Es difícil encontrar un objetivo más unánimemente impulsado en todo Occidente, al menos de cara a la santurronería y a la comedia, que el de la partición de la llamada Palestina histórica, es decir, la convivencia en paz del Estado de Israel, con un Estado de Palestina, en el que se deberían incorporar tanto la Franja de Gaza como Cisjordania (Iehuda y Shomrón).
No ocurre lo propio en el mundo árabe, incluídos los palestinos, así autodenominados desde el año 1967.
Es que desde la misma creación del Estado de Israel, en su solar histórico,en el año 1948, se han negado a reconocer su derecho a existir, manteniendo el empeño de arrojar a los judíos al mar, habiendo fracasado en todas las guerras que han librado para conseguirlo.
Occidente sabe que Israel es su primera línea de defensa, frente a la barbarie de los arabes extremistas, pero está dispuesto a debilitar su seguridad, con tal de no perder ciertos mercados comerciales, que hoy le son indispensables.
Golda Meir solía decir: "la paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros".
Un Estado palestino con una Gaza en manos de Hamás y una Autoridad Nacional Palestina empeñada en seguir alimentando con antisemitismo a sus hijos, no tendría una vida muy exitosa.
Israel, a la larga o a la corta tendría que defenderse, y éllo implicaría, de ser necesario, la anulación del enemigo.
Muchas Potencias han manifestado que el problema es la ocupación que Israel detenta sobre tierras arabes.
Su hipocresía radica en que saben claramente que esos territorios le pertenecen a Israel por derecho histórico, pero cuando consiguieron que Israel abandone Gaza de forma unilateral, lo único que a la postre se ha fomentado es el lanzamiento de cohetes contra civiles israelíes.
No, el problema no es la supuesta ocupación. El problema es que los colegios palestinos como método diario, enseñan el odio al judío, y las cadenas para niños, fomentan al terrorista suicida como un héroe.
Si un judío empieza a disparar contra los árabes recibe la inmediata condena del Gobierno israelí y el peso de la ley cae sobre él, en cambio, el terrorista palestino, es homenajeado y su familia recibe una subvención de las autoridades.
Mientras esto siga así, ningún plan de paz ni ninguna decisión unilateral cambiará sustancialmente la situación.
La petición de Abbas, respecto a la creación de un Estado Palestino, es un gesto de cara a sus votantes. No parece que la intención del líder de Al Fatah sea el reconocimiento del Estado palestino, sino recuperar apoyo interno.
Occidente remarca que la solución de los dos Estados parece la única vía aceptable para un futuro en paz, pero no explica de qué manera se unirían físicamente Gaza y Cisjordania, sin partir a Israel por el medio. Tampoco queda en claro si los palestinos reconocerán finalmente a Israel como Estado judío, el status final de los refugiados es un enigma, y no se asegura si Jerusalem seguirá siendo la Capital del Estado de Israel, o se transformará en una ciudad internacional, como durante años lo demandó El Vaticano.
Es claro que la creación de un nuevo país, no puede partir de la base de la destrucción de otro, previamente existente. Los judíos también tenemos derechos.
Israel ya ha demostrado en numerosas ocasiones –y en especial en Camp David en el año 2000– su disposición a alcanzar un acuerdo, pero todo evidencia que el mentado acuerdo, importaría la imposición de desjudaizar a Israel y amputarla lo mas posible, lo que deviene en concreto, en la negativa de reconocerla plenamente como el hogar nacional del pueblo judío, quien, para su subsistencia, es imperioso que siga conservando sus tradiciones milenarias, unidas indisolublemente a territorios entrañables, que hacen a su nacionalidad.
En síntesis, se pretendería hacer la paz con los hijos, matando a su madre.
No parece que el momento de la paz haya llegado. Mas bien todo indica que se está cercando a Israel pretendiendo ahogarla. Se avecinan tiempos duros, y ojalá no sean para la guerra.
Bernardo Abramovici Levin
Cap. Fed
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