Comunidades


Periódico Judío Independiente
La situación de los ancianos en la comunidad judía
¿Abuelos en el olvido?

Por Denise Duek, especial para Comunidades
¿Por qué será que el abandono a nuestros mayores ha declinado en una dura realidad?..Falta de paciencia y de tiempo son algunas de las razones que llevan a dejar de visitarlos. El plan que supo ser el más anhelado por sus hijos y nietos, hoy es una carga que genera discusiones familiares.

Pareciera que la vejez se ha vuelto, últimamente, sinónimo de aburrimiento y desolación. Y es ese incómodo lugar el que cada vez ocupan más abuelos, olvidados, excluidos y hasta a veces abandonados. Alejados quedaron los tiempos en donde disfrutar a los abuelos o compartir con ellos un fin de semana, una cena o apenas unos mates era el programa predilecto de la familia.
Nuestros sabios mayores, a quienes más tendríamos que cuidar y a quienes solíamos pedirles consejos, están esperándonos. No se cansan de esperar, se conforman al recibir una simple llamada telefónica, la que intenta reemplazar la calidez de un abrazo. Los días transcurren, convirtiéndose en semanas y luego en meses, y ellos sin otra opción siguen envejeciendo en soledad.
Verónica, una mujer de 52 años, recuerda con cierta nostalgia lo maravilloso que representaba para ella y sus hermanos ir a merendar a la casa de sus abuelos paternos a la salida del shule. ‘’Hoy tengo que lidiar con mis dos hijos adolescentes para que llamen a mis padres’’, explica. Lo que para Verónica fue agradable y gratificante durante su juventud, hoy para sus chicos es una molestia.
Al recorrer un hogar de ancianos, ubicado en el barrio porteño de Flores, me asombro al encontrarme con varios abuelos que no solo fueron olvidados por sus nietos, sino que también por sus hijos. Los ojos verdes de Margarita brillan cuando menciona a su familia. Esta señora de 82 años vive en este hogar desde hace 6 años. ‘’Cuando enviudé, caí en una enorme depresión. Al principio mis hijos me contenían, me llamaban a diario y venían a mi casa a cenar. Con el correr de los meses mi salud empeoró, lo que los llevó a decidir que mis días los iría a pasar a un geriátrico’’, relata con la voz entrecortada producto de unas incipientes lágrimas.
Sin prestar queja hacia el hogar, en donde lo tratan con sumo cariño, David, de 78 años extraña su casa, su sillón y la enorme mesa de Shabbat que su esposa Rebeca preparaba cada viernes. ‘’Nos reuníamos con toda la familia. Era una postal perfecta, yo sentado en la cabecera, a mi lado mi difunta señora junto a mis tres hijos, mis nueras y mis nietos’’, narra y añade con una sonrisa, en la que se observa el paso de los años, que quisiera volver el tiempo atrás. Es conciente de que eso no es posible y, si bien hoy lo lastima la distancia y frialdad de sus progenitores, valora las nuevas amistades que estableció en el geriátrico. José, su compañero de cuarto, interviene en la charla para acotar que David es un conquistador entre las ‘’chicas del hogar’’ haciendo referencia con ánimo entusiasta a las señoras que conviven con ellos.
No todos los mayores tienen la posibilidad de vivir en una residencia para personas de su edad. Pagar la cuota requiere de un alto poder adquisitivo al que muchos no pueden acceder. ¿Qué ocurre cuando nuestros ‘’viejos’’ quedan desamparados, viviendo solos en un departamento o una pensión sin la compañía de un familiar que se interese por ellos?
Es necesario recordar que estos ancianos que hoy para sus hijos resultan fatídicos, son quienes les dieron la vida. Tal vez Baruj, sea el caso más representativo y el que más nos duela. Desde hace una década vive sólo en un departamento situado en el barrio de la Paternal, el que con apenas mirarlo se puede notar el desgaste de las paredes, la heladera con productos vencidos y el sanitario roto. ‘’Junto a mi señora y a mis hijos habitamos una amplia casa con un bello jardín atrás. La habíamos comprado con gran esfuerzo e imaginábamos que la llenaríamos de ruidos y pañales. Y así fue como pronto tuvimos 4 hijos, que con los años nos hicieron abuelos’’, detalla. Con el tiempo su esposa enfermó, y él intenta justificar que eso asustó y distanció a sus hijos de sus padres. Se generaban discusiones entre ellos sobre quien llevaría a su madre al médico, quién se ocuparía de pagar la obra social y de comprar la medicina.
Baruj aduce que sus hijos cada vez los visitaban con menor frecuencia y cuando lo hacían era solo para dejarles dinero. ‘’Mi querida Esther se me fue tras padecer un cáncer fulminante, y con ella lo perdí todo’’, argumenta. Al cabo de unos meses de su fallecimiento sus hijos le pidieron vender la casa ya que precisaban el dinero y por supuesto que Baruj no se negó a ayudarlos. Hoy este señor, que conserva algunos cabellos blancos sobre su cabeza, vive en un pequeño departamento que sus progenitores le alquilan. Sus 89 años dan señales de que el tiempo ha pasado. Caminar es un gran esfuerzo para él, pero aún así todas las mañanas va a hacer las compras, prepara su comida y mira el noticiero en el viejo televisor que trajo de su anterior casa. A modo de broma describe a dicho aparato como a su fiel compañero y expresa que al igual que él va envejeciendo, pero que aún enciende y se logra divisar una imagen cada día más borrosa pero real.
Afortunadamente, en algunas familias el cariño y el respeto a sus mayores está vigente. Para Alan, un adolescente de 15 años, sus únicos dos abuelos son ‘’lo máximo’’, como el mismo elije definirlos. Rigurosamente dos veces por semana va a almorzar a la casa de ellos al salir de la escuela y en varias oportunidades compra comida en la almacén para que su abuela no deba cocinar. ‘’Desde chicos mis viejos nos enseñaron a mis hermanos y mí que a nuestros abuelos hay que amarlos y sobre todo valorarlos’’, confiesa. Rememora cuando todos los domingos se juntaban con sus tíos y primos a cenar, pero con los años se fue perdiendo la costumbre y cada uno fue haciendo su camino. Agrega que su mamá es la única de sus dos hermanas que actualmente visita día por medio a sus padres. ‘’Cuando un amigo me cuenta que considera que sus abuelos son insoportables y que lo aburre ir a saludarlos para Rosh Hashana, pienso en cuánto se los está perdiendo y sobre todo cuánto daño les hace con su frialdad’’, remarca Alan. A su lado se encuentra su abuelo José cebando unos mates mientras que su abuela Sarah escucha orgullosamente las palabras del joven.
Frecuentemente la conducta que los nietos desarrollan para con sus abuelos es un reflejo del modelo que les mostraron e inculcaron sus padres. Si por un momento detuviéramos nuestra vorágine y permaneciéramos mayor tiempo con nuestros mayores, sin lugar a dudas les regalaríamos caricias a sus almas. Las mismas que el día de mañana desearemos recibir cuando ocupemos sus lugares.


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