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Periódico Judío Independiente
Hijo de nazis se convierte al judaísmo
"De repente descubri que mi padre era un monstruo"
Durante toda su infancia en Alemania sintió Bernard Walshelger que sus padres le escondían un terrible secreto. A los 14 años empezó a descubrir la verdad cuando se enteró que su padre fue un oficial nazi. Por ello decidió romper con su familia, vivir en Israel, convertirse al judaísmo, casarse con una mujer judía y servir en el ejército. Ahora, cuando mira hacia atrás, dice estar conforme con todos los pasos dados .

Musik Levi, Yedioth Ajaronot, Israel

" A pesar que pasaron casi 40 años, recordé el camino al cementerio de Hamburgo como si fuese ayer ", dice el Dr. Bernard Walshelger en su libro " Vida Alemana ". " Temí mucho. Hasta ese instante, no me permití pensar mucho sobre la muerte de mis padres. Tantos años logré evitar enfrentarme con mis sentimientos hacia ellos. Nunca tuvimos la oportunidad de despedirnos debido a que mi indignación bloqueaba el camino. Pasé por el portón sin saber hacia donde iba. De repente me ví frente a las tumbas. No sabía como reaccionar ante los sentimientos que me envolvían y por eso solo me quedé congelado en el tiempo. Sobre el sepulcro de mi padre estaba su nombre y una cruz de caballeros que mostraba que un gran soldado estaba allí. El nombre de mi madre figuraba abajo. Musite en voz baja : papá, yo estoy orgulloso de lo que conseguiste para mi vida. El conflicto entre nosotros me enseñó a ser una mejor persona. No me averguenzo y estoy orgulloso de contarle a mi hijo quien soy en verdad. Quebrado en mi dolor intenté comprender porque sucedió lo que sucedió ".
Corría diciembre de 2004 y frente a la tumba de sus padres en su ciudad natal, Bernard ( 51) cerró el círculo que moldeó su vida. De un niño católico que a los 14 años descubrió los secretos de su familia hasta llegar a ser un judío e israelí orgulloso.
Sus primeros años de vida los pasó en la inocencia de la infancia en Hamburgo. Unico varón de tres hermanos iba todos los días a un jardín de infantes católico mientras que disfrutaba con sus padres de los maravillosos paisajes naturales. Ya siendo un niño sintió que algo no estaba bien. A los siete años empezó a preguntar a sus padres porque nunca llegaban visitantes o parientes a su casa durante las fiestas. " Siempre recibí respuestas lacónicas ; que la familia murió en la guerra solo que no sabía de que guerra me hablaban ",dice Bernard.
Su padre, Arthur, nunca le contó lo que sucedió en aquellos años de la Alemania en guerra. Cuando Bernard insistía recibía reproches, gritos y hasta alguna palmada. Tampoco su madre, Elizabeth, colaboró. Todo lo que le dijo es que su padre fue un héroe en la guerra y que recibió personalmente la medalla de Adolf Hitler.
El niño, muy vinculado a sus padres, a pesar de la tosudez de este, no cedía. Preguntaba e indagaba a conocidos y familiares lejanos hasta que logró develar algunos datos claves de su historia familiar. Así supo que su padre creció en una familia de tradición militar. Su abuelo y bisabuelo ya habían sido militares . Cuando Arthur tenía 16 años, su padre murió y el joven fue enviado a un instituto nazi cerca de Berlín. Allí aprendió a idolatrar al Fhurer. Tres años estuvo allí hasta que fue incorporado al ejército nazi. " Con el tiempo descubrí que él integró una unidad de tanques que peleó en Polonia, Francia y Rusia ". Lo que aumentó su curiosidad fue una foto de un militar alemán que estaba abandonada en un sotano de su casa. " Le pregunté a mi padre quien era y el solo me dijo que era un traidor, un enemigo del estado. Por entonces no sabía que se trataba de Claus Von Schtaunfenberg, el oficial nazi que lideró el más importante golpe fallido contra Hitler. El cuadro estaba en mi casa porque Nina, la viuda del conspirador, vivió en el segundo piso del mismo edificio. Mi padre nos había advertido no hablar con ella ni con sus hijos. Un día, cuando mi padre había viajado por motivos laborales, junte fuerzas y golpee la puerta de la viuda. Buscaba ya respuestas a preguntas que me preocupaban. Me habló sobre su marido y que luego del frustrado golpe los nazis la llevaron a un campo de trabajo y a sus cuatro hijos a un orfanato ".
La viuda no dijo nada sobre los padres de Bernard pero el episodio narrado llevó al joven a indagar en la biblioteca de la ciudad. Buscó sobre la segunda guerra y solo encontró pocos indicios de la Shoa. El punto de inflexión se dio en setiembre de 1972, en las Olimpiadas de Munich. " Yo tenía por entonces 15 años y todos en Alemania estaban emocionados por los juegos olímpicos ",dice Bernard. " Con el asesinato de los 11 deportistas israelíes pasamos a otra fase. La gente estaba schokeada y se preguntaba como nuevamente podía suceder algo así en Alemania. No entendía de lo que hablaban ya que no sabía nada de la Shoa . De repente le pregunté a mi padre sobre el Holocausto y el me dijo tozudamente que nada le pasó a los judíos. Cada vez que le preguntaba sobre el tema me subía la voz. Mi madre me decía que en la guerra hubo una gran desgracia pero había que seguir adelante. Yo ya no soportaba la actitud evasiva de ellos. Pude hablar con un profesor mío y por primera vez me contó sobre la Shoa, la Solución Final, los campos. Lo primero que sentí fue una gran verguenza por Alemania y odie a mi s padres por ocultarlo. A partir de allí quise saber exactamente que responsabilidad tuvo mi padre. Comencé a prestar atención a encuentros y diálogos que tenía con otros nazis y vi que tenía las manos sucias. El no fue miembro del partido pero sirvió en un ejército que si era nazi. Su unidad había luchado y asesinado partisanos judíos. Supe que al final de la guerra estuvo un año detenido por los norteamericanos. Mi padre sabía lo que pasaba en la guerra y cuando se emborrachaba me decía que los judíos merecían lo que les pasó y así, en plena adolescencia, mi padre pasó a tomar forma de monstruo .El cielo se desplomó sobre mi. Un día discutimos. Le dije que era un asesino. Me echó de casa y solo me permitiría volver si me disculpaba ".
Con el paso de los años la relación entre ambos empeoró. El joven se encerraba en las bibliotecas y estudiaba historia y tradición judía. A los 18 años dejó el hogar y viajó a Koblenz a estudiar odontología. Allí vio una manifestación de pacifistas palestinos e israelíes. Participar de ella, cambió su vida. Conoció a una joven judía y se decidió viajar a Israel. Le pidió la plata para el viaje a sus padres.
- No te eduqué para que ames a los judíos , le dijo el padre.
- Te equivocas , le respondió. Es algo mucho más profundo.
A los 20 años llegó a Israel. Su amiga le presentó a su madre, una sobreviviente de la Shoa. El, avergonzado, ocultó su pasado familiar . Visitó luego Yad Vashem y para cuando volvió a Alemania, ya era otra persona. Comenzó a buscar una comunidad judía para profundizar en las raíces del judaísmo, algo muy dificil de lograr en un país con solo 28.000 judíos. " Yo no puedo enseñarte sobre judaísmo. Yo soy sobreviviente de la Shoa. Te puedo enseñar a sobrevivir ", le dijo un viejo odontólogo que conoció, " pero si aún así quieres estudiar Torá con nosotros los Shabatoth, estas invitado ". Así se incorporó a la pequeña comunidad judía de la ciudad. Fue parte del minian y gozó del cariño de la Kehilá. " Nunca pensé que me pudieran querer tanto. Ni siquiera mis padres lo hicieron. Sentí que quería ser como ellos. Quería ser judío."
Muy pronto descubrió cuan dificil es el proceso de sincera conversión. Sus amigos lo desalentaron " porque la vida en Alemania es insoportable para los judíos ". No obstante él persistió y tomó clases de Talmud con un rabino en Nurenberg. Cuando le pidió al rabino que lo prepare para la conversión se encontró con su negativa. No era algo común en Alemania y mucho menos una conversión al judaísmo. Mientras completaba sus estudios como médico, Bernard se interesaba por lo que pasaba en Israel. El sueño de volver a Israel y ser judío allí, no le daba descanso.
Una vez fue al sepelio de un miembro de la Kehilá y al volver a la casa de sus padres no se percató que no se había quitado la kipá. Su padre, exasperado, lo humilló : " Ahora si te vez como judío; debiera avergonzarte ". La reacción del joven no se demoró. Nuevamente fue al rabino y le pidió que lo ayude. El rabino se convenció de su sinceridad. Bernard viajó a Suecia donde se circuncidó. Sus padres lo echaron de la casa. Bernard no se dio por vencido. Viajó a Francia para poder sumergirse en un Mikve. Con toda la documentación rabínica en su poder fue a un tribunal rabínico en Luxemburgo y en octubre de 1986, a los 28 años, recibió el nombre de Dov Ben Abraham. El mismo día envió la documentación a un consulado israelí y a los pocos días recibió el visado y el pasaje aéreo para viajar a Israel. En Israel Bernard comenzó su nueva vida en el kibutz Maagan Mijael. Por la mañana estudiaba hebreo y por la tarde recolectaba bananas. Dos meses más tarde recibió un llamado telefónico de su único amigo en Alemania que le informó que su padre murió pero que antes lo desheredó. " Llamé a mi madre para consolarla pero mis hermanas ni quisieron hablar conmigo. Me acusaban de quebrar la familia ".
Medio año más tarde se perfeccionó en cardiología y en el hospital Ijilov conoció a July quien luego sería su esposa. luego se incorporó al ejército y a los 29 años sirvió 18 meses en Tzahal. Entretanto nació su hijo mayor Tal y consiguió trabajo en el hospital Hadassah. Pasó 4 años maravillosos en Israel hasta que en 1991, por los misiles caídos durante la primera guerra del Golfo, su esposa sufrió un trauma y tuvieron que irse a vivir a EE.UU.. En Miami nació Gad, su segundo hijo, mientras Bernard trabajaba como médico en Miami. Pasaron los años y cuando su hijo mayor cumplió 15,empezó a preguntarle a su padre las mismas preguntas que él le hciiera al suyo en su adolescencia. El le contó a su hijo toda la historia y no ahorró detalle alguno. " Yo temía que mi hijo se enojaría pero entendió todo y hasta me aconsejó escribir un libro. También le contó la historia a su segundo hijo ( de su mujer se había separado ) y el tema se difundió en los colegios y muchas instituciones judías lo invitaron a contar su singular historia.
Hace siete años murió la madre y por ello cerrando un círculo, decidió viajar con sus hijos a la tumba de sus padres. " Fue una decisión no fácil. Primero volví a mi casa natal. Todo parecía igual. En el cementerio vi sus tumbas desde lejos. Irónicamente al lado de este cementerio la comunidad judía erigió el suyo. Me pregunté que hacía aquí y con dificultad salían palabras de mi boca. No se como pero me encontré diciendo Kadish por mi padre; ese hombre que con sus acciones cambió mi vida. Sentá que se cerraba un círculo ".
Cuando volvió a EE.UU. se puso a escribir su biografía, hecho que le demoró dos años. El libro ya fue editado en hebreo e inglés. Sigue siendo invitado a dar conferencias y fundó una fundación para ayudar a los sobrevivientes de la Shoa. Se casó por segunda vez y atiende gerontes en EE.UU. . Cada tanto viaja a Israel.
¿ Quedó algo pendiente con sus padres ?
Aún a pesar de todo lo que pasó, fue mi padre. Se que soy ahora judío pero nacido de un asesino de judíos. No es fácil decirlo pero es así.
¿ Hay diferencias entre su padre y Schtaufenberg, que intentó matar a Hitler ?
A este ultimo lo estimo hasta el día de hoy. Fue un buen oficial que quiso mantener sus manos limpias. A él le golpeó mucho La Noche de los Cristales ( 1938). Sirvió a Alemania pero algo se quebró dentro de él. A diferencia de mi padre, luchó contra el nazismo.
¿Estaría de acuerdo en ver a su padre juzgado por sus acciones en la guerra ?
Si. Debio ser juzgado por sus crímenes. Dos décadas posteriores a la guerra no se hizo lo suficiente para juzgar a los nazis. Se prefirió tapar todo pero en 1970 nace otra Alemania que se reencontró con su pasado y que aprendió las lecciones de la historia. La Shoa no volverá a repetirse.
¿ Ud. se sacó un peso de encima ?
Estoy conforme con mi vida pero no puedo olvidar mi pasado. Siempre seré alemán pero como hijo de nazi tengo responsabilidad por lo que pasó. Debo enseñarles a los alemanes a recordar, no olvidar ni repetir.


Número 463
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