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¿hay compulsion hacia le vandalismo? ( 1º parte)
¿ Hay compulsión hacia el vandalismo ? ( 1º parte)

Pablo Nachtigall (x)
En los principales diarios de Argentina salieron publicadas cifras que denotan hechos lamentables y desastrosos para el 2014: En la ciudad de Buenos Aires se gastan unos 40.000 pesos por día para reparar o reponer actos vandálicos que se llevan a cabo en las plazas publicas, contenedores de basura, juegos de niños y pintadas que se hacen en las fachadas de los edificios. Sin ir más lejos, el ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño estimó que el vandalismo es el principal enemigo del espacio público que hace gastar a la ciudad cerca de 21 millones de pesos anuales. Dentro de este fenómeno creciente se incluyen los actos de robo de cables, medidores de gas, sumideros, semáforos y placas de monumentos como blancos preferidos de los ataques. A su vez se está extendiendo en forma alarmante la quema de autos en la vía pública con sus consiguientes consecuencias peligrosas para la gente. A su vez existe otra modalidad menos vistosa pero más olorosa: caminar por las calles sorteando las deposiciones de los perros, cuyos dueños, muchas veces no suelen recoger, generando suciedad y peligro de contaminación para las personas. Por otra parte cada vez que se inaugura un monumento o espacio verde atractivo en la ciudad, resulta notable comprobar como en tan solo 6 meses, se vuelve sucio, descuidado y desarreglado.

¿Cuáles son las causas que intervienen en este fenómeno?
No cabe duda, que la ciudad de Buenos Aires, celebre por la inmensa cantidad de psicólogos que contiene por metro cuadrado, precisa urgentemente ser sometida a un examen psicológico. Existen numerosas causas que pueden intervenir en este desafortunado fenómeno, que vale la pena describir:

“La culpa la tiene el otro”: Explicar que el descuido urbano es culpa de los “otros” es un deporte común que solemos practicar los argentinos, en donde nos quejamos, clamamos al cielo pero hacemos poco para comprometernos en lo concreto y tangible para corregir la situación. Este mecanismo psicológico es similar al de un adolescente cuya tendencia es echar la responsabilidad a otros, aunque visto en un adulto porteño, produce un ciudadano poco responsable, descuidado y complaciente con la mugre y falta de respeto con las normas de convivencia. En ese aspecto podría afirmarse que el porteño ha quedado fijado en su adolescencia.
Falta de educación y compromiso urbano: El ciudadano porteño es uno de los que detenta peores índices de educación urbana en el mundo. Esto es muy sencillo de observar en la limpieza de la ciudad y como se sostienen sus espacios públicos. Todo vandalismo, tiene una cuota de complacencia y aceptación por parte de los demás. Parece que pocos quieren jugarse a expresar su enojo ante conductas impropias ajenas. Por ello la complacencia es la mejor aliada del vandalismo. Al respecto cabe destacar el cambio cultural que tuvo Bogotá, de la mano de su ex alcalde Mockus, quién implementó medidas que transformaron la cultura ciudadana de los bogotanos, volviéndolos personas adeptas del respeto y cuidado ajeno. Esto se observa en la limpieza de sus calles principales y la forma que reaccionan ante conductas inadecuadas urbanas.
Falta de correctivos: Todo adolescente tiende a hacer lo que quiere o intenta transgredir hasta que le colocan límites firmes y amorosos dentro de su familia. Esta clase de correctivo los ayuda a crecer, reflexionar y asumir la responsabilidad de su persona para convertirse en adultos. En la ciudad de Buenos Aires, brillan las multas ante conductas urbanas impropias, por su ausencia. Por ende, si no hay castigo… ¿Qué me importa si respeto o transgredo las normas? Si total el castigo es escaso, no hay consecuencias. De hecho esta falta de penalización, va de la mano de una forma de ejercer la política en forma corrupta y laxa frente a los repetidos sucesos escandalosos por parte de políticos que cumplen funciones vitales para el país. En síntesis, si no hay castigo no hay consecuencias, por ende, no hay cambio y continúan las conductas vandálicas.
“Me considero especial para respetar las normas”: Parte característica de la personalidad del porteño es su ego tanguero tendiente a evadir con viveza criolla las normas mas simples y complejas que lo atraviesan. Tan solo observar la ciclo vía en Palermo exclusiva para las bicicletas, suele ser invadida por peatones que caminan sin atender los letreros. O bien el cruzar la calle con semáforo en rojo, resulta un acto común de los porteños, sobretodo gente de tercera edad. O bien el conductor que arroja papeles a la calle desde su auto. Todos estos actos cuentan con la complacencia de los demás. Y detrás de ellos subsiste la creencia “que soy especial y hago lo que quiero”, típica creencia de un adolescente.
Distracción con estupideces: El porteño tiene afición a distraerse con chimentos, noticias del espectáculo o simplemente correr su mirada de aquello que lo perturba. Es simple, cuando algo duele y nos quedamos mirándolo el tiempo necesario, resulta inevitable hacer algo al respecto. En cambio si retiro mi mirada distrayéndome con noticias banales, me olvido de la corrupción, de la inflación o de sucesos aberrantes y avergonzantes. Lamentablemente parte de nuestra mala educación consiste en distraernos y acostumbrarnos a una calidad institucional corrupta e ineficiente. Nuevamente esta conducta es más propia de un chico que de un adulto responsable.

Hasta aquí, resultaría muy tentador redactar un nuevo artículo citando las responsabilidades de los políticos y su pésima y evidente administración. Sin embargo ello no haría más que reforzar el mecanismo adolescente de echar culpas ajenas. Si bien es cierto que el liderazgo político resulta fundamental para un cambio cívico, se requiere ciudadanos responsables que estén dispuestos a comprometerse con cambios concretos y pequeños. Por ello aunque pueda sonar fuerte y polémico, el vandalismo es una expresión y resultado exagerado de nuestra calidad como ciudadanos.

Darnos cuenta y aceptar adultamente nuestra falta de compromiso y pasividad es el primer paso para generar un cambio desde adentro hacia fuera. Una pregunta movilizante para hacernos es ¿Cuál es mi grado de responsabilidad por el vandalismo y descuido de mi ciudad?

(x) Psicólogo y autor del libro “BENDITO DINERO” – www.pablonachtigall.com

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