Comunidades


Periódico Judío Independiente
La angelización del delincuente en la sociedad actual.
Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
"El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad". (Albert Einstein)

El sentimiento de culpa que muchas veces agobia a la izquierda, motivado por el abandono de los adolescentes tanto por parte de los políticos, los mismos padres y la sociedad en general, los ha conducido a la angelización del delincuente, sobre todo si se trata de un adolescente.
Esta torpeza para tratar el problema ha llevado a que la angelización retorne como un boomerang sobre los mismos que, de alguna manera, la promovieron. Un lamentable ejemplo fue lo padecido por el diputado Jorge Rivas que, luego del golpe recibido en la cabeza con un machete, no sólo quedó parapléjico sino que arrastró a toda su familia a cuidarlo y sostenerlo, además de silenciar, llamativamente, el horror y la impotencia por el malvado ataque de los dos delincuentes que no dudaron en descargar su fuerza y el arma asesina, para robarle, aunque más no sea, un celular.
La culpa, que muchas veces es de elogiar (“Elogio de la culpa” de Marcos Aguinis), puede conducir a un callejón sin salida. ¿Por qué? Porque detrás de la culpa está el deseo de ser castigado. Lo que la sostiene, por el motivo que se trate, puede ser el deseo incestuoso o un deseo condenado por la sociedad de modo tal que el castigo mismo se vuelve satisfactorio. Las promesas, caminar kilómetros, caminar de rodillas hasta hacerlas sangrar, conllevan un placer que va más allá del agradecimiento por el milagro obtenido gracias a las oraciones.
También los castigos auto infligidos, las flagelaciones, ambos prohibidos por la religión judía, son la excusa de que azotando la piel, el cuerpo, los mismos deseos pecaminosos van a ceder.
“Es mejor un solo instante de arrepentimiento sincero, que mil flagelaciones voluntarias” (Talmud)
Retomando la cuestión de la culpa, intrínseca a la izquierda, en el caso de un adolescente que mata por el placer de matar, ¿por qué angelizarlo? Por la culpa de que la sociedad no hizo lo necesario para llevarlo por buen camino. Y es verdad, la sociedad, los políticos y los padres, descuidaron lo más importante: la educación, la transmisión de valores, de principios. Los Diez Mandamientos son muy claros, sólo hay que cumplirlos y, al hacerlo, el sujeto descubre que poder llevarlos adelante, es muy placentero en el mejor sentido de la palabra: alivia y alegra al mismo tiempo.
El otro día, una analizante, docente, que detuvo el auto para respetar que mujeres con sus niños, gente mayor o algún discapacitado pudieran cruzar por la senda peatonal, tuvo que hacer caso omiso a los bocinazos e imparables insultos que la gente enloquecida vociferaba por doquier. Pero era tan grande el placer de darle al otro su lugar, comentó, que se abstuvo de cometer la falta que, a los gritos, muchos le exigían.
La culpa vs la responsabilidad
Sabemos que cuando el sujeto se siente culpable, va a intentar reparar el daño cometido. Esto es muy valedero pero, si inconscientemente también busca la manera de ser castigado, queda expuesto a fracasar en el intento. Desde una postura diferente, la persona responsable de sus actos, no sólo está lejos del deseo de ser castigado sino que es más libre para pensar y llevar adelante el propio anhelo de una sociedad mejor.
El cine argentino, al denunciar la pobreza como uno de las causas de la delincuencia, cayó en el mismo error de angelizar a los delincuentes por su extracción social, y poco puede enseñarnos cuando los delincuentes proceden de las clases más acomodadas.
En “Feos, sucios y malos” (Italia. 1976) la inolvidable película de Ettore Scola, el director construye una parábola del reverso de la sociedad opulenta, resaltada por la interpretación del genial Nino Manfredi. La destaco porque en esta comedia salvaje y cruel, se muestra la vida en un sector marginal de Roma, sin necesitar angelicarla. La crueldad y la desolación coexisten, con alguna ironía, en una familia que conspira para matar al padre.
Matar al padre es matar la ley y ese es el fundamento de la violencia y ensañamiento de los delincuentes en la sociedad actual. No es la romántica pobreza que se luce en “Ladrón de Bicicletas” (1948), de Vittorio de Sica, considerada como una de las películas emblemáticas del neorrealismo italiano, elegida en 1970, por votación, como una de las 10 mejores películas de la historia del cine. La película culmina cuando Antonio, el trabajador al que le robaron la bicicleta, fracasa al intentar robar otra parecida. Cuando lo atrapan y Bruno, su pequeño hijo, lo salva de la cárcel al llorar desesperadamente, Antonio regresa a su casa encontrándose tan pobre como antes pero con la vergüenza de haberse colocado al nivel de quien le había robado.
Es notable la diferencia entre los mismos intelectuales, para dar cuenta de una realidad marcada por la violencia, como la que se está viviendo en nuestra sociedad. En ninguna de las dos películas que mencioné se victimiza al delincuente; tampoco idealizan al feo, sucio y malo. Al mostrar las cosas como son, se abre un espacio para reflexionar.
En mi nota “Las desilusiones tempranas y el suicido en los adolescentes”, Comunidades 535, escribí sobre la generación de jóvenes NI-NI (ni trabajo, ni estudio), hecho que se produce independientemente de la clase socioeconómica a la que pertenezcan. Son jóvenes entre 14 y 30 años de edad que, el hecho de no estudiar ni trabajar, puede generar, en algunos, sentimientos de preocupación y angustia y, en otros, resentimiento, odio, deseos tanáticos.
De alguna manera indiferentes ante la realidad, optan por no estudiar dado que suponen no conseguirán ningún trabajo relacionado con sus estudios o, no lo hacen, simplemente por falta de ganas de estudiar. El riesgo para esos jóvenes es la marginación, discriminación y exclusión social.
Por otra parte, también debemos considerar a los que hacen del robo y del delito, una profesión. Me comentaba una maestra que trabaja en zonas marginales, cómo para el adolescente, la meta era robar sin que el asaltado se diera cuenta. Para lograrlo tenían un profesor que les enseñaba a hurtarle un objeto a un maniquí preparado con “cascabeles”, para que logren su cometido sin hacer ruido alguno. Obviamente, si lo lograba, los compañeros lo aplaudirían como si fuese una hazaña.
Si bien, yo avalé la desaparición del servicio militar, no sólo por lo padecido durante los años del proceso sino por la encarnizada judeo fobia ejercida por muchos oficiales y suboficiales, no tardé en reflexionar que fueron muchos los jóvenes que perdieron la posibilidad de encontrar un espacio en el que pudieran ser reconocidos por sus habilidades, socialmente aceptados e, incluso, con la posibilidad de un ascenso social: vivienda, mejor comida, formación y salud. En vez de mejorar las condiciones, para que los jóvenes puedan acceder a un mejor estar, se apeló a la lógica del “todo o nada”, cuando se debería haber optado por la lógica del no-todo, quiero decir: rescatar lo valioso y desechar lo improcedente.
La angelización del adolescente
Debemos tener en cuenta que la mayoría de los delincuentes, sobre todo adolescentes, hoy no tienen códigos, como bien dicen los delincuentes que están presos. Ellos estaban preparados para delinquir pero no para matar. Los adolescentes, inmersos en las drogas y el alcohol, hoy matan por matar.
La reflexión de Albert Eistein, respecto de la intelectualidad, es para tener muy presente: "El crimen cometido por los alemanes es el más abominable que recuerda la historia de las llamadas naciones civilizadas. La conducta de los intelectuales alemanes -como grupo- no fue mejor que la de la multitud. Incluso ahora no hay signo alguno de arrepentimiento o de deseo real de reparar lo que se pueda después de tan gigantescos asesinatos".
En realidad, los que delinquen, tanto jóvenes como adultos, son gente muy enferma psíquicamente, pero hay diferencias: están los asesinos por naturaleza y los que llegan a serlo sin tener demasiada noción del por qué. Es cierto, hay diferencias pero, de todas maneras, a ambos hay que jugarlos y darles una merecida condena, nunca angelizarlos, porque el hecho de ser pobre o de ser un sujeto indeseado, jamás sería un aval para liberarlo de culpa y cargo. Cada uno es responsable de sus actos y por ende, responsable ante la Ley.
Quiero concluir con estas reflexiones del Eclesiatés:
“3:16 Yo he visto algo más bajo el sol: / en lugar del derecho, la maldad / y en lugar de la justicia, la iniquidad. 3:17 Entonces me dije a mí mismo: / Dios juzgará al justo y al malvado, / porque allá hay un tiempo / para cada cosa y para cada acción.
3:22 Por eso, yo vi que lo único bueno para el hombre / es alegrarse de sus obras, / ya que esta es su parte: / ¿Quién, en efecto, lo llevará a ver / lo que habrá después de él?

Número 564
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