Comunidades


Periódico Judío Independiente
Maternidad tardía
Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
Como una gran tormenta/ sacudimos nosotros/ el árbol de la vida/ hasta las más ocultas/ fibras de las raíces/ y apareces ahora/ cantando en el follaje, /en la más alta rama/ que contigo alcanzamos. ( El Hijo. Pablo Neruda)

No son pocas las dificultades que se plantean al abordar este tema, empezando por el título: por qué hablar de maternidad tardía y, por qué no, paternidad tardía. En el mismo título hay alguien al que se lo deja afuera: el padre. Y el deseo de tener un hijo, es un deseo compartido.
Cuando una pareja decide tener un hijo, decisión independiente de toda cronología, tanto el hombre como la mujer desean advenir como padres. Se adviene porque no se nace padre sino que se crea, se construye, se diseña. No se trata de la cronología sino del deseo de tener un hijo, de llegar a ser padres.
La idea del devenir, del advenir, de la interacción de los tiempos, da cuenta de que se trata de tiempos lógicos, no cronológicos. Es la idea que reside en el interior del relato bíblico, en la misma narración de los tiempos necesarios para la creación.
Rachi (1040-1105), Rabí Schlomó ben Yitzjaqui de Troyes, Francia, fue un exégeta bíblico y comentarista del Talmud, nos enseña que el tiempo de la creación es metafórico y que quiere decir otra cosa, que va más allá de lo escrito.
En estrecha relación con este tema, está lo concerniente a D’’os y a los diferentes modos de nombrarlo. Por medio de metáforas, se intenta cernir el nombre, un real que escapa a cualquier conceptualización.
Para la religión judía, no es posible nombrar a D’’os, salvo por sustitutos pues su nombre está perdido o no se lo puede vocalizar, tema abordado por los místicos judíos. Se trata de un D’’os que a veces es necesario perder, para volver a encontrarlo.

Un D’’os que habla

No se lo puede nombrar porque su nombre es impronunciable. Tampoco representar por la vía de la imagen. Un D’’os sin imagen, que crea al hombre a su imagen y semejanza, implica un muy alto grado de abstracción. Pone en juego la experiencia del vacío, de la ausencia de forma, que lleva a reestablecer la alianza, una y otra vez, por medio de la escritura. Y es por la vía de la escritura, que el pueblo judío es el pueblo del libro.
Este D’’os sin imagen, es un D’’os que habla y cuya ley debe ser interpretada por ser dificultosa de entender.
Es el D’’os del decir, como lo denomina el psicoanalista francés Jacques Lacan, dado que su obra, la creación, ha sido realizada con palabras.
Recordemos. Dijo D’’os : Hagamos... Y se hizo. Con palabras fue separando, diferenciando, las aguas de arriba de las aguas de abajo (el cielo de los mares), el día de la noche, las plantas, los animales según su especie hasta llegar al hombre.
En la historia de la humanidad, el pasaje de la endogamia a la exoga-mia es el elemento inaugural de la civilización. Pero es por la prohibi¬ción del incesto, enunciada por el pueblo judío en la Torá, que se funda la histo¬ria de los hombres. En el Génesis 2 Vers. 24 se enuncia desde la creación misma de Adán: "Dejará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne".
Es interesante leer en los textos bíblicos cómo, luego de contemplar cada acto de su creación, D’’os afirma que lo creado es bueno. Reflexión que no hizo luego de crear al hombre y a la mujer. Quizás no se trata de la maldad, tampoco de la bondad. Se trata del libre albedrío.

Creced y multiplicaos
Adán y Eva, que habían cumplido con la orden divina “creced y multiplicaos” y gozaban de una sexualidad en libertad, del paraíso de la sensualidad, y, por lo tanto de lo eterno del paraíso, no fueron expulsados por haber sostenido, disfrutado de las relaciones sexuales. Adán y Eva fueron expulsados por haber transgredido una ley, la ley que prohibía probar, saber, del árbol del saber. La vergüenza ante la propia desnudez surgió luego de “saber” acerca de la desnudez, de haber probado, mordido, sabido, del fruto del árbol del conocimiento. Sin embargo, la partida no debe de haber sido tan descorazonadora pues además de saber que eran diferentes, supieron que con esa diferencia, gozaban.

Es interesante cómo, este mandamiento, nada dice respecto de la edad. Relacionado con el tema, sabemos que Abraham parte, después de que D’’os le dijera: Vete. Vete es partir, partir para poder verse, doble significado de la palabra que lo impulsa a dejar el hogar paterno para armar otro, uno propio, distinto. Y Abraham parte con Sara, su mujer. Bellísima, aunque infértil.
Si bien Rashi nos enseña: “Abraham y Sara eran ancianos; había cesado a Sara la costumbre de las mujeres (período menstrual)”, el deseo de ser padres trasciende los límites que la cronología impone.
¿Después de mi envejecimiento, habrá para mi deleite, un hijo, siendo mi señor anciano? Preguntó, Sara.
D’’os, le dice que sí. Sara duda y ríe frente al anuncio de que ella, a los ochenta años, podría dar a luz un hijo. El hijo nace diez años después, cuando Sara tenía noventa años y el hijo fue llamado Itzac, porque ella se rió, incrédula ante el milagro de poder dar a luz. Itzac, quiere decir risa.

Cambio de hábitos
En estos tiempos, las madres no sólo tienen más edad cuando dan a luz a su primer hijo sino que eligen ser madres y el hijo, al ser deseado, tiene una mejor perspectiva para su futuro.
El deseo de ser madre, hoy en día, tiene que estar integrado a los demás objetivos de la mujer y si los entorpece, no es descartado sino postergado, desafiando las leyes de la naturaleza que parece estar diseñada para que los niños tengan madres jóvenes.
Algunas mujeres desean terminar sus carreras antes de tener un hijo y otras prefieren sentirse afianzadas en sus carreras laborales antes de ser madres; pero lo básico es que en general la mujer no está dispuesta a renunciar a tener descendencia.
Cabe aclarar que no todas las mujeres han nacido para ser madres, ni todos los hombres han nacido para ser padres. Si sólo esa es la condición, es conveniente que no tengan hijos. En otras épocas, no ser madre podía provocar, en la mujer, sentimientos de inferioridad, pero hoy es diferente, una pareja puede elegir no tener hijos y esa elección puede no recibir descalificativo alguno.
También, es importante el momento existencial de la pareja, de modo tal que posibilite emprender la aventura de un embarazo, deseado tanto por el hombre como por la mujer, y no como una tarea exclusivamente femenina. Hoy, más que nunca, es necesario un padre comprometido con la educación del hijo, lejos de ser un simple espectador o proveedor.
Con todo, no se debe ignorar que siempre es mejor una madre joven que una madre de cuarenta años, por las complicaciones que pueden surgir: es más difícil quedar embarazada y los métodos artificiales son onerosos y difíciles de sobrellevar por la pareja.
En realidad, los padres jóvenes tienen una actitud diferente hacia sus hijos, dado que no son tan temerosos y no existe una brecha generacional tan grande que los lleve a vivir a los hijos como nietos, además de tener una comprensión mayor de los problemas de los hijos, por estar más cerca las generaciones.
Quiero concluir con las siguientes frases de Proverbios.
“Tres cosas son para mi extrañas y cuatro las que no sé: El camino del águila en el cielo, el camino de la serpiente sobre la roca, el camino del barco en pleno mar, y el camino de un hombre con una mujer.” (XXX, 18-20).




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