Puedo masticar para ustedes, hijos míos, pero tendrán que aprender a tragar solos.
(Dicho judío húngaro)
Los acontecimientos, marcados por la muerte del ex presidente Néstor Kirchner y la expresión popular que, desbordada por el llanto, lo ubicaba en el lugar del padre, me incitó a compartir con ustedes una reflexión sobre la cuestión de qué es un padre, porque el líder no lo representa, salvo que la figura del propio padre haya caído tanto que un ex presidente, en este caso su recuerdo, pueda ocupar su lugar. Por otra parte, ¿es posible que la juventud pueda añorar tiempos que no han vivido pero que le fueron transmitidos por sus padres, familiares cercanos o, incluso, los medios de comunicación: la radio, la televisión y, también el cine y los libros?
Lo no vivido, ¿puede tomar la forma del anhelo de lo por vivir?
Todos sabemos que el discurso totalitario despierta, en muchos, la tranquilidad de que Otro, un Otro con mayúsculas, proveerá de todo aquello que debe proveer un padre. Este discurso, que no es otro que el discurso del bien para los seguidores del líder, jefe o el amo, según las épocas, puede conducir a lo peor: a la muerte por un ideal.
Después de la avalancha de información, de imágenes cargadas de dolor y gritos desafiantes, al no haber otra cosa que lo actual, es difícil, aunque no imposible, darle un lugar a la reflexión.
Lo actual, tiene el efecto de borrar el tiempo con la consecuencia de no poder establecer una relación entre el ayer y el hoy; tampoco de anticipar el futuro.
Hubo y hay situaciones, la guerra por ejemplo, en las que hasta podría justificarse la muerte por un ideal pero, tratándose, de la democracia, un padre debe proteger a los hijos, los propios y los ajenos, de cualquier situación que pusiera en riesgo sus vidas. De esto se trata en lo que se refiere a la función paterna.
La función paterna y la vida
La paternidad no es una cuestión biológi¬ca sino simbólica, como nos lo enseña el psicoanálisis y, también, el pensamiento judío. Se trata de una dimensión transbiológica de la paternidad.
El padre en nuestra vida cotidiana, es el que, más allá de toda biología, se reco-noce como tal. Madre cierta, padre incierto, dice una frase popular italiana. Elegirás la vida nos remite a la puesta en función de la ley del padre. Mas allá de la biología, en la concepción judía, la ley paterna se pone en juego a partir de su propio nombre.
¿Por qué me refiero al nombre? Esencialmente por que hay un reconocimiento explícito del padre al invocar la procedencia pues somos hijos "de Abraham, de Isaac, de Jacob...", tos tres patriarcas.
Es importante tener en cuenta que el judaísmo no es un matriarcado, pese a que muchos, por la vía del chiste, aluden al lugar de la madre y el manejo eficaz de la culpa. Pero esto daría lugar a otro tema. En realidad, el fundamento de la cuestión matricísta, hay que buscarlo en situaciones históricas precisas. Con motivo de las reiteradas invasiones y opresiones de las que el pueblo judío fuera objeto y las reiteradas violaciones de las mujeres, surgió la necesidad de instituir que “judío es el hijo de vientre judío”. La madre, no sólo es cierta sino que es la que, al tener el primer contacto con su hijo, es la transmisora de una pertenencia por encima de cualquier contingencia geográfica.
Es conocido por todos que las violaciones fueron casi cotidianas en épocas de pogroms. En los casos en que una mujer judía hubiera quedado embarazada, un hombre de la comunidad se autoadjudicaba de inmediato la pater¬nidad, es decir, se fundaba como padre. Del mismo modo ocurrió en los tiempos del nazismo. Quiero subrayar la importancia del hecho de que un hombre de la comuni¬dad le donara su nombre a un hijo, alejándolo de la orfandad. Desde ese instante, el pequeño, era el hijo del padre que le daba su nombre.
Es decir: el deseo de ser padre, logra que un niño no quede desampa¬rado además de ser avalado desde el nombre que se le otorga. El nombre identifica y lo convierte en un hijo del padre. El deseo inconsciente de donación de un nombre y su inscripción en una cadena generacional es a lo que queremos referirnos cuando hablamos de la función paterna en el orden de la cultura.
El que cría a un niño, es su padre y no aquél que lo engendró. (Midrash)
Tradición y transmisión
Tradición y transmisión tienen la misma etimología y ambas remiten a trasladar, transportar, transferir ideas, principios, sentimientos a través de las generaciones.
Entonces, ¿qué es un Padre? Aquél que, en la historia de la cultura, cumple una función: la de posibilitar que el hijo sea un sujeto deseante, abierto al conocimiento, al gusto por el trabajo y, también, al amor, con todos los inconvenientes con los que se va a encontrar en la vida. Pero así es la vida y, como dice un refrán judío egipcio: por el bien de las flores, regamos también las espinas.
Vuelvo a recordarles Deuteronomio, 30, Palabras, versículo 19: "La vida y la muerte puse ante vosotros, la bendición y la maldición. Tú escogerás la vida, para que vivas tú y tú simiente".
Quiero comentarles que Sigmund Freud decía que un padre judío es aquél que se preocupa por asegurar, entre otras cuestio¬nes, el porvenir a sus hijos y, a mí parecer, transmitir "elegirás la vida", es sencillamente apostar al futuro, un futuro que pueda ser, cada día, mejor.
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