¿Cómo ve Israel su responsabilidad por la seguridad de los judíos en el mundo, a la hora de decidir un operativo militar delicado? ¿Debería jugar como consideración relevante, a la luz de la función existencial de Israel como refugio de todo el pueblo judío? El dilema, visto desde Israel.
Supongamos por un momento, de modo totalmente hipotético, que, a pesar de las desmentidas, Israel estuviera detrás de la muerte del comandante de operaciones de Hezbollah, Imad Moughniyeh. En ese caso, habría que suponer que tuvo lugar una reunión, si no una serie de ellas, en el más alto nivel, en las que se habría tratado acerca de las consecuencias de su aniquilamiento.
Cuando fuera elevada la suposición casi segura de que Hezbollah se vengaría, no precisamente por medio de un ataque en territorio israelí, sino contra algún blanco judío en el mundo, ¿alguien habría dudado? ¿La posibilidad de un ataque letal contra judíos en la diáspora habrá sido parte de la batería de consideraciones tenidas en cuenta por la conducción israelí cuando decidió el asesinato de Moughniyeh? ¿Hubiera debido serlo?
Lo quieran o no , los judíos del mundo están identificados automáticamente con el estado de los judíos. El ataque contra el edificio de la comunidad judía en Buenos Aires en 1994, y las bombas en las sinagogas en Estambul en los últimos años, demostraron que la diáspora judía es el Talón de Aquiles del Estado de Israel.
El nivel de seguridad en las diversas comunidades judías no es uniforme. En países como Turquía, que sufriera ataques terroristas últimamente, y en Alemania, con su singular trauma histórico, la entrada a sinagogas o al colegio judío se parece a entrar en un submarino. Las edificaciones de la comunidad se hallan en predios fortificados y protegidos por legiones de policías. En otros
países, como Estados Unidos, por ejemplo, la custodia es de laxa a inexistente.
En cualquiera de los casos, no hay escasez de blancos. Desde el punto de vista de la seguridad, hay un límite hasta el cual Israel puede proporcionar protección a los judíos del mundo, que viven en países soberanos y bajo la protección de gobiernos comprometidos a la protección y defensa de sus propios ciudadanos.
Aquí se produce, pues, un tremendo dilema. Israel fue creado, ante todo, para ser un refugio seguro para todo judío donde quiera que se encuentre. En este sentido, operativos que debieran contribuir a su seguridad, debieran también, de hecho, contribuir a la de los judíos que viven fuera. Sólo que, al mismo tiempo, los mismos judíos quedan expuestos a un gravísimo peligro físico: una acción de represalia por esos mismos operativos.
En la explosión del edificio de la AMIA en Buenos Aires fueron asesinados más judíos que en todos los actos antisemitas ocurridos desde el Holocausto en todo el mundo. ¿Este hecho no debiera obligar al primer ministro a pensar antes de dar su visto bueno a la próxima liquidación?
¿La deuda moral que tenemos para con nuestros hermanos en la Diáspora -que ayudaron con su dinero y sus esfuerzos para contribuir al fortalecimiento militar y político de Israel- no debe ser parte de dichas consideraciones, o acaso hemos "cubierto" ya nuestra deuda al construir este puerto seguro para todo judío donde quiera que se encontrare?
No para su bien, los judíos del mundo son parte de la larga guerra de Israel contra Hezbollah y otras organizaciones terroristas. Pero es difícil ver cómo se pueden tener en cuenta sus temores cada vez que se planifique una operación significativa.
No se trata sólo de la impotencia de organismos gubernamentales, que tampoco han logrado salvaguardar a sus propios ciudadanos: aun si mejoran y amplían las atribuciones de los cuerpos gubernamentales que atienden las relaciones con las diásporas, ello no modificará la ecuación etal: Israel debe garantizar su supervivencia en el largo plazo, aun si ello significa poner en peligro la vida de los judíos en el resto del mundo.
Esta batería de consideraciones, que parece hasta aquí abstracta en cierta medida, puede ser presentada de forma concreta y focalizarla en una sola decisión determinada que tenga influencia inmediata sobre los judíos de la diáspora: 25 mil judíos que viven en Irán son rehenes directos de toda decisión que tomen Israel y Estados Unidos en relación con la cuestión nuclear iraní. Se puede también suponer, que en caso de un ataque militar, el régimen elegirá reaccionar por medio de un ataque de venganza contra blancos judíos en todo el mundo. ¿Cuál será el peso de los judíos de Teherán, Isafhan y Shiraz, en el conjunto de consideraciones para un posible ataque?
Los judíos de Irán no son, hoy en día, prisioneros. Cuentan con vías de emigración. El obstáculo central es económico: la necesidad de dejar atrás la mayoría de sus posesiones. Sólo algunos cientos de ellos aprovecharon la oportunidad y abandonaron Irán en 2007. Ellos son concientes del peligro que implica la continuación de la existencia de la antigua comunidad, pero eligen quedarse. Al parecer, se puede también sostener que Israel es responsable del destino de los judíos del resto del mundo: su seguridad debe ser un componente en el sistema de consideraciones de riesgos frente a posibilidades de modo medido, pero no puede ser el criterio supremo, cuando se le antepone claramente el inequívoco interés defensivo de Israel.
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