémica por las notas en las escuelas
La importancia de evaluar el rendimiento en los estudios

Por Susana Grimberg, psicoanalista y escritora
"Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros". ( Jorge Luis Borges)


Últimamente estamos viviendo el temido pasaje de la exigencia en los estudios no sólo a lo liviano y poco profundo sino a lo alejado de ser calificado como corresponde según el empeño realizado.

En el diccionario etimológico de Joan Corominas, el término calificar deriva del adjetivo interrogativo latino cuál, cómo o de qué clase. Por lo tanto, calificar ya sea con una nota o con una letra, ayuda al alumno a ubicarse respecto de su producción al estudiar.

Podríamos decir que hoy se trata de una cultura distinta, pero cultura al fin, que ha ido desplazando el gusto por el esfuerzo, el sacrificio, y los grandes objetivos que movilizaron a toda una generación comprometida con un mundo mejor, por otra que, al decir de Zigmund Bauman, opta por lo rápido, lo superficial, lo líquido, actitud incentivada por los gobiernos e, incluso, por los mismos padres.

Si bien, muchas veces es necesario exigir, me inclino más por tratar de encontrar la manera de propiciar en los alumnos el interés por saber, incentivándolos para que puedan embarcarse en la aventura de aprender. Para lograrlo, es fundamental el ejemplo que los padres dan. Si los padres no leen, los hijos, salvo contadas excepciones, tampoco lo van a hacer. También, alentando a los alumnos por medio del sistema de becas, sistema que colabora con el niño o adolescente para alejarse de una vida, muchas veces al borde de la marginalidad.



Mi interés por el tema, volvió a conducirme al Diccionario Etimológico de Joan Corominas para buscar la etimología tanto de la palabra exigir como de la palabra estudiar.

Exigir, del latín exigere: ”hacer pagar, cobrar”, “cumplir ejecutar” deriv. De âgêre “empujar”.

Estudio, deriv. del latín “aplicación, celo ardor, diligencia”



Personalmente, respecto del significado de la palabra exigir, me inclino por la idea de empujar. Sin embargo, no es desacertada la idea de deber pagar. ¿Cuál sería la deuda? La vida. ¿A quienes se les debe? A los padres. ¿Por qué? Por el esfuerzo que ellos hacen para que los hijos puedan, a su vez, realizarse en la vida. ¿Cuál sería la vía más importante para saldar esa deuda? El estudio.



Favorecidos por la tecnología, hoy en día se incorpora un fuerte componente de diversión a la que fácilmente es posible acceder con un solo click. Niños, jóvenes y adultos se divierten durante incontables horas por día, consumiendo mucho del tiempo que deberían dedicar a estudiar.



En lo personal, mi padre siempre me dijo que él me había legado una herencia que nadie me podría robar: el gusto por el estudio, el placer de leer y aprender.

Insisto, tanto los maestros como los padres son los que deben alimentar el deseo de saber, partir de lo conocido a lo por conocer. Si los padres no pueden hacerlo, los maestros serán los que pueden y deben transmitir el gusto por la lectura, por el estudio, el placer que les despierta poder acceder a nuevos mundos, al mundo de las novelas, al de la historia, de los descubrimientos y de las matemáticas como herramienta para comprender el funcionamiento del mundo.



¿Por qué es necesario estudiar?

La premisa de que se puede aprender jugando es válida para todos, independientemente de la edad. Pero, para acceder a ciertos conocimientos, se necesita de condiciones de tranquilidad para poder pensar, de tiempo para profundizar lo que se está estudiando además del esfuerzo necesario para cumplir con lo deseado.

Los hijos necesitan poder desarrollar la aplicación al estudio, la pasión por saber, la necesidad de esmerarse para alcanzar una meta y, no es sin la ayuda de los padres que esto puede ser posible.

La psicóloga y psicopedagoga Noemí Marchetti, (Página 12 del 03-05-2012) en la nota de su autoría que sugiero leer, explicita que una de las deficiencias de nuestro sistema educativo, se origina en un “paradigma hegemónico y homogeneizante que introdujo, de una manera seductora e inmoderadamente, el juego en las aulas”. Entender el juego como prerrequisito para la alfabetización, y generalizar esta premisa a todos los grados correspondientes al nivel primario, puede llegar a demorar indefinidamente el proceso educativo.

El mismo razonamiento hay que tener respecto de la actitud de los padres. Por otra parte, si bien, coincido con lo esencial de la nota, no descarto la importancia de poder divertirse al comienzo o durante el transcurso de una clase.

Suavidad y firmeza, por parte de los padres, además de no retroceder en cuanto a la importancia de estudiar, debería ser una consigna.





Advenir como padres

Todos sabemos que elegir ser padre o madre es una decisión muy importante, tan importante, que puede darle sentido a la vida de una persona.

En condiciones adversas, seguir adelante y luchar “por los hijos” se convierte en el objetivo de muchos padres. Ambos saben que no se trata sólo de nutrir y cuidar a los hijos, sino también de brindarles la educación necesaria para que se desarrollen como buenas personas, sanas y solidarias.

Los vínculos afectivos incondicionales y continuos de buen trato favorecen que los hijos, al mismo tiempo que entretejen lazos con el medio, desarrollen el sentimiento de pertenencia a la familia, a la comunidad y a toda la sociedad.

Tanto los niños como los adolescentes, necesitan sentirse importantes y que sus esfuerzos sean reconocidos, además de estimulados.

Sin embargo, los padres no deben descuidar que el estímulo debe ir acompañado de la exigencia de rigurosidad. Además, es bueno recordar la frase de Einstein: dar el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los hijos, es la única manera.

Tomás Abraham, en su libro “La lechuza y el caracol”, recientemente editado por Sudamericana, al referirse a los filósofos, dice: “Todos ellos nos enseñaron que pensar es buscar un problema donde hay un mandato, un dilema, donde se enuncia una vía regia, una dificultad cuando las cosas se presentan fáciles, una novedad cuando todo parece destinado y necesario, una salida, cuando se nos impone un sistema”.

Tradición y transmisión tienen la misma etimología. Ambas remiten a trasladar, transportar, transferir ideas, principios, sentimientos a través de las generaciones. La exigencia de los padres a estudiar debe mantenerse siempre.

Padres y maestros deben incentivar que los alumnos estudien porque esa es la posibilidad de aprender a pensar, de poder profundizar lo que, de alguna manera les fue transmitido, además de abrirles las puertas para trascender lo conocido.

Motivada por la preocupación que ha causado en las autoridades el hecho de que algún niño, también un adolescente sea calificado con un aplazo, palabra cuyo sinónimo es, tan sólo postergar, diferir, prorrogar, me lleva a reflexionar que, cuando se pongan los términos en su lugar, todo puede ser más sencillo e, incluso, más gratificante.



Quiero concluir con esta reflexión de Albert Eintein:

"Los grandes espíritus siempre han encontrado la violenta oposición de las mentes mediocres. Estos últimos no pueden entender que un hombre no se someta irreflexivamente a los prejuicios heredados sino que emplee honestamente y con coraje su inteligencia".


Número 572
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