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Periódico Judío Independiente
Un bien de familia
Asalto al porvenir

Por Susana Grimberg. Psicoanalista y escritora
Cuando ingresé en la Facultad, empecé a escuchar, entre otras, la frase: “cuanto peor, mejor”, idea que están llevando a cabo los que la

narbolaban en la década del setenta, cuando la vida misma había perdido valor.

Con respecto al matrimonio homosexual se reitera, con otros fundamentos, la idea que acabo de enunciar. Una cuestión es el derecho de personas del mismo sexo a unirse como pareja de hecho, con los beneficios legales correspondientes al tiempo de convivencia estipulado por la ley, y otra es llamar matrimonio a una relación que no lo es porque, semánticamente, la unión de dos personas de un mismo sexo no compone un matrimonio.

Hoy, nuestros gobernantes junto con las cámaras legislativas, al sancionar la ley que aprueba el matrimonio homosexual equiparándolo con el matrimonio heterosexual, olvidan la importancia que, para la reproducción de la vida, tiene el amor entre un hombre y una mujer. Al igualar la atracción y el amor por el sexo opuesto con el amor por un otro del mismo sexo, están rechazando de plano la reproducción sexuada y la inmortalidad de la especie que conlleva la heterosexualidad. Es decir, nos están robando el futuro.

Tras las banderas del progreso, se minimizan los efec­tos colaterales de una unión que rechaza la diferencia sexual. "Progreso", viene del latín pro-gredi: “caminar adelante” y éste de gradi: "andar" (Diccio­nario etimológico de Joan Corominas). Partiendo de la etimología, no puede inferirse el hacia dónde, pues, la muerte bien puede pensarse como "lo que está adelante".

¿Cuál es el deseo que mueve a nuestros representantes? ¿Por qué dejan de lado las consideracio­nes éticas como si ellos estuvie­ran por fuera o más allá de las mismas?



¿El exterminio de la humanidad por la vía del amor?

Salvando las distancias, la misma pregunta nos la podemos hacer respecto de las afirmaciones del rabino Daniel Goldman que sostuvo que “la familia idílica está alejada del texto bíblico”, y que “los valores son modificables” cuando colisionan con: “costumbres o prácticas”, “conocimientos científicos” o “cambios sociales” Y que concluyó mencionando “estudios” que ponderan la crianza de niños por parte de homosexuales, tema con el que no estoy de acuerdo porque no es ético experimentar con los pequeños y ver dentro de varias décadas qué pasó. Podemos anticiparlo porque si el sujeto se sexúa por la vía de la palabra y de las identificaciones, cada niño se parecerá a sus padres y el rechazo a la procreación sexuada estará en juego. También la desaparición de la humanidad, salvo los favores que la ciencia les preste.

También el filósofo Darío Sztajnszrajber, considera que el modelo de familia “ha estado vigente en los últimos años. Si el mundo está como se lo describe, ¿por qué no pensar que este modelo es el que ha sido responsable de ello?”. Nunca nadie dijo que el modelo de familia era perfecto, porque es del orden de lo humano equivocarse, errar. Pero, lo más grave es que desconocen la importancia de la función paterna en la estructuración del sujeto.

Ambos pensadores consideran que los textos bíblicos, incluso la naturaleza misma, son sólo textos y que, por ese motivo, deberían modernizarse.

En este punto, los invito a releer el Génesis. D’’s dijo: "Haga­mos..." y se hizo. Con palabras fue separando, diferenciando, las aguas de arriba de las aguas de abajo, el cielo de los mares, el día de la noche, las plantas, los animales según su especie, hasta llegar al hombre. Lo interesante es que luego de contemplar cada acto de su creación, D’’s afirmaba que era bueno. Reflexión que no hizo luego de crear al hombre y a la mujer; tal vez porque el hom­bre no es ni bueno ni malo en sí mismo: la bondad o la maldad dependen del libre albedrío. Es importante recordar tam­bién que Adán (Hombre) y Eva (madre de todos los vivientes) fueron ex­pulsados del Paraíso por haber probado del fruto del árbol pro­hibido, del árbol del conoci­miento del Bien y del Mal que los haría igual a Él. La vergüenza surgió lue­go de "saber" acerca de la des­nudez por haber probado del fruto del ár­bol del conocimiento. Supieron que eran dife­rentes, pero que gracias a la diferencia gozaban y que de esa diferencia nacerían los hijos.



No se nace heterosexual

Si bien Freud nos dijo que la anatomía es el destino, ser heterosexual, se construye. La sexualidad del sujeto es un punto de llegada y no de partida.

Desde los primeros años de vida, el sujeto humano depende totalmente de los padres y se crea una ligazón que perdura a lo largo de la vida.
El cachorro humano es el más indefenso en la escala animal. Los animales, apenas nacen, instintivamente encuentran la manera de proveerse el alimento. La necesidad, en la cría humana, es interpretada por el Otro, siendo la madre la que se ubica en un primer momento en ese lugar tan necesario para la supervivencia.
En el ser humano no podemos hablar de instinto porque el instinto supone un saber innato del cual el niño carece. Nace prematuramente, sin disponer de lo necesario para una supervivencia autónoma. Prematuro, indefenso, depende del sentido que el Otro le otorgue, por ejemplo, a su llanto. La dependencia es tan importante que termina deseando lo que el Otro desea.

Con respecto a su sexuación, es por la vía de la palabra y por la de las identificaciones, que el pequeño accede o no a su sexo anatómico. En las parejas del mismo sexo, el camino de las identificaciones es por demás incierto.

Sorprende cómo los políticos se han desviado del tema fundamental resaltando la palabra amor, como si en los heterosexuales no fuera importante. Nunca pensaron que el amor homosexual, al rechazar la reproducción sexuada, conduciría a la humanidad a su exterminio.

La importancia de la heterosexualidad radica en la posibilidad de amar a alguien absolutamente diferente. Es lo más alejado de la discriminación porque al poner en juego la diferencia, sale al encuentro de un otro no igual. En cambio, el homosexual, busca como objeto sexual a alguien que sea idéntico (homo deriva del latín y significa “lo mismo”). Es decir, el homosexual rechaza la diferencia. Paradójicamente, quien más dice ser discriminado, discrimina y detenta un poder que se apoya sobre el supuesto orgullo de ser gay.

Hay un movimiento que tanto en Estados Unidos como en otros países, tiende a sustituir el sexo por el género. ¿Por qué? Porque es un término que sirve para ocultar lo rechazado: lo sexual. En nombre de la no discriminación, se logra un nuevo modo de segregación y de discriminación: los heterosexuales son los discriminados.

El cineasta Franco Zeffirelli, abiertamente homosexual, al ser entrevistado por Elisabetta Pique (La Nación Revista del 11/07/ 10) dijo ser un crítico acérrimo del matrimonio gay. "Siempre me opuse porque creo que se trata de un hecho privado”.

Conclusiones

Biológicamente, hay dos sexos: todos los individuos de la especie, mujer u hombre, estamos en relación con este orden sexual. La homosexualidad es una conducta sexual, una posición diferente respecto del goce y que, si en psicoanálisis se habla de elección sexual, no se trata de una elección de la conciencia sino de algo que se le impone al sujeto, que lo vive como una tendencia, como algo incoercible, efecto de su historia personal.

Para el judaísmo, la homosexualidad contraviene la verdadera estructura de la anatomía de los sexos que fue diseñada para las relaciones heterosexuales en pos de la procreación. Sin embargo, el judaísmo no desprecia, no aparta, tampoco juzga a quien podría considerar errado, pero no ignora ni se desentiende de lo que conlleva la unión gay: el rechazo de la diferencia, no sólo sexual sino de un modo de vida. Porque de eso se trata: de la vida.



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