Comunidades


Periódico Judío Independiente
El bullyng juvenil
¿Quién es el más piola?

Por Por Denise Duek, especial para Comunidades
Cada vez más niños y adolescentes son burlados por sus pares. No vestir a la moda, bromas en las redes sociales, exceso de peso, son algunos de los detonantes que los excluyen. Testimonios de sus protagonistas y la importancia
en el rol de sus padres y docentes.

Dicen que cuando somos chicos los problemas son pequeños y cuando somos grandes las dificultades son mayores. No todos transitan su niñez y adolescencia entre risas interminables, hay quienes padecen la discriminación de sus compañeros llevándolos a entristecerse y alejarse de sus actividades cotidianas.

No calzar la última ropa de moda, no utilizar el mismo lenguaje, ser un poco más tímido que el resto son ciertos motivos por los cuales muchos chicos son marginados en las escuelas y clubes. Un escenario tan doloroso como real.

Ariel, es un joven de dieciséis años con una mirada sobre la vida absolutamente adulta. Me sorprende la seriedad con la que se presenta a contar su historia. Su inserción social ha sido traumática. Siempre fue un niño un poco más relleno que el resto, sus padres intentaron que hiciera régimen e hicieron consultas con nutricionistas, pero para él aún hoy es difícil no tentarse consumiendo golosinas y comidas rápidas. La primaria la cursó en un colegio de la colectividad y allí fue el protagonista de inexplicables cargadas de sus compañeros por su sobrepeso.

Entre sus recuerdos aparece el retrato de un niño al cual apodaban ‘’cerdito’’ y al que dejaban de lado en los recreos. ‘’En las clases de gimnasia solía agitarme bastante y el profesor no dudaba en exponerme frente al resto al grito de ‘’vamos gordito dejá las hamburguesas’’, lo que inmediatamente provocaba
el estallido de risas entre todos. Al principio me daba tanta vergüenza ir al colegio y enfrentarme a semejantes burlas que inventaba que me sentía mal para poder faltar’’, explica y agrega que en aquel momento su padre sufría un problema de salud y Ariel creía que una manera de colaborar con la recuperación de su progenitor era aliviarlo de preocupaciones.

Las bromas se volvieron tan recurrentes que él volvía a su casa todos los días llorando. ‘’Me etiquetaban en facebook, deformaban mis fotos y las comentaban por semanas’’, aduce. Su madre alertada por la conducta de su hijo, que se negaba a comer, decidió llevarlo a una psicopedagoga. A lo largo de sesiones
con la profesional el chico se atrevió a relatar su calvario.

De inmediato sus padres hablaron con la directora del colegio, quien despidió al profesor de gimnasia y se elevó una denuncia en su contra. Pero allí no terminaron las cargadas, por lo que sus padres lo cambiaron de instituto.

Hoy Ariel ha bajado diez kilos. Gracias a la ayuda de nutricionistas, ejercicio físico y una reconocida voluntad en su actitud frente a la comida está en un peso normal para su edad. Su niñez y pre adolescencia no fueron felices como las de otros chicos y es sobre lo que desea hacer hincapié. Intenta transmitir un mensaje hacia los padres y profesores, solicitándoles mayor contención. ‘’No es la solución cambiar al chico de escuela’’, exclama.

¿Quién determina las reglas de lo ‘’normal’’?, ¿Ser delgado, no usar anteojos, ni ser despistado son requisitos para pertenecer a la sociedad? La psicopedagoga Laura Ini indica que este fenómeno se presenta desde hace años pero que últimamente la moda, la adicción a las redes sociales y las conductas
rebeldes y contestatarias de los chicos son factores que inciden positivamente en dicho escenario de Ini sostiene que es fundamental que los maestros presten sumo interés al comportamiento del alumnado y que los colegios cuenten con un equipo psicopedagógico que oriente a los chicos y asesore a los padres. ‘’Una de las faltas más grabes que puede cometerse es la ignorancia’’, acota.

Marcela llega a la entrevista acompañada por su madre. Sus catorce años la rodean de dulzura y enorme fortaleza. Entre madre e hija deciden relatar la experiencia de la niña en un club de la colectividad, al que eligen no mencionar.

Hace cuatro años, junto a toda la familia, se inscribieron en un club con el objeto de que los fines de semana fueran más entretenidos. Marcela comenzó a participar de las actividades ilusionada por formar nuevos amigos. Supo ser un poco más vergonzosa que el resto, insegura y no consciente de su fresca e
inocente belleza.

Proveniente de una familia de clase media, ella vestía la ropa que sus hermanas le iban dejando.

Aquellas no encajaban en un country donde las prendas de marca y los viajes al exterior eran reglas infranqueables para integrarse al grupo. Su inseguridad la llevaba a tropezar frente a los demás y a ser la protagonista de carcajadas que
generaban lágrimas en sus acaramelados ojos marrones. Aparece en su memoria el día que estaba haciendo un dibujo, cuando una nena se lo rompió y le dijo que era feo sólo porque lo había hecho ella.

Era habitual que los madrijim designaran a dos janijim para que escogieran a los integrantes de sus equipos. Marcela era la última en ser elegida, lo que causaba en ella una profunda angustia y se refugiaba en el baño para llorar a escondidas. Cuando se organizaba un campamento se negaba a participar ya que conocía perfectamente la historia: nadie quería compartir la carpa con ella. Un nudo se formaba en su estomago y rogaba que el fin de semana lloviera para que con sus padres no fueran al Cada verano la niña pasaba sóla sus tardes en la pileta. Cuando se acercaba a su pares era burlada por su extrema timidez y no encontraba otro remedio que permanecer apartada en un rincón. Entonces optaba por salir del natatorio y dirigirse al vestuario donde se demoraba en ducharse y cambiarse hasta que se hiciera la hora de volver a su casa.

En repetidas oportunidades les contó a sus padres lo que le ocurría, pero ellos pensaron que exageraba y le restaron interés. ‘’Nunca imaginé que Marcela sufría tanto, me di cuenta de la gravedad de la situación cuando entre llantos pidió no ir más al club’’, detalla la señora y hace un mea culpa por no haber escuchado a su hija. ‘’Con mi marido resolvimos que no era la solución que se escondiera de esos chicos, pero tampoco permitiríamos que continuara sufriendo, por lo que buscamos un tratamiento profesional para que Marcela pudiera trabajar sobre sus inseguridades’’, evoca.

No obstante y luego de un enorme trabajo con profesionales y ayuda de sus padres, Marcela fortaleció sus debilidades y quiso regresar al country para enfrentar a sus compañeras. Con absoluta confianza en ella misma logró revertir su historia y no permitir que nadie más la burlara. Sus padres no pueden
comprarle la vestimenta de última moda, pero éste ni otro son motivos para que sea menospreciada.

No todos los jóvenes poseen el coraje de Marcela, son varios los que frente a tal escenario se atormentan y aíslan terminando a veces hasta deprimidos. ‘’Es primordial que los padres observen las conductas y reclamos de sus hijos, deben oírlos y no minimizar sus relatos. Si bien muchos niños y adolescentes pueden llegar a exagerar, éste también es un motivo de alerta ya que de alguna manera
están pidiendo atención’’, afirma Ini.

Los años en los que los chicos se van formando son irreemplazables, requieren que sus progenitores los aconsejen, escuchen y les brinden importancia. Su función y la del sector educativo deben ser asumidas con la mayor seriedad. Son nuestros jóvenes quienes nos necesitan para diseñar su futuro y continuar

Número 557
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