Los 61 años del estado de Israel son un hito imborrable en la historia judía. No se conoce otra nación que desapareciera del mapa y más tarde reapareciera. La restauración de Israel fue diferente a cualquier cosa que el mundo haya visto.
Los judíos se habían visto privados de su patria durante casi 1900 años, desde la devastación romana de Judea entre los años 70 e.c y la revuelta de Bar Kojba.. Para cuando la lucha terminaba en el 135, la mitad de la población de Judea estaba muerta. De aquellos que sobrevivieron, cientos de miles fueron vendidos como esclavos o expulsados.
A través de todas las generaciones de dispersión que siguieron, los judíos nunca perdieron su percepción como nación o su conexión con la tierra de Israel gracias a su religión. Expresaron su añoranza de ella en la oración diaria y se orientan hacia ella cuando rezan hasta el día de hoy. Recaudaron donativos para apoyar a la minoría de judíos que nunca se habían ido de la tierra; y a lo largo de los años otros también recorrieron el camino de vuelta, con frecuencia en respuesta a las persecuciones cristianas y musulmanas. Hacia los años 61 del siglo XIX, la mayoría de la población de Jerusalén era judía una vez más. El sionismo -- un movimiento político organizado para renovar la independencia judía en su patria judía ,surgiría con los pogroms y la asimilación . Cinco décadas más tarde, contra grandes obstáculos y contra todo precedente histórico, Israel volvía a nacer. Fue un logro increíble, que es aún más increíble por el hecho de que tuviera lugar inmediatamente después de un genocidio que había borrado del mapa a un tercio del pueblo judío.
En cuestión de horas de declarar su independencia, el recién nacido estado de Israel, con una población de 600.000 habitantes judíos , era invadido por cinco ejércitos árabes. Tenían la intención, en palabras del secretario general de la Liga Árabe Azzam Pasha, de emprender "una guerra de exterminio y una masacre trascendental". No repuestos de la Shoa los judíos eran de nuevo amenazados con la aniquilación. Pero el endeble estado sobrevivió y prosperó, un triunfo de la vida y la esperanza sobre las fuerzas del odio y la muerte que lo continúan acechando hoy con nuevos bríos.
Bajo sitio desde el día de su nacimiento, Israel no ha conocido nunca un solo día de verdadera paz. Es la única nación del mundo cuya legitimidad es cuestionada rutinariamente. Aún tiene enemigos que quieren borrarlo del mapa. De manera única, el estado judío nació con el sello tanto de la ONU como de la Liga de Naciones. Pero una y otra vez se ha dicho que no tiene derecho a existir.
Pocas naciones pueden enseñar un certificado de nacimiento tan avalado como el de Israel de los tiempos bíblicos. Sin embargo, el derecho fundamental de Israel a existir no se deriva solamente de votaciones de ONU o de promesas bíblicas. En última instancia, el derecho de autodeterminación surge exclusivamente de aquellos que puedan formar y sustentar una nación.
La tierra de Israel pertenece a los judíos porque los judíos la concibieron y la levantaron mientras los árabes sólo blandieron las espadas de la destrucción.El estado palestino que debió surgir a su lado no se levantó no porque los israelíes no lo deseaban sino porque los árabes apostaron a la construcción del suyo sobre la destrucción del estado hebreo.
Hoy, a 61 años, se levantan cada vez más voces que deslegitiman la existencia de Israel. Aún entre los mismos judíos. Es hora que algunos de los miembros del pueblo del Libro agarren los libros de historia que no muerden.
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