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Periódico Judío Independiente
Una crisis interminable
El mundo árabe busca quitarse el velo del autoritarismo

Por Daniel Alaluf / Jerusalén (x)
La ola de estallidos sociales en diversos países árabes -tanto del Magreb como
del Medio Oriente- lejos de terminar, continúan profundizándose arrojando sólo
hipótesis de las sociedades que se gestarán. Según afirma el autor del siguiente
artículo: “Quizás uno de los logros más importantes de las revoluciones que
estamos observando en los países árabes es el hecho de que son exclusivamente
árabes”.

Lo que comenzara como la inmolación de un vendedor de frutas en Túnez y la
posterior revuelta popular de ese país que llevó al final 23 años de dictadura
de Ben Alí, fue el detonante de la actual revolución que se está desarrollando
en el mundo árabe. Túnez, Egipto, Argelia, Bahrein, Irán, Kuwait, Marruecos,
Yemen, Jordania y Libia.
Todos estos países son muy diferentes, pero sus pueblos comparten circunstancias
similares, viven bajo regímenes dictatoriales donde la opresión y la represión
reinan generando la humillación personal de cientos de miles de personas,
pobreza extrema, desempleo, desabastecimiento, altos precios y elevados índices
de corrupción gubernamental.
Los países aquí nombrados son parte de los 22 países de la Liga Árabe. Tan sólo
un superficial estudio de las estadísticas sobre la calidad de vida en estos 22
países explica las actuales protestas:
. Todos los países miembros de la Liga Árabe son (o al menos lo eran)
gobernados por monarquías hereditarias, o regímenes autoritarios y corruptos.
En muchos casos estos gobiernos aprovechan los réditos del petróleo para aplacar a la oposición interna.
. De los cerca de 335 millones de habitantes del mundo árabe, 65 son
analfabetos, 2/3 tercios son mujeres y 10 millones de niños no reciben
siquiera educación escolar.
. La vida intelectual del mundo árabe, que 1.000 años atrás estaba a la
vanguardia mundial, se encuentra hoy en día prácticamente aislada. Según un
reporte de la ONU del año 2002, estos países que se encuentran
entre los más ricos del planeta, invierten en investigación y desarrollo menos
de la séptima parte del promedio mundial. Entre los años 1980 y 2000 se
tradujeron cinco veces más libros al griego que al árabe. Durante el último
milenio los países árabes tradujeron la misma cantidad de libros que España
traduce en un año.
. Entre 1986 y 2000 sólo 367 patentes científicas fueron registradas en seis
países árabes (Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes, Egipto, Siria y
Jordania), mientras que Corea del Sur registró 16.328 e Israel 7.652.
Los datos aquí presentados nos llevan a concluir que la actual revolución puede
dividirse en dos espectros diferentes, uno político y otro económico.
Las grandes preguntas que podemos formularnos son: ¿habrá finalmente llegado el
momento en el cual el pueblo árabe elegirá a sus líderes en lugar de ser
dominado por partidos únicos y monarcas que son claramente apoyados por
capitales extranjeros, principalmente occidentales? ¿Sabe el pueblo árabe lo que
es la democracia? ¿Es éste el mejor sistema para esos países?
Si analizamos el ejemplo egipcio, podemos observar que el régimen de Mubarak es
consecuencia del golpe de estado realizado contra el rey Faruk en 1952. La
intención de este golpe llevado a cabo por Nasser y Sadat era liberar a Egipto
de su monarquía y del dominio imperialista. Si bien los primeros pasos de estos
militares fue nacionalizar la economía y realizar reformas agrarias, no pudieron
derribar a la burguesía existente, y lo que parecía ser el comienzo de una
democracia allí por 1952, se convirtió rápidamente en un gobierno de militares,
en algunos casos relativamente progresistas, que se afianzaron en las cúpulas
del poder y dominaron la economía del país.
El “pluralismo” de Nasser era un “pluralismo por decreto”, donde no existía
ningún tipo de participación de las masas, un pluralismo “cuidado” no muy
democráticamente por las Fuerzas Armadas y la Policía. Este sistema permitió
durante la década de 1970, a Sadat y posteriormente a Mubarak, gobernar
prácticamente sin oposición interna alguna y gozando del apoyo de las potencias
occidentales, quienes no tuvieron problema alguno en ignorar la denigrante
situación interna de Egipto.
La revolución actual quizás pueda ser observada, con mucho optimismo, como el
comienzo del desarrollo de este país hacia la democracia, pero si tenemos en
cuenta el contexto histórico, quizás veamos que se trata en gran parte de una
venganza popular.
En este terreno, podemos observar que uno de los factores claves que llevaron a
las protestas es la denigrante situación de la ciudadanía en los países árabes.
Los regímenes en estos países no se han preocupado por asegurar un nivel de vida
mínimamente digno para sus ciudadanos. En las últimas décadas los gobiernos
árabes se ocuparon casi exclusivamente de mantener a sus monarcas y dictadores,
enceguecidos por el brillo del petróleo. El mundo árabe no ha buscado ningún
tipo de diversificación económica y tampoco usó los réditos del oro negro para
mejorar la calidad de vida de sus pueblos.
Las ganancias de este recurso indispensable se direccionaron a las entidades
financieras del mundo occidental y financiaron indirectamente las economías de
los países europeos y americanos (fueron y son en gran parte los fondos árabes
depositados en los bancos occidentales los que permiten a estos países proveer
créditos a sus economías, ya que sus propias poblaciones tienen poca o casi nula
capacidad de ahorro).
Con el correr de los años las políticas neoliberales de estos países
fortalecieron una clase burguesa que invirtió su dinero en Occidente y no en sus
propios países. Si continuamos con el ejemplo egipcio, en el año 2008 40% de su
población vivía con menos de dos dólares por día. En octubre del pasado año, la
justicia obligó al Gobierno a subir el sueldo mínimo mensual de 70 dólares a
207.
Las protestas actuales pueden ser comparadas con aquellas en contra de Marcos en
Filipinas o en Indonesia contra Suharto. Protestas masivas en busca de un futuro económico mejor.
Lo que comenzó como revueltas en contra de autócratas como Ben Ali y Mubarak se
está expandiendo, el deseo de cambio del actual orden social y económico es hoy
en día común en todos los países de la Liga Árabe
Una de las preguntas más interesantes de esta revolución es: ¿por qué ahora?
¿Por qué hoy y no diez años atrás? ¿Qué generó el comienzo de este proceso? ¿Qué
ha cambiado en Medio Oriente?
Si bien todos los factores que analizamos anteriormente son correctos, las
realidades económicas y políticas de estos países han sido las mismas durante
décadas y nunca antes hubo revoluciones.
Quizás la frustración y el resentimiento llegaron a un nivel en el cual debían
explotar. Quizás la inmolación del joven en Túnez generó el estallido, pero aún
así es difícil pensar que podría haber sucedido 20 años antes.
Una de las explicaciones más lógicas para el fenómeno en este momento es la
importancia actual de los medios de comunicación y de las redes sociales. La
cobertura de los eventos tanto en Yemen como en Egipto realizada por Al-Jazeera
y las informaciones publicadas por los ciudadanos en las redes sociales fue
fundamental para propagar las protestas entre los países. De esta forma los
manifestantes pudieron vencer la censura estatal local y facilitar la
movilización de las masas.
Irónicamente fueron los Estados Unidos quienes intentaron aprovechar la
oportunidad para cambiar a Mubarak aunque no su régimen. Poco tiempo después de
que el nuevo vicepresidente de Mubarak leyera el anuncio de la renuncia del
presidente, Obama leyó su propio anuncio. El mismo afirmaba el derecho del
pueblo egipcio a una “genuina democracia”, olvidando el apoyo incondicional que
la potencia norteamericana le brindó al presidente egipcio durante décadas sin
que los genuinos derechos del pueblo jugaran rol alguno.
Fue el mismo Obama quien en junio del año 2009 eligió a El Cairo para expresar
su discurso de reconciliación con el mundo árabe y musulmán. El Cairo fue electo
como sede para este importante discurso no casualmente, sino como reconocimiento
y apoyo a su Gobierno y a fin de fortalecer su estatus en el mundo árabe, pero
los Estados Unidos han demostrado nuevamente que no hay aliados eternos.
Los Estados Unidos han resultado altamente perjudicados debido a esta actitud.
Este país, como toda súper potencia, coloca un criterio sobre todos los otros,
priorizando a los regímenes amigables. Wa-shington desea siempre estar del lado
de los ganadores, dado que el ganador no es visto como hostil.
Uno de los mayores interrogantes en este momento es: ¿quiénes son los
triunfadores? Probablemente no tengamos respuesta a esa pregunta en los próximos
seis meses o quizás más. ¿Quiénes gobernarán Túnez, Egipto, y cada uno de los
países del mundo árabe?
Las revueltas populares espontáneas generan situaciones similares a la de Rusia
en 1917 cuando Lenin dijera la famosa frase“El poder está en las calles”, y por
lo tanto sólo una fuerza organizada puede apropiarse de él, tal como lo hicieran
los bolcheviques.
La situación política actual es diferente en cada uno de estos países, pero no
existe país alguno en el mundo árabe que posea un partido político secular
fuerte, organizado y preparado para tomar el poder. En estos países hay sólo
varios movimientos liberales burgueses que desearían tener un rol determinante
en el nuevo orden de cada uno de sus países, pero estos tampoco parecen poseer
una base lo suficientemente importante para llevarlo a cabo.
Los movimientos más organizados son los islámicos, pero estos también son muy
diferentes entre ellos. Las diferentes versiones de los mismos van desde
aquellos moderados y relativamente tolerantes como los existentes en Turquía,
hasta los más extremos similares al Talibán en Afganistán, también habiendo
entre ellos movimientos como la Hermandad Musulmana.
Los resultados a nivel gubernamental son inciertos; quién obtendrá el poder
dentro de estos países parece ser hoy en día un verdadero misterio.
Las respuestas de los gobiernos locales a los manifestantes también son
diferentes, y varían desde los ejemplos vistos en Egipto y Túnez, donde sus
líderes renunciaron evitando masacres hasta lo que estamos observando en estos
días en Libia, donde su líder Muammar Kadafi decidió declarar la guerra a su
pueblo y simplemente asesinarlo en las calles (quizás convenga recordar que, con
el apoyo de todos los Estados europeos y de los Estados Unidos, Libia es miembro
del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, lugar desde el cual este
país no pierde oportunidad de criticar las políticas humanitarias israelíes).
A nivel externo, entre aquellos que intentarán controlar la situación se
encuentran antes que nada los Estados Unidos e Irán, y otros menos importantes -
Turquía, Francia, Gran Britania, Rusia y China. A pesar de que como hemos
analizado antes EEUU es uno de los principales perdedores.
Quizás uno de los logros más importantes de las revoluciones que estamos
observando en los países árabes es el hecho de que son exclusivamente árabes. No
hay grandes compañías occidentales encargadas de llevarlas a cabo, no hay
asesores políticos estadounidenses en el terreno a fin de brindar consejos a los
“rebeldes”. Nadie en Túnez ni en El Cairo pidió la ayuda de Washington,
Londres o Teherán. No hay fondos de gobiernos extranjeros financiando a los
miles de ciudadanos que salen a la calle. Las revoluciones actuales demuestran
que para generar cambios en esta zona del planeta no siempre son necesarios
grandes ejércitos, doctrinas políticas ni ambiciosos proyectos democráticos; a
veces, es mejor que los propios pueblos realicen sus cambios.
Si bien aún estamos lejos de poder afirmar que el mundo árabe abrió sus puertas
a la democracia lo que si podemos afirmar, y quizás de momento esto sea lo único
concreto, es que sea quien sea que gobierne no podrá ignorar nuevamente la
voluntad del pueblo.

(x) Prestigioso analista y consultor en temas de política internacional


Número 499
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