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Mis padres envejecen...¿Qué puedo hacer?
Por Lic .Silvia Noemí Hazán
¡Que lindos se veían los tres!, pensó mirando la foto. En ella estaban sonriendo su hijo; su madre y ella. Reparó que se encontraban tres generaciones de su familia y le pareció simbólico que ella estuviera ubicada en el medio. Pensó que cuidaba y acompañaba el crecimiento de su hijo y que también lo hacía con el de su madre. Se sintió un tanto agobiada.

En nuestra vida tenemos muy claro nuestro rol de padres y lo que este conlleva. Tareas tales como las de: velar por su salud; acompañar su crecimiento; dar amor, poner límites tan necesarios para que crezcan con seguridad; educar y podría seguir enumerándolos pero se pueden sintetizar en dos palabras, “estar presentes”. Es necesario que así sea. Y formamos entonces esta cadena de padres que se ocupan de sus hijos e hijos que cuando llegan a padres hacen lo propio. Pero observo que, salvando las distancias existentes, es necesario también cuidar a nuestros padres, que la mayoría de las veces necesitan a partir de determinado momento, que los acompañemos en su crecimiento que en este caso se llama vejez, la tercera ó cuarta edad. El nombre no es lo más importante sino que se entienda la etapa a la que me refiero.

Quiero aclarar que escribo desde mi lugar de hija y de ser humano, y es desde allí que me pregunto: ¿los cuidamos como ellos necesitan? ¿Tenemos claro que requieren, muchas veces, de nuestra ayuda?

Acompañar a nuestros padres mayores no es una tarea fácil, ya que no solo implica darles amor sino también cuidarlos, aunque a veces no sepamos o no entendamos bien “cómo” hacerlo, ni que es lo mejor en cada caso. Porque cuidar, en esta etapa de la vida, es una tarea compleja donde entran en juego las limitaciones que imponen los problemas de salud que los afectan; su propio carácter y formas de ver frente a ellos; nuestra parcialidad para hallar soluciones debido al amor que les tenemos.

Los Dres. Donna Cohen y Carl Eisdorfer, en su libro “Como cuidar de tus padres cuando envejecen”, dicen: “Nuestra sociedad aún no ha elaborado estrategias para ayudar a los hijos adultos que son responsables del cuidado de sus padres y que al mismo tiempo deben cuidar de sí mismos y de sus propios hijos.”

Vivimos una etapa de transición. La edad promedio de vida de una persona se ha prolongado, permitiendo vivir más años a nuestros padres, pero generalmente requiriendo más atención medica y personal de sus hijos, que como ya mencionamos también padecen de esta situación.

Cuidar de nuestros padres mayores no es sencillo y a veces es poco gratificante, pues las dolencias y las limitaciones con las que llegan a esta etapa de su vida hacen que a pesar de nuestros esfuerzos se sientan solos ó doloridos igual. Pero también seguimos, en este período, recibiendo todo su amor, sus caricias en forma de un postre, de palabras sabias y también lo reciben nuestros hijos con quienes ellos pueden entablar una relación más libre y compinche ya que no sienten que tienen que educarlos como a nosotros en su momento.

Surge entonces la inquietud que tengo como persona y como integrante de esta sociedad; ¿Qué puedo y que podemos hacer frente a esta realidad?

Siento, sin lugar a dudas, que el primer paso es aceptarla. Uno no puede actuar sobre lo que no ve o piensa que es de otra manera. Es necesario asumir las necesidades y limitaciones de nuestros ancianos, a pesar de que es muy doloroso observar que, quienes en su momento fueron nuestro respaldo y apoyo y se movían hasta ahora con autonomía, se han tornado dependientes. Sin lugar a dudas es doloroso para ambos.

En lo particular viví un período donde mi madre que vivía sola, se autoabastecía y además me ayudaba con alguna tarea cotidiana, de pronto no podía más estar más sola y requería muchos cuidados. En un primer momento sentí que me había cambiado la vida, y en cierta manera era cierto, hasta que pude detenerme y plantear este tema en familia, reorganizar la situación, lo que implicó por ejemplo que mamá se mudara a un departamento en el edificio donde yo vivía y entonces luego de un tiempo pudo volver a vivir sola con nuestra proximidad, recuperar su independencia con la ayuda semanal de una persona y la colaboración y comprensión de toda la familia, no solo de sus hijos sino también de sus nietos. Y si bien es verdad que mi vida cambió logramos volver a nuestra rutina, con algunos cambios y sin registrarlo negativamente.

Concretamente, pienso y siento que luego de asumir la nueva situación; después de haber elaborado y decidido en que lugar nos ponemos frente a ella, es a partir de allí que podremos actuar.

Tener a nuestros padres mayores con vida es una bendición; seguir compartiendo mesas familiares; las fiestas; saborear sus ricas comidas con tanto aroma a infancia y momentos compartidos; poder conversar con ellos a esta altura de tu vida; tener un abuelo que te consiente, son regalos.

Yo los agradezco a D´s.



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